“Jamás intenté encubrir ni esconder esos hechos terribles”
Francia juzga al cardenal Philippe Barbarin, el religioso más influyente de su Iglesia, por pederastia. El prelado niega haber silenciado agresiones
Es quizás la imagen que mejor representa lo que está en juego en el juicio iniciado ayer contra el cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, por ocultar los abusos contra menores de un cura bajo su mando, Bernard Preynat. El religioso más influyente de Francia, amigo de varios papas, llegó ayer al tribunal correccional sin hacer declaraciones y se sentó con la mirada en todo momento fija bien al frente o bien al suelo —en las más de seis horas de audiencia no se giró ni una sola vez hacia las víctimas que lo acusan de silencio, ni tuvo un solo gesto hacia ellas pese a estar a centímetros de distancia—, sin romper su mutismo salvo cuando fue llamado a responder a las preguntas de los jueces y los abogados. No se inmutó tampoco cuando, apenas un par de pasos atrás, otra de las centenares de víctimas violadas por un cura condenado por pederastia relataba a quien quisiera escucharle el martirio sufrido cuando fue violado a los 13 años. En su turno de palabra, el cardenal negó sin embargo fehacientemente haber buscado ocultar ese tipo de “hechos terribles”.
“¡Jamás intenté esconder, menos aún encubrir esos hechos terribles!”, sostuvo el cardenal, de 68 años. “Un error de apreciación, de reacción, puede. Pero encubrir, hacer como si no supiera lo que sabía, jamás, jamás, jamás (…) no veo de qué soy culpable”, insistió durante las casi tres horas que respondió a preguntas, afirmando también de manera reiterada que solo siguió “las instrucciones de Roma”.
Esa es, sin embargo, la principal recriminación que pesa contra él y contra otros altos miembros de la Iglesia católica tanto en Francia como en otros países: el secretismo y la voluntad de que los escándalos de pederastia no salieran de los muros vaticanos, aunque fuera a costa del sufrimiento de los miles de niños y niñas que durante décadas sufrieron los abusos de curas, como ha empezado a reconocer la Iglesia.
Ese es el objetivo final de los nueve hombres (uno se retiró de la demanda) que han sentado en el banquillo a Barbarin y a otros cinco antiguos altos responsables de la diócesis de Lyon, entre ellos un obispo y un arzobispo. “Queremos que reconozca que no actuó lo suficientemente pronto, que si se hubiera actuado antes, no estaríamos aquí”, explicó a periodistas una de las víctimas, Pierre-Emmanuel Germain-Thil.
Barbarin fue nombrado obispo de Lyon en septiembre de 2002. Entre los párrocos de su diócesis estaba Preynat, que en 1991 se había visto obligado a reconocer ante sus superiores que había cometido abusos contra menores cuando era responsable de un grupo local de scouts en los años ochenta.
A pesar de ello, los predecesores de Barbarin no lo denunciaron y decidieron mantenerlo en cargos en los que tenía contacto con menores, fiándose de su palabra de que no iba a seguir cometiendo actos de pederastia. Algo que también hizo Barbarin: en 2013 lo llegó a nombrar decano de varias parroquias, aunque ayer reconoció que desde que llegó a Lyon había escuchado “rumores” que lo llevaron a interpelarlo directamente en 2010 sobre la cuestión.
El cura, se justificó el cardenal, le aseguró que no había vuelto a cometer ningún abuso. “¿No le pareció a usted que no hay jamás garantía alguna cuando un pederasta asegura que no volverá a cometer esos actos?”, cuestionó la presidenta del tribunal, Brigitte Vernay.
“Lo aparté de toda función”
“Lo sorprendente es la falta de responsabilidad total en una institución” como la Iglesia católica, acotó Alexandre Hezez, cuya denuncia desató el caso en 2015. “Buscamos una responsabilidad de personas físicas, que son eslabones importantes en la cadena de silencio”, explicó.
En 2014 Alexandre Hezez se enteró de que Preynat seguía trabajando con familias y menores. Él es uno de los jóvenes que sufrió abusos del cura en el grupo scout que este llevaba. Rápidamente se puso en contacto con varios responsables de la diócesis de Lyon hasta llegar, finalmente, a Barbarin. A finales de ese año, este le instó a explicar por carta lo padecido y envió esa misiva “explícita” al Vaticano pidiendo instrucciones. Roma le responde en enero de 2015 instándole a apartar a Preynat de sus cargos pero “evitando todo escándalo público”.
“Yo fui más allá, porque Roma me decía que podía darle responsabilidades siempre que no fuera con niños y no le di ninguna responsabilidad, lo aparté de toda función. Fui más lejos de lo que se me pidió”, se defendió Barbarin ante el tribunal, que sin embargo le cuestionó también el largo tiempo que se tomó —varios meses— hasta que Preynat, que afrontará un juicio este mismo año, fue finalmente apartado de sus funciones.
Para Hezez, Barbarin, si bien no respondió ayer a todas las preguntas que hubiera deseado, fue “valiente” y “bastante sincero al reconocer errores”. “Creo que por fin se va a poder ver cómo se pudo imponer ese silencio” que ha perdurado décadas, confió. “Es un buen comienzo”.
El Papa: “Una de las plagas de nuestro tiempo”
De “crimen vil” y “una de las plagas de nuestro tiempo”. Así calificó ayer el papa Francisco los abusos sexuales a menores en un discurso ante el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano, en el que también criticó la violencia que sufren las mujeres. “No puedo callar ante una de las plagas de nuestro tiempo, que por desgracia ha visto implicados también a varios miembros del clero. El abuso contra los menores es uno de los peores y más viles crímenes posibles. Destruye lo mejor que la vida humana reserva para un inocente, causando daños irreparables para el resto de su existencia”, afirmó.
El próximo febrero, el Papa ha convocado una reunión con los episcopados de todo el mundo para abordar el problema. Con ella, dijo ayer, pretende dar “un paso más en el camino de la Iglesia para arrojar luz sobre los hechos y aliviar las heridas causadas”.
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