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Holanda teme una subida de medio grado que desborde su nivel de aguas

"Este país existe porque llevamos años preparándonos para el futuro; no solo para reaccionar ante un desastre", dice Henk Ovink, enviado especial del agua

Torre de observación de la barrera Afsluitdijk.
Torre de observación de la barrera Afsluitdijk.WikiCommons
Isabel Ferrer

Naciones Unidas calcula que hay en el mundo 25 millones de refugiados por los problemas del agua derivados del cambio climático. Para 2050, cree que la cifra habrá aumentado a 250 millones: el 10% de África. Trasladando la cifra a Holanda, es como si 1,7 de los 17 millones de sus habitantes tuviera que dejar su hogar. El 30% del territorio del país está bajo el nivel del mar y un 60% presenta riesgo de inundación. Para los holandeses resulta vital no superar una subida de temperaturas de 1,5 grados, como han pedido en un informe los asesores de la ONU. Medio grado más duplicaría la posibilidad de una elevación extrema del nivel de las aguas.

La altura que alcanzarían no está clara. El IPCC (siglas en inglés del informe de Naciones Unidas) habla de un aumento de entre 30 y 60 centímetros en este siglo. En cambio, estudios gubernamentales holandeses señalan hasta 1 o 2 metros de subida del Mar del Norte para el año 2100, si las temperaturas se incrementan hasta 2 grados. Como Holanda es geográficamente un delta, el deshielo de los glaciares derivado del calentamiento global y las lluvias extremas previstas pueden desbordar a su vez los tres grandes ríos que la atraviesan: Rin, Mosa y Escalda. Y lo contrario, las sequías subsiguientes, también señaladas por los expertos, complicarían la navegación fluvial.

“El agua es esencial en cualquiera de sus principales estados: poca, demasiada o contaminada. Holanda existe porque llevamos años preparándonos para el futuro; no solo para reaccionar ante un desastre. Su manejo y su seguridad aparecen en la Constitución, que involucra a las autoridades locales, regionales, provinciales y nacionales”, dice Henk Ovink, enviado especial de su país para asuntos del agua. Recibe a la prensa internacional poco antes de salir para Bangladés, situado en el delta del río Ganges. Él reúne a Gobiernos, expertos y empresas mundiales para “afrontar juntos la amenaza, pero también oportunidades del agua”. “Holanda es otro delta vulnerable ante la alteración de las temperaturas. El mensaje de los expertos de la ONU nos obliga a pasar a la acción. La clave está en colaborar, ser flexibles y adaptarse, porque no hay una píldora que solucione el cambio de clima”. Ovink dice que todos cuentan en este empeño, “pero si el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, abandona, no se para el mundo”. “Con o sin su ayuda, hay que mitigar el calentamiento global y sacar partido al agua porque nos va la vida en ello”.

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El pasado 16 de octubre, poco después de esta charla, Ban Ki-moon, ex secretario general de Naciones Unidas, el multimillonario filántropo Bill Gates, y la directora general del Banco Mundial, Kristalina Georgieva, presentaron en La Haya la Comisión Global de adaptación al cambio climático. Eligieron Holanda por su lucha y manejo del agua, y esperan poner así en marcha “un movimiento global, con expertos y empresas, para poder adaptarnos a tiempo al nuevo entorno que nos espera”.

Mucho antes de que el alza del nivel del mar se convirtiera en una amenaza acuciante, Holanda tuvo su “momento Katrina”, el huracán que inundó Nueva Orleans en 2005 causando en total cerca de 2.000 muertos. Se produjo en 1953, y como ocurrió en Estados Unidos, los diques cedieron debido a su mal estado. En el caso holandés, el factor desencadenante fue la combinación de un temporal y una marea viva procedente del Mar del Norte. Perecieron 1.800 personas en la provincia de Zelanda, al suroeste, y la tragedia obligó a reforzar sus defensas. Ese mismo año se puso en marcha el Plan Delta. Costó el equivalente a 5.000 millones de euros actuales, para levantar represas, esclusas, diques y compuertas hidráulicas contra la subida del agua en las provincias afectadas, alrededor de la desembocadura del Rin, Mosa y Escalda. En 1997, los trabajos culminaron con la barrera de Maeslant, ubicada a la entrada del puerto de Róterdam, en uno de los brazos del delta formado por el Rin y el Mosa. Protege a la ciudad, y a Zelanda, de las inundaciones. La compuerta se cierra cuando el caudal se eleva tres metros más de lo normal, y su mantenimiento es riguroso, en especial ahora.

Estas barreras han evitado nuevas catástrofes y han permitido gestionar los ríos de otro modo. Pensando en un deshielo más rápido de lo previsto, se puso en marcha en 2010 el programa Espacio para el río, que les deja inundar la tierra circundante de forma controlada. Hace sitio a base de apartar de la orilla los antiguos diques de contención, y de rebajar el lecho para que pueda llevar más agua. Incluye el Ijssel, afluente del Rin, y para 2019 el Gobierno ha reservado “375 millones de euros para adaptarnos a los retos del cambio climático”, según explican fuentes del Programa del Plan Delta.

Afsluitdijk, una barrera contra las mareas que dejará pasar a los peces

El buen manejo del agua tiene su máxima expresión en Holanda en la barrera contra las mareas -Afsluitdijk- que cierra desde 1932 el Zuiderzee (Mar del Sur), la antigua bahía formada por el Mar del Norte al noroeste del país. El agua atrapada dentro se convirtió en un lago de agua dulce -Ijsselmeer- que toma el nombre del río Ijssel. “Afsluitdijk debe soportar las grandes tormentas previstas por la ciencia a razón de una cada 10.000 años, y no ha dejado de renovarse. Hasta 2023, se invertirán 900 millones de euros en su conservación. El cambio de clima obligará a reforzarla poniendo en el agua 75.000 bloques de cemento de 6.500 kilos cada uno. También se construirá un canal para facilitar la migración de los peces, que no pueden cruzarla hoy, e impulsaremos la economía local subrayando la faceta turística de un lugar pensado en origen para protegernos”, afirma Tjalling Dijkstra, gerente del programa de renovación.

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