¿Primeras damas o damas florero con pimientos?
El banal programa para las esposas de los líderes en la cumbre del G7 cuestiona el tradicional papel paralelo 'femenino'
La foto que desató las chanzas en las redes sociales muestra a las esposas de algunos de los mandatarios reunidos en la reciente cumbre del G7 en Biarritz en un prado, sobre altos tacones, posando sonrientes mientras la anfitriona, la francesa Brigitte Macron, sostiene una cesta con los famosos pimientos de la localidad vascofrancesa de Espelette. “D’Espelette Housewives”, tuitearon muchos internautas en referencia al título original de la famosa serie de televisión Mujeres Desesperadas. Menos gracia ha hecho el mensaje en Instagram del presidente de la Comisión Europea, Donald Tusk. Sobre un vídeo en el que se ve a Brigitte Macron, la estadounidense Melania Trump, la japonesa Akie Abe y su propia esposa, Malgorzata, de espaldas mirando al mar, Tusk escribió: “Melania, Brigitte, Malgosia y Akie. El lado luminoso de la Fuerza (en una referencia a Star Wars)”.
El enfado de Danielle Bousquet resuena desde el otro lado de la línea telefónica. “¡Es lamentable!”, exclama la que hasta junio presidiera el Alto Consejo para la Igualdad Mujer-Hombre, que vigila el sexismo en Francia. “Es una completa caricatura, no solo supone una decepción, sino que prácticamente es un retroceso. La imagen que se ha dado de las mujeres como seres ligeros incapaces de ocuparse de cosas importantes, bien vestidas, sonriendo todo el rato es lamentable, espantosa, creo que hemos dado un buen paso atrás”, denuncia Bousquet.
La cumbre del G7 que organizó Francia tenía en la agenda la lucha contra la pobreza, la promoción femenina en África y hasta un catálogo de leyes a favor de las mujeres del que los países participantes se comprometieron a implementar al menos una en un año. Es más, la presidencia francesa del G7 no dejó de proclamar que impulsaba una “diplomacia feminista” durante su mandato del poderoso club. Pero en la mesa redonda donde los mandatarios priorizaron cuestiones como Irán, Rusia o la Amazonia solo se sentaba una mujer, la alemana Angela Merkel. El resto de las que participaron en la cumbre lo hicieron en un segundo plano, como primeras damas —el marido de Merkel, Joachim Sauer, no acompaña a su esposa— que cumplieron un programa paralelo que incluía un poco de turismo, cultura local y una demostración de surf. Todo ello acompañado de cambios de modelo y sonrisas, muchas sonrisas.
“El hecho de que las primeras damas participen en el G7 y tengan un programa específico mucho más ligero en cuanto a los temas a abordar forma parte de la estigmatización de las mujeres en los papeles más secundarios y alejados de las discusiones del poder”, apunta Sophie Chassot, de la ONG Care y miembro del Women 7, que reúne a asociaciones feministas de los miembros del G7 y de países en desarrollo que trabajaron en la agenda sobre los derechos de las mujeres y las niñas.
Cierto es que las primeras damas caminan sobre una línea muy delgada. No han sido elegidas por las urnas. Están donde están por ser las esposas del jefe de Estado o de Gobierno de turno, por lo que, a priori, tienen que tener mucho cuidado con que su discurso no se aparte del de su pareja.
Pero hay cuestiones que no van necesariamente ligadas a la posición. La politóloga Armelle Le Bras-Chopard, autora de Primera Dama, papel secundario, recordaba en el dominical Journal du Dimanche las “importantes diferencias” que existen hasta hoy en la forma en que ejercen su papel, formal o no, las primeras damas y los escasos “primeros caballeros”. Ni el químico alemán Joachim Sauer ni el arquitecto Gauthier Destenay, marido del jefe de Gobierno luxemburgués Xavier Bettel, abandonaron sus carreras cuando sus cónyuges asumieron el poder, algo que sí han hecho hasta admiradas first ladies como Michelle Obama.
Acabar con la figura
¿Casa esto en la era del Me Too y la búsqueda de un empoderamiento de las mujeres? ¿Debería acabarse con el papel de primera dama y sus programas paralelos en cumbres y visitas oficiales?
“¡Sí!” proclama Bousquet. “Elegimos a un dirigente, no a su mujer, a sus hijos ni a su cuñado. ¡Es completamente absurdo! En Francia elegimos a una persona, el resto no pinta nada”, afirma, aunque reconoce que eliminar totalmente el puesto de primera dama, “si bien deseable, es diplomáticamente poco probable”.
Para Chopard, más que cuestionar el papel de primera dama, lo que se debería hacer es “repensar todo un sistema para que, en general, las mujeres y los hombres puedan participar en las discusiones estratégicas”, explica por correo electrónico.
“El verdadero problema es, sobre todo, que los jefes de Estado y de Gobierno en el G7 y en todo el mundo son, en su gran mayoría, hombres”, recuerda. “No es casualidad, y es sobre todo un indicativo de las desigualdades y del techo de cristal que todavía existen para las mujeres. Para cambiar eso, es necesario que las mujeres tengan ante todo acceso a posiciones de poder, a recursos, ya sean económicos o políticos”.
De una oficina en la Casa Blanca a la “hipocresía francesa”
En Estados Unidos, la first lady tiene un estatus que incluye programa propio y una oficina en el ala este de la Casa Blanca. Melania Trump, acompaña a su marido a todas las visitas internacionales, donde sigue un programa paralelo. Las esposas de los presidentes latinoamericanos suelen acompañar a sus maridos, como hizo la chilena Cecilia Morel cuando su esposo, Sebastián Piñera, fue invitado al G7 de Biarritz.
Emmanuel Macron quiso acabar con la nebulosa que rodeaba el papel de primera dama —una “hipocresía francesa”, lo llamó— dotándola de un estatuto y hasta presupuesto propio, aunque acabó echándose para atrás por el fuerte rechazo popular.
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