Un texto sobre un pájaro que alzaba el vuelo
Te lo pedí como recuerdo. Arrancaste la hoja y me la firmaste, “para la profesora Elena”, la fecha con tu letra generosa. La conservo todavía hoy
Un texto sobre un pájaro que alzaba el vuelo para no regresar: lo leíste el último día del taller. Qué gastada la metáfora, y sin embargo qué mimo al contar lo que sentía al alejarse de la tierra, su expectación y sus deseos, sus temores, el techo rojo de las casas blancas en la distancia, pequeñas, minúsculas, hasta desaparecer. Escribías como rellenando los huecos de la idea, nos dijiste: a mano, en un cuaderno —grande, de tapas blandas y papel de cuadros—, pensando mucho para no corregir y ahorrar papel. Un texto sobre un pájaro que alzaba el vuelo, y nunca regresaba: te lo pedí como recuerdo. Arrancaste la hoja y me la firmaste, “para la profesora Elena”, la fecha con tu letra generosa. La conservo todavía hoy.
Reconocí tu nombre en el obituario de un periódico digital. Una amiga me envió el enlace a otro artículo; no funcionaba —luego ni siquiera lo leí— y pinché en la sección de local para localizarlo. La vista previa lo mostraba, el primero por orden alfabético, luego tu edad de ahora, el pueblo en que vivías. Busqué en la carpeta en la que guardo algunos recuerdos de talleres, busqué aquel texto sobre un pájaro que alzaba el vuelo: un post-it con tu nombre completo, la biblioteca en la que nos reuníamos, el mes y el año del taller. Te identifiqué por el apellido, que en la primera clase confundí con un insulto, y que tú reivindicabas. ¿Te fortalecía? ¿Lo usabas como escudo, anticipándote a las risas de los otros?
EL PAÍS se queda en casa
No tuviste una vida fácil. Nunca lo hablabas, y por respeto nunca pregunté: en una conversación advertiste que preferías no desvelar nada sobre ti en aquello que escribías, como si quisieras diluirte en tus prosas breves, sin trama, con un solo personaje que soñaba con escapar o transformarse en alguien muy distinto. Te impresionó ese poema de Raymond Carver que acaba: “Miedo a la muerte./ (…) Miedo a la muerte./ Ya dije eso”. Un compañero lo transcribió y cambió los miedos de Carver por sus miedos; otro prefirió darle la vuelta y mencionar lo que amaba. Tú insististe en aquellos últimos versos, ahí permaneciste: repitiendo aquellas palabras de otro con la verdad de las palabras tuyas.
Desde que leí tu nombre —debajo de una fotografía del cementerio de la capital de tu provincia, al lado de un anuncio de una tienda de muebles que reabrirá “cuando todo esto pase”: la sensación de que existen varias realidades que no encajan entre sí— tengo miedo a la forma en que hayas muerto. Un miedo a tu miedo, inexplicable. Te llamabas Gregorio y habías cumplido 62 años. Quizá te hubieras mudado con tu hermana; la mencionabas a veces, siempre con cariño. Eras amable y curioso; preferías ceder la palabra, nos escuchabas con una sonrisa que entendí más costumbre que reacción. Lo escribiste hace años como último ejercicio del taller de escritura, tema libre con las herramientas de las clases anteriores: un texto sobre un pájaro que alzaba el vuelo para no regresar. Arrancaste la hoja para regalármelo, y no lo conservaste. Todavía me acompaña hoy.
Elena Medel es escritora y editora de La Bella Varsovia.
Información sobre el coronavirus
- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia
- Así evoluciona la curva del coronavirus en España y en cada autonomía
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Guía de actuación ante la enfermedad
- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aquí para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.