“No sé por qué tenemos que volver si no hay forma de estar separados”
Miles de trabajadores se incorporan este lunes a sus puestos mientras las autoridades reparten 10 millones de mascarillas en las principales estaciones de transporte público
La mayoría de los trabajadores no esenciales que ha vuelto este lunes a sus puestos ya están concienciados de la necesidad de protegerse frente al coronavirus: en el transporte público, casi todos llevan mascarilla y guardan la distancia con otros viajeros. Sin embargo, la preocupación por reincorporarse en plena pandemia era un pensamiento recurrente. “No sé por qué narices tenemos que volver si no hay forma de estar separados. Solo espero que mis compañeros también trabajen con máscara. Si no, estamos jodidos”, critica Rafael Antúnez, de 53 años, que trabaja como encofrador en una obra en Pozuelo. Ese miedo es compartido por muchos otros ciudadanos que vuelven a salir a la calle tras dos semanas de confinamiento.
El Ejecutivo anunció el pasado sábado que distribuiría 10 millones de mascarillas a partir de este lunes en todas las ciudades españolas; su uso no es obligatorio pero sí recomendable en lugares como el metro, los autobuses o los trenes de cercanías, donde no siempre es posible mantener la distancia de un metro con otras personas. Según el Ministerio del Interior, este lunes ha habido 1.500 puntos de entrega (con 4.500 agentes) en las horas puntas de entrada y salida del trabajo: de 6.00 a 9.00, de 14.00 a 16.00 horas y de 18.00 a 20.00. El reparto arranca este martes en las ocho comunidades en las que ayer era festivo —como Cataluña, Valencia o País Vasco —, con lo que los puntos de entrega llegará a los 2.100 (con 6.000 efectivos).
Así, la escena que se repetía en paradas de autobús, metro e intercambiadores de transporte de la capital era la de policías, voluntarios o guardias de seguridad distribuyendo este material sanitario desde primera hora de la mañana. Casi todos los viajeros cogían una o dos. La industria y la construcción han reiniciado este lunes su actividad, aunque solo en algunas comunidades. “Hemos estado parados 15 días, pero hoy volvemos. Nos han dado guantes y mascarillas. No me da miedo volver, estamos protegidos”, cuenta Franklin Rodríguez, que espera el metro en la Puerta del Sol para dirigirse a una obra en la zona de Iglesia. En cambio, para otras personas estas medidas siguen siendo insuficientes. Paloma, de 28 años, se reincorpora este miércoles a su trabajo como cuidadora de una niña y tiene miedo de contagiarse. “Vivo con mi padre, que es persona de riesgo, y me asusta mucho infectarme”.
En la estación de cercanías de Príncipe Pío (Madrid) solo se escucha el chirrido de las escaleras mecánicas y las llegadas y partidas de los trenes. Una decena de miembros de la Policía Nacional reparte, apenas en esta parada, más de 5.000 mascarillas. Irud aparece tapado hasta la nariz con una braga y con las manos en los bolsillos. Va a la localidad de Las Matas para seguir trabajando como jardinero. “No sé si es esencial o no, pero me seguían llamando”, cuenta. “¿Cómo vas a dejar las plantas tanto tiempo sin cuidar? Sería un desastre”. Fátima no se para. Solo se quita la mascarilla de la cara para decir: “Yo nunca he dejado de trabajar. Soy auxiliar en una residencia”. ¿Y cómo está la situación allá? Silencio. Apura el paso y entra en el tren con dirección a Atocha.
Varios guardias de seguridad vigilan en cada andén que los usuarios mantengan la distancia apropiada. Aunque hay más movimiento que en otras estaciones, en Atocha sigue siendo un lunes atípico, muy lejos del ajetreo de la principal estación de trenes de la capital.
La gran mayoría de ciudadanos recibe las mascarillas con una ya puesta. Otros se cubren con pañuelos o máscaras improvisadas. Y otros no lo hacen. Ismael Rubio es uno de ellos. Es albañil y espera su tren hacia la localidad de Villalba con los auriculares puestos y sin protección alguna. “No me la pongo porque no sirve para nada”, opina. “Una vez toques el móvil o la ropa, eso ya está manchado”. Rubio no tiene miedo de enfermarse, pero sí teme que se contagien las personas mayores con las que vive. “Pero no creo que esto haga mucho”, explica dejando ver la mascarilla que recogió en la entrada y que guarda en un bolsillo.
Las autoridades aseguran que el reparto se extenderá un par de días más, sobre todo en las ocho comunidades en las que este lunes es festivo. Entre avisos de tren, un anuncio de precaución: “Atención. Cercanías Renfe les recuerda que hay que mantener las medidas de seguridad...”. Los que aguardan cerca por inercia, se separan incómodos. Lo mismo sucede en la estación de metro de Sol.
Muchas de las personas que usan el transporte público ya lo usaban antes: médicos, guardias, empleados de supermercados… Es el caso de Asier, guardia de seguridad, que se queja de haber tenido que esperar 12 minutos su tren de la línea 1 a primera hora de la mañana. “Estas frecuencias no favorecen que vayamos separados”, dice. Sin embargo a las 8.00, en plena hora punta, los vagones de metro, que a esta hora suelen estar atestados, presentan un inusual aspecto medio vacíos. Fuera, policías reparten mascarillas por las distintas entradas; dentro lo hacen dos voluntarias de la Cruz Roja. “Estamos repartiendo en todos los intercambiadores y en las paradas con más afluencia”, dice Carmen, una de ellas. Hasta las 8.00 de este lunes, 32.546 usuarios han usado el metro de la capital, un 35% más que el lunes anterior, según los últimos datos de Metro de Madrid publicados en su cuenta oficial de Twitter.
Actividad en las obras
Las obras vuelven a la actividad en Madrid. Un ejemplo es un edificio que ocupa casi una manzana en la calle Montera, junto a la Gran Vía, que se va a convertir en un hotel. “Hemos vuelto a trabajar hoy”, confirma Florin, un obrero que maneja grandes baldosas y que suma al tradicional chaleco amarillo una no tan tradicional mascarilla. El ruido de las máquinas y las voces de los empleados rompen el silencio que se escucha tanto en la Puerta del Sol como en la Gran Vía, ambos lugares que normalmente están atestados y que este lunes permanecen casi vacíos.
Lo mismo ocurre con los trabajadores que construyen un hostel en la calle de La Encomienda (La Latina), donde varios operarios se afanan en rematar la edificación. “Nos incorporamos hoy, todos con mascarillas”, dice Herminio, que dirige a otro compañero mientras mueve material de construcción.
Poco movimiento en Sevilla
Poco trasiego en las estaciones de metro de Sevilla, donde desde las seis de la mañana voluntarios del Sistema Nacional de Protección Civil, apoyados por agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, están repartiendo mascarillas. Los pocos transeúntes que desde primera hora acuden a sus puestos de trabajo ya llevan protección desde sus casas y el material sanitario se reparte solo a aquellos que no dispongan de él y a quién no se lo vayan a proporcionar en el trabajo, recuerda uno de los miembros de seguridad.
Más movimiento había en la estación de Santa Justa, principal nodo de comunicaciones de la capital andaluza y donde confluyen cinco líneas de Cercanías. Allí la Policía Nacional sí ha podido entregar mascarillas a varios pasajeros, que llegaban a pie o acompañados de sus bicicletas para trasladarse al trabajo y que no disponían de equipos sanitarios. María trabaja en un despacho de abogados de Sevilla y viene desde Bellavista. “No estaba segura de que fueran a repartir mascarillas o de que tuvieran para mí cuando llegara”, cuenta. En Andalucía está previsto que se repartan hasta 1.800.000 mascarillas en 365 nodos de transporte público de las ocho provincias. De ellas, 434.000 se distribuirán en la capital.
La cerámica en Castellón retoma “muy paulatinamente” su producción
La potente industria cerámica radicada en la provincia de Castellón, que concentra el 90% de la producción en España, ya inició el viernes su particular disminución de las medidas de contención. A pesar de que hoy es festivo en la Comunidad Valenciana, el humo blanco de las chimeneas es perfectamente visible esta mañana. Las columnas de vapor no son tan numerosas como antes del decreto de alarma, pero sí evidencian que los hornos están en marcha en el interior de las fábricas. En el exterior, apenas se detectan movimientos de carga y descarga del material que, en su 80%, se destina a la exportación.
Esta reactivación se está produciendo de manera “muy paulatina” y “de forma diferente en cada empresa”, señalan desde la patronal azulejera Ascer. Las mismas fuentes indican que la puesta en marcha de los hornos “queda muy lejos de la vuelta a la normalidad” y que la actividad solo se recuperará muy lentamente a lo largo de los meses. Se une además que este lunes es festivo en Castellón, provincia que concentra el grueso de la producción de cerámica española.
El sector se enfrenta a una situación en la que irá ajustando la producción a las necesidades de la demanda de sus clientes “y, por lo tanto, será una etapa larga y muy complicada para las empresas”, advierten. La demanda de baldosas cerámicas “ha caído estrepitosamente en las últimas semanas debido a que nuestros principales mercados, como España, la UE y EEUU, han tomado medidas de contingencia para frenar la propagación de la Covid-19”.
Ascer recuerda la “amenaza” que para el sector suponen “esos productores internacionales que no han tenido que parar su fabricación” al tiempo que reivindica inyectar dinero y circulante en los sectores y tomar medidas de liquidez inmediata como el aplazamiento de pagos tributarios a todos los niveles “y, en sectores exportadores como el nuestro, el adelanto del pago de las devoluciones de IVA”.
Sindicatos y Ascer acaban de ratificar una ampliación del Plan de Continuidad frente al coronavirus SARS-CoV-2 que reúne un compendio de las medidas que las empresas cerámicas han implantado hasta la fecha y tienen previsto adoptar para afrontar la alarma sanitaria provocada por la Covid-19 en material de salud y prevención de los trabajadores.
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