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Tensión y paciencia en Galdakao tras la primera muerte por coronavirus en Euskadi

El entorno de este hospital vizcaíno espera nuevas noticias entre recelos y confianza en la gestión de la epidemia

Juan Navarro
Una ambulancia, en la puerta del hospital de Galdakao este jueves por la mañana.
Una ambulancia, en la puerta del hospital de Galdakao este jueves por la mañana.Fernando Domingo-Aldama

Tres taxistas hacen guardia frente al hospital de Galdakao, a unos 15 kilómetros de Bilbao. El grupo comenta el tema del día: el coronavirus de Wuhan. Las autoridades sanitarias informaron este miércoles por la tarde de que Euskadi, concretamente en Bizkaia, había registrado el primer fallecimiento por esta afección, aunque no precisaron dónde. Pero “en un taxi se sabe todo”, dicen los conductores. Ya saben, tanto por los testimonios de los usuarios como por los medios de comunicación, que el anciano de 82 años y aquejado de problemas respiratorios murió en esas instalaciones. Los tres hombres muestran reservas hacia la situación de la epidemia y se definen como “colectivo de riesgo”: por sus coches pasan muchas personas que podrían estar infectadas. O no, claro, añaden también, relajando sus ánimos. La gente a la que transportan o recogen en Galdakao muestra “tranquilidad”, afirman. No se ve ninguna mascarilla en las proximidades.

El fallecido, por su edad y estado de salud, pertenecía a un colectivo especialmente sensible al coronavirus. El servicio vasco de salud, llamado Osakidetza, ha sido extremandamente escrupuloso con la información difundida y apenas ha dado detalles sobre el caso. Fuentes del hospital de Galdakao afirman que el caso de este hombre se analizó post mortem, pues su esposa presentaba síntomas similares que levantaron las sospechas de los especialistas. Las pruebas lo confirmaron: sufría este virus. A la mujer se le aplicó de inmediato el protocolo y el test del hombre dio afirmativo. El resultado se traduce en que una parte de esa sexta planta, donde se tratan problemas respiratorios como la neumonía del paciente, permanece en cuarentena y, con ella, los trabajadores sanitarios que estuvieron en contacto con el anciano.

Sonia no sabía nada de esto. Esta técnica de laboratorio reacciona boquiabierta en el aparcamiento del hospital cuando se le cuentan estos detalles. El grupo de WhatsApp por el que interactúa con otras compañeras de gremio, también de otros centros, no contenía esa información. La especialista, que prefiere no dar su apellido por discreción, sostiene que nadie de la dirección les ha dado más datos que los que trasladan los medios de comunicación. Sonia ha tenido mala suerte: ha pasado cinco años en Galdakao y solo ha salido una semana del laboratorio, casualmente en plena plena crisis del coronavirus. La mujer se define “miedosa” y lamenta que no se les haya contado más exactamente lo ocurrido en ese hospital. El próximo lunes termina su contrato y espera volver al laboratorio, acompañada de probetas y lejos del trajín. Y del coronavirus del que tanto desconfía.

Las personas que esquivan unas solitarias gotas de lluvia en los accesos al hospital eluden el pánico y confían en la gestión del virus. Unos son pacientes y otros familiares de ingresados, pero los consultados coinciden en que asumen que el coronavirus complica la situación sanitaria pero confían en las atenciones. Un hombre, de unos 40 años, asegura que le preocupa más cómo atienden a su madre, que lleva dos semanas con malestar y a la que han mandado a casa para cuidarse, que una supuesta difusión del Covid-19.

La tranquilidad se respira en una farmacia cercana al hospital. Las mascarillas están agotadas, afirma un trabajador, pero tampoco nadie ha acudido en tromba a reclamarlas. Solo tres personas aguardan para esta protección, una cifra poco significativa y menor que cuando alguien hace obras en casa, momento en el que tradicionalmente aumenta la demanda de este producto, apuntan. La venta de geles de manos y artículos de higiene, en cambio, sí ha repuntado. Un escaparate ofrece, al entrar en el local, una amplia gama de estas cremas. El farmacéutico, que ha dispensado fármacos ordinarios a un cliente, agradece que no haya cundido el pánico en las proximidades. “No hay motivos para ello”, destaca, antes de seguir con una rutina que no va a variar por un coronavirus que “tampoco es para tanto”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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