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“Te ven vestido de cura en el metro y te llaman pederasta”

El obispo José Cobo participa en el primer debate sobre los abusos sexuales en la Iglesia católica con religiosos y víctimas

Juan Cuatrecasas, padre de una víctima, con el obispo José Cobo.Vídeo: ANDREA COMAS / EFE

"Te ven vestido de cura en el metro y te llaman pederasta", lamenta el obispo José Cobo Cano, prelado auxiliar del cardenal Carlos Osoro en Madrid. Lo dijo ante un centenar de personas convocadas por Redes Cristianas y Religión Digital este miércoles en el colegio mayor Chaminade, en un foro que reunió por primera vez a obispos, religiosos y víctimas de abusos sexuales por eclesiásticos. Cobo confesó tener miedo. "El crimen nos toca a todos", añadió. Fue Benedicto XVI el primero en observar lo que ahora es un clamor. "Cada sacerdote se ve bajo sospecha. Muchos ya no se atreven a dar la mano a un niño, ni a hablar de hacer un campamento de vacaciones con niños", dijo el Papa emérito en 2010.

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El obispo Cobo habló después de escuchar el demoledor relato de Juan Cuatrecasas, el padre del joven que fue víctima de un profesor pederasta en el colegio Gaztelueta, propiedad del Opus Dei en Bilbao. “Fuimos a denunciar al colegio y nos creyeron. ¿Qué hacer con el abusador? Dijeron que iban a mandarlo al extranjero, y después que quizás mejor ponerlo en manos de un cura. Ante nuestra extrañeza, nos preguntaron qué más podían hacer. No tienen compasión, ni con la víctima ni con los padres. La actuación del obispado de Bilbao también ha sido bochornosa”.

Cuatrecasas ha promovido la asociación Infancia Robada, y acude este jueves al Congreso con la exigencia de que los delitos de abusos a menores no prescriban hasta pasados 50 años. Su hijo Asier (nombre ficticio) tardó mucho tiempo en poder denunciar los abusos que sufrió a los 12 años, sentenciados ya a su favor por la justicia. No lo ha superado del todo. Ansiedad, pesadillas, alucinaciones, taquicardias, decepción por el trato recibido por las autoridades eclesiásticas son las secuelas más frecuentes. "Si se sufre violencia de niño, la vida es como una maratón con una sola pierna y una mochila llena de ladrillos", confiesa otra víctima de abusos en su infancia. No se atrevió a denunciar hasta que cumplió 31 años.

Los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo acuden la semana próxima a Roma, convocados por el papa Francisco para buscar la manera de atajar los abusos y de frenar el desprestigio que causan a la Iglesia romana. Cuatrecasas no es optimista, ante la actitud de los obispos españoles. "No creo en la jerarquía eclesiástica. Salvo Omella, Blázquez y Osoro [se refiere a los cardenales de Barcelona, Valladolid y Madrid], el resto de los obispos, casi todos, ofenden a las víctimas con las disculpas que ofrecen, como el arzobispo de Tarragona o [Fernando Giménez] Barriocanal y [el obispo José María] Gil Tamayo. Pedir perdón está bien, pero debe haber un resarcimiento para afrontar terapias muy largas y costosas", dijo.

"Con mi hijo caímos en la trampa de un señor, no quiero decirlo cura, que se llama Silverio Nieto Muñoz. Vino a casa a ayudar y sometió al chico a un interrogatorio de tres horas. Hasta llegó a pedirle que hiciera un croquis del lugar en el que había sufrido los abusos. Resulta que después fue al colegio con el croquis para que cambiaran el decorado. Ese señor forma parte de la comisión creada en la Conferencia Episcopal para combatir los abusos a menores en España. Cómo confiar. Es el Villarejo de la Iglesia, el fontanero malo del Vaticano", afirmó.

El relato de Cuatrecasas marcó el resto del debate en el Chaminade. Destacaron las intervenciones de Jesús Zamora, secretario general de Conferencia Española de Religiosos (CONFER); Raquel Mallavibarrena, dirigente de Redes Cristianas, y Jesús Bastante, redactor jefe de Religión Digital, como moderador. "No percibimos que se dé al problema la máxima urgencia. Que no nos digan que hay pederastas en otros sectores de la sociedad. Produce tristeza, preocupación, indignación. Hay que ver cómo hemos llegado a esta situación, hay que buscar las causas sin miedo. La tolerancia cero es clave, pero no basta", lamentó Mallavibarrena. En su opinión, una fuente del problema es el clericalismo que dota de un poder y una superioridad malsanos al clero frente a los laicos. También se debe revisar el celibato obligatorio de los clérigos y, sobre todo, "cuidar y reformar las enseñanzas que reciben los seminaristas", concluyó.

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