_
_
_
_
_

La presión en la calle empuja a las instituciones a declarar la “emergencia climática”

Parlamentos, ciudades y Gobiernos regionales admiten la urgencia del problema mientras los niveles de CO2 marcan registros nunca vistos

Manuel Planelles
Manifestacion en marzo contra el cambio climatico en Madrid.
Manifestacion en marzo contra el cambio climatico en Madrid. Carlos Rosillo

Cada semana llega una alerta científica sobre la degradación del medio ambiente por la acción del hombre. Si la semana pasada un informe auspiciado por la ONU constataba la alarmante pérdida de biodiversidad, esta semana las malas noticias se refieren a la concentración en la atmósfera del CO2, el principal gas de efecto invernadero. Tanto el observatorio de Mauna Loa –ubicado en Hawai y dependiente de la NOOA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica)– como el de Izaña –en Tenerife y dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica– han registrado niveles nunca vistos de CO2.

Más información
Un millón de especies, amenazadas de extinción a un ritmo sin precedentes
La ONU pide cambios sin precedentes para evitar la catástrofe medioambiental del planeta

La concatenación de informes científicos –el incremento de la concentración de CO2 es constante año a año– y la presión en las calles –con protestas lideradas por movimientos como el Fridays for Future o Extinction Rebellion– están empujando a las instituciones y partidos a aprobar declaraciones de “emergencia climática”. Así lo acaban de hacer, por ejemplo, los Parlamentos del Reino Unido e Irlanda, algunos Gobiernos regionales como el de Escocia y decenas de ciudades. Cataluña, a través del Govern, se acaba de sumar también a este movimiento con la aprobación de una declaración de emergencia climática.

Se trata, en la mayoría de casos, de declaraciones de intenciones. Por ejemplo, en el caso del Parlamento británico, el primero en adoptar una declaración de este tipo, la moción alerta del “devastador impacto” del cambio climático en la producción de alimentos, inundaciones, incendios... Además, también se constata la “alarmante tendencia” de declive de las especies. El texto reclama que el Reino Unido se fije un objetivo de emisiones cero de gases de efecto invernadero para 2050, en línea con lo que indican los informes científicos y el Acuerdo de París.

Al igual que en el caso británico, la declaración aprobada este martes por el Govern catalán es simbólica. Lucas Barrero, del movimiento Juventud por el Clima, aplaude ese “primer paso”, pero avisa de que su grupo no va a dejar de presionar para que se traduzca en medidas concretas.

En el conjunto del país, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, aplaude que este debate sobre la declaración de emergencia climática pueda llegar al Congreso, aunque en su departamento sostienen que al estar en funciones no pueden tomar medidas en este momento. El diputado de Unidas Podemos Juan Antonio López de Uralde sí asegura que su grupo llevará esa declaración a las Cortes cuando se constituyan. “Se deben aprobar declaraciones para poner en la agenda el problema del cambio climático”, dice Uralde. “Pero la acción política debe ser coherente con ese llamamiento”, añade sobre el riesgo de que estos movimientos se queden en simples declaraciones sin medidas concretas.

Nicolás Eliade, uno de los portavoces del movimiento Extinction Rebellion en España, afirma que su grupo es consciente de que algunas instituciones pueden utilizar esas declaraciones como “un lavado de cara”. “Pero es un primer paso”, dice. “Somos yonquis, adictos al dióxido de carbono y al plástico, y el primer paso debe ser reconocer que lo somos”, explica Eliade, que también avisa de que su movimiento estará atento a que las declaraciones se traduzcan en contenidos y medidas concretas.

A la espera de una ley

David Robinson, investigador del Oxford Institute for Energy Studies, aplaude que se “llame la atención sobre el problema y la necesidad de actuar”. En el caso español, Robinson apuesta por aprovechar “que la sociedad civil está presionando para aprobar una ley de cambio climático”, pendiente desde principios de esta década. Pero este investigador aboga por buscar una “amplia mayoría en el Parlamento” para sacar adelante esa norma.

“Lo que están pidiendo los movimientos sociales es muy legítimo”, afirma por su parte Laurence Tubiana, directora de la Fundación Europea para el Clima en referencia a los jóvenes que se manifiestan en las calles por medio mundo. “Están preocupados por su futuro, es lo que van a vivir”, apunta. Respecto a las declaraciones de emergencia climática valora su utilidad como instrumento para apremiar a la acción, “porque la transición avanza demasiado lenta”. “La mejor noticia para la aplicación del Acuerdo de París son estos movimientos que presionan a los responsables políticos”, resume Tubiana.

Niveles nunca vistos de dióxido de carbono en la atmosfera

La humanidad nunca ha convivido con una concentración de CO2 (dióxido de carbono) tan alta en la atmósfera. Los observatorios de Mauna Loa —de Hawai— como el de Izaña —en Tenerife— han superado esta primavera la barrera de los 415 ppm (partes por millón) de CO2. La humanidad entra así en un terreno inexplorado: hay que retroceder tres millones de años para encontrar "una concentración similar", ha recordado este martes el ministerio.

Este récord se bate año a año debido, entre otros asuntos, al incremento de las emisiones de dióxido de carbono, que termina concentrando en la atmósfera y contribuyendo al calentamiento global, según el consenso científico. "Previsiblemente", apuntó el ministerio, "el año que viene por estas fechas volveremos a registrar un nuevo máximo de la serie". Este departamento incidió en que la acumulación de CO2 se está acelerando. En los ochenta el ritmo de aumento era de 1,8 ppm al año; en este momento, está en los 2,3 ppm anuales.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_