Asesino, pero “buen padre de familia”
Los agresores han aprendido a usar la violencia, y ahora saben que la forma de ocasionar más daño a la mujer no es matarla a ella, sino a sus hijos
La realidad solo es la última mirada antes de darnos cuenta de lo que en verdad sucede, por eso los estereotipos y los mitos son tan importantes a la hora de definirla, y por ello el machismo ha permanecido hasta nuestros días a pesar de su violencia histórica. Y mientras que las mujeres son “malas y perversas” desde la Eva del Paraíso, los hombres han sido considerados como “buenos padres”, hasta el punto de que aún hoy se discute si un maltratador es un mal padre.
Así lo recoge el Derecho cuando el Código Civil sitúa la referencia sobre lo que debe ser una persona razonable en la figura del “buen padre de familia”. El mismo padre que históricamente ha maltratado a las madres y a sus hijos a través de la violencia de género, porque ahí es donde reside la clave de esta violencia estructural. Su objetivo es mantener el orden establecido por una cultura machista, y para ello necesita controlar a las mujeres dentro de los límites que cada agresor establece a partir de las referencias comunes de la cultura. Los hijos y las hijas forman parte de esa estrategia de sometimiento bajo la amenaza o las agresiones y, sin embargo, nada de eso cuestiona a los padres maltratadores, hasta el punto de aceptar la idea de que maltratar a la madre no es incompatible con amar a los hijos. Y en España, según la macroencuesta de 2011, son 840.000 los niños y niñas que viven en hogares donde sus padres maltratan a sus madres.
Toda esta estrategia se viene abajo cuando el agresor pierde el control de la mujer. La separación se presenta como el fracaso absoluto del maltratador en un doble sentido. Desde el punto de vista material pierde el control de la mujer, y desde el punto de vista moral se ve cuestionado como hombre por no haber sido capaz de mantener el orden dado. La ruptura de la relación es el factor que más eleva el riesgo de homicidio de la mujer, y también el de los hijos e hijas, especialmente en estos últimos años.
Los agresores han aprendido a usar la violencia, y ahora saben que la forma de ocasionar más daño a la mujer no es matarla, sino asesinar a sus hijos y dejarla a ella atrapada en la celda del recuerdo. Por eso desde 2013 han sido asesinados 27 menores dentro de esta estrategia consciente, como demostró el español Juan Sergio Oliva cuando en febrero de 2017 asesinó a sus dos hijos en Alemania, después de advertir semanas antes que iba a hacer lo mismo que José Bretón.
No son locos, son violentos y machistas. Por eso su objetivo es doble: herir en lo más hondo a las mujeres y salir reforzados como hombres; saben que después vendrán las justificaciones que dirán que perdieron la cabeza… Cuestionarán su salud mental, pero nadie dirá de ellos que fueron “malos hombres”.
Miguel Lorente fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género y es autor de Mi marido me pega lo normal (Crítica).
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