Empezar la carrera en Roma, seguir en Bruselas y acabarla en Madrid
Europa lanza un plan para crear 20 campus transnacionales con convalidaciones automáticas. Los consorcios compartirán profesores y proyectos de investigación
La Unión Europea lanza un ambicioso plan para que en 2025 haya 20 campus trasnacionales. La idea se gestó en una cumbre en Gotemburgo (Suecia) en noviembre de 2017, coincidiendo con la celebración de los 30 años del programa Erasmus, pero es ahora cuando empieza la cuenta atrás. Las universidades se movilizan estas semanas para crear consorcios de campus de al menos tres países diferentes que compartan alumnos —que si lo desean empezarán la carrera en un país y la terminarán en otro—, investigaciones y profesores. El próximo 28 de febrero termina el plazo para que las alianzas se presenten al programa piloto, dotado con 30 millones de euros. Se elegirá a seis consorcios que pondrán en marcha su plan a finales de 2019. Los descartados tendrán otra oportunidad en 2020.
“Ahora que hay dudas sobre el futuro de Europa, la mejor manera de unirse es compartir la cultura”, sostiene Eugenio Gaudio, rector de la Universidad de la Sapienza de Roma, en referencia al Brexit y el auge de los populismos antieuropeístas. Su reflexión es compartida por sus homólogos. “Hace 20 años el Plan Bolonia creó un espacio europeo del conocimiento y ahora hay que crear una Europa del futuro que no sea solo financiera, sino cultural”, resume Gaudio su alianza, European Civic University, que engloba a ocho campus, entre ellos el de la Autónoma de Madrid. “Y este paso a la Europa del conocimiento tiene que estar liderado por las universidades, no por otras instituciones”, agrega Rafael Garesse, rector de esta última. “Por eso en nuestra alianza estamos dispuestos a seguir adelante, independientemente de lo que pase en la convocatoria de febrero, que será muy competitiva”.
Alianzas que ya se han anunciado
European Civic University. Incluye a la Autónoma de Madrid, Marsella, Sapienza, Estocolmo, Bucarest, Libre de Bruselas,Tübingen y Atenas.
UNA Europa. La componen Complutense, Sorbona, Berlín, Bolonia, Cracovia y Lovaina.
ARQUS. La integran Granada, Graz, Leipzig, Padua, Vilnius y Lyon.
EUTOPIA. Engloba a la Pompeu Fabra, París-Sena, Libre de Bruselas, Warwick, Ljubljana y Gotemburgo.
European Campus of City-Universities. Participan Salamanca, Coimbra, Alexandru Ioan Cuza de Iasi, Pavía, Poitiers y Turku.
YERUN. Incluye Carlos III, Amberes, Bremen, Essex, Este de Finlandia, Maastricht y Roma Tor Vergat.
Nunca en la UE ha habido un programa universitario tan ambicioso en todo el espectro como este —incluye también al Personal de Administración y Servicios, para mejorar una gestión muchas veces lenta y farragosa—, pero hay experiencias previas. Por ejemplo, las universidades del País Vasco y Burdeos comparten cuatro másteres, dos laboratorios o doctorados con doble tutela. O la Universidad Pompeu Fabra pertenece a la Alianza de Universidades Europeas Líderes en Ciencias Económicas y Sociales (ALEUESS) que intercambia investigadores jóvenes y doctorandos .
Mientras que la Complutense (UCM) oferta un título doble en Derecho con la Sorbona desde 1995 y con Bolonia desde hace cuatro (no se ha graduado aún la primera promoción). “La Complutense busca universidades con las que tenga cierta analogía, como estas para establecer alianzas. Todas son históricas, públicas y muy grandes”, explica José María Coello de Portugal, el vicedecano de Relaciones Internacionales de la facultad de Derecho. “Cada universidad elige a la mitad de los alumnos y se cambian de destino a los dos cursos. Hay materias comunes (Economía o Filosofía del Derecho), pero muchas otras no, porque los códigos no son los mismos”, prosigue el profesor, “es un programa muy exigente pero muy reconocido”. La UCM se presenta al concurso europeo con estos campus.
A España le conviene este empujón de Bruselas, pues está muy rezagada en internacionalización de sus universidades. En 2016 apenas el 1,2% de quienes estudiaban un grado era extranjero —no se contabilizan los 45.000 erasmus— frente al 4,9% de media en la OCDE; un 14,2% de los que cursaban el máster (12% en la OCDE) y el 17,4% de los doctorandos (27% en la OCDE). Tres mesas técnicas trabajan actualmente en la concreción de una nueva ley universitaria —prioritaria en opinión de todos los grupos— y una de ellas está consagrada a la internacionalización, lo que da idea de su debilidad. En 2016, solo el 1,8% de los profesores de la universidad española era extranjero, frente al 43% en Suiza o el 3,5% en Portugal.
“Hay que formar a los jóvenes para una vida futura, y esta forzosamente no será siempre en su país. Ellos ya no se desconciertan ante las fronteras”, explica Yvon Berland, presidente de la Universidad Aix-Marsella. “Y hay que abordar la movilidad desde un ángulo de equidad social. Que haya un mecanismo común que permita a los estudiantes con pocos ingresos mudarse de país”, añade Yvon Englert, rector de la Universidad Libre de Bruselas. “Ahora hay desigualdades, porque se tienen que pagar un billete de avión, alojarse…”. La beca Erasmus del ministerio español, por ejemplo, no cubre gastos: se reciben 200 euros mensuales en países de nivel de vida bajo como Eslovaquia y 300 en países muy caros como Suecia. Muchas comunidades autónomas y universidades completan estas ayudas.
La alianza fuerza a los campus a reconocer académicamente los estudios de los otros, un paso fundamental porque los problemas de convalidaciones son tales que los interesados se ven obligados a cursar de nuevo asignaturas o deben de esperar meses tras someterse a una burocracia interminable. Aunque Yvon Berland, presidente de Aix-Marsella, recuerda y alerta: “Para que haya una universidad europea común se necesita pasar fases jurídicas, regladas, y no olvidemos que en mayo del año que viene habrá elecciones europeas. Esperemos que el proyecto continúe”.
Con información de Álvaro Sánchez (Bruselas).
Al inglés en clase le salen rivales con retraso
La alianza fuerza a los campus a reconocer académicamente los estudios de los otros —habrá intercambio de personal de administración para aprender a solventar trabas burocráticas— y fomenta el multilingüismo justo cuando Reino Unido abandona la Europa los 27. El camino contrario al de 2013, cuando Bruselas propuso en un polémico documento impartir clase en inglés, la lengua franca, para seducir a alumnos y profesores extranjeros. La Comisión Europea puso entonces los ojos en 2030, año en el que, según las estimaciones, se habrá cuadruplicado los universitarios en el mundo. En esa misma fecha, el 7,5% de la población será hispanohablante (535 millones), lo que abre el debate sobre la idoneidad de mantener el castellano en las aulas españolas. En la actualidad el 6,2% de los grados que se ofertan en la universidad pública en España son en inglés y el 10,2% de la privada.
Un gran promotor de este proyecto trasnacionales es el presidente francés Emmanuel Macron, quien en septiembre de 2017, en un solemne discurso sobre la Unión Europea, pidió que en 2024 los universitarios hablasen dos lenguas europeas. “Igual que los pioneros de Bolonia, Montpellier Oxford o Salamanca creyeron en el poder del aprendizaje, el espíritu crítico y la cultura, quiero que estemos a la altura de este gran propósito”, afirmó.
Del proyecto transnacional, que abarca desde los países nórdicos al Báltico y el este del continente, quedan fuera las universidades británicas, sobresalientes en muchos campos, y los rectores lo lamentan. “Queremos canalizar una forma para que las universidades británicas, aunque no puedan formar parte de la Unión Europea, estén presentes”, asegura Gaudio, de la Sapienza. “Los profesores y los estudiantes británicos ya se han manifestado en contra del Brexit y eso no es casual. Tenemos valores comunes. Incluso estos años han intensificado las colaboraciones con ellos”. Mientras tanto, campus británicos y españoles han consensuado un manifiesto conjunto reclamando que se mantengan los intercambios de alumnos e investigaciones. El 30% de sus alumnos provienen de la UE.
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