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Los estudiantes extranjeros podrán quedarse dos años en Reino Unido tras graduarse

La normativa actual solo permite estar cuatro meses sin tener un empleo cualificado

Estudiantes caminan por la Universidad Queen Mary, en Londres.
Estudiantes caminan por la Universidad Queen Mary, en Londres.Carlos Rosillo

El Gobierno británico ha decidido extender de los actuales cuatro meses a dos años el periodo en el que los estudiantes de terceros países pueden seguir residiendo en el Reino Unido aunque no hayan encontrado un puesto de trabajo cualificado. La nueva norma empezará a funcionar el año que viene y significa un giro de 180 grados en la política impulsada por la exprimera ministra Theresa May cuando, en 2012, siendo entonces ministra del Interior, puso en marcha una agresiva política de “entorno hostil” contra la inmigración ilegal.

Aunque el objetivo de May eran los ilegales, incluyó entre sus medidas restrictivas a los estudiantes extranjeros, que perdieron su derecho a seguir en el país si antes de cuatro meses después de su graduación no habían obtenido un puesto de trabajo cualificado con el que ganaran al menos 20.800 libras al año (23.300 euros). Con la nueva norma, los estudiantes podrán seguir dos años en el país aunque no trabajen y podrán trabajar en lo que sea, incluso en tareas mal pagadas o no relacionadas con sus estudios.

En la actualidad, hay unos 450.000 extranjeros estudiando en Reino Unido, de los que un tercio proceden de la Unión Europea y el resto de otros países. Se estima que cada año se gradúan entre 170.000 y 185.000, pero en 2018 solo 6.300 obtuvieron permiso para seguir en el país con permiso de trabajo y solo 450 accedieron a trabajos de alta calidad y especialización. Otros 40.000 suelen obtener permiso para extender sus estudios. No se sabe muy bien qué ocurre con el resto de los licenciados y no hay ningún registro que confirme cuántos abandonan el país y cuántos se quedan aunque sus visados de estudiante ya no sean válidos.

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Los estudiantes extranjeros configuran una industria muy atractiva, que genera unos ingresos de entre 23.000 y 29.000 millones de euros al año. Pero las restricciones de 2012, más la imagen de hostilidad hacia el extranjero que destila Reino Unido tras ganar el Brexit en el referéndum de 2016, han provocado una sensible caída del número de extranjeros que estudian en instituciones británicas.

En la actualidad, los estudiantes de otros países de la UE no están afectados por esas restricciones, pero, si no hay un acuerdo específico sobre ello, pasarían a ser tratados como estudiantes de terceros países y sometidos a las mismas limitaciones que tienen estos.

El primer ministro, el conservador Boris Johnson, lideró en 2016 la campaña del Brexit poniendo un gran acento en el control de la inmigración, pero en el conjunto de su carrera política, y en especial en sus dos mandatos como alcalde de Londres, ha sido mucho más abierto a la llegada de extranjeros que la mayoría de sus colegas del Partido Conservador. Ya días atrás había anunciado que los estudiantes europeos no necesitarían visados para estudiar en el país después del Brexit.

El ministro del Tesoro, Sajid Javid, se congratuló en Twitter por el cambio: “Ya era hora. Hace años que se tenía que haber dado la vuelta a una política tan absurda”, escribió. Alistair Jarvis, jefe del lobby Universities UK, celebró el final de una política que estaba perjudicando a las universidades británicas “y que durante demasiado tiempo nos ha puesto en desventaja con nuestros competidores”.

Pero Alp Mehmet, presidente del lobby anti inmigración Migration Watch UK, calificó la nueva política de “retrógrada”. “Nuestras universidades atraen cifras récord de estudiantes de ultramar y no hay ninguna necesidad de devaluar las visas de estudiante convirtiéndolas en un camino para venir a trabajar aquí por la puerta de atrás”, se lamentó.

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