La lucha de Jadiya: contra sus 12 violadores y quienes no la creen
EL PAÍS se reúne con Jadiya en medio de la polémica en Marruecos. Familiares de los encarcelados por secuestrarla y abusar de ella cuestionan su versión
Jadiya, la mujer de 17 años de la que todo el mundo habla en Marruecos, está llegando a su hogar. La casa es un corralón de tierra con tres habitaciones. Varios conejos caseros corretean cerca de la cocina. Las chapas, las piedras, las puertas desvencijadas, todo lo que hay entre esas paredes refleja la miseria de un matrimonio que además de a Jadiya tiene dos niñas de 12 y 5 años y un hijo de 13. La pobreza de la casa y del pueblo es un ingrediente esencial en esta historia. Jadiya y su padre, Mohamed Akarrú, asisten en Beni Melal -el pasado jueves- al primer día del juicio contra 12 hombres acusados de violar, secuestrar y torturar a esta adolescente. Son las tres de la tarde en el municipio de Ouled Ayad, de 40.000 habitantes.
En el tribunal de Beni Melal, ciudad situada en el centro geográfico de Marruecos y a una hora en coche desde Ouled Ayad, comparecen por primera vez los 12 acusados. Una cuarentena de familiares de los detenidos se ha concentrado a las puertas del tribunal. Algunos insultan a Jadiya, les han dicho que es una mentirosa y que está arruinando sus vidas.
“Me gustaría irme de este pueblo”, dice Jadiya sentada sobre un umbral, en su casa. “Estoy cansada de escuchar lo que la gente dice de mí”, concluye para ya no hablar más.
“Estoy cansada de escuchar lo que la gente dice de mí”, se duele la joven
El 17 de agosto, Jadiya relató durante cuatro minutos, con el rostro difuminado, ante el canal marroquí Chouf TV, su escalofriante versión sobre los dos meses de ausencia. Dijo que cuando estaba sentada en la puerta de la casa de su tía, el pasado junio, llegaron dos desconocidos y la raptaron a punta de cuchillo. “Me llevaron a un sitio que no conozco y un chico me violó. Luego me violaron los demás. Cobraban dinero a otros chicos que venían para violarme. Me tatuaron el brazo, pero no me acuerdo de nada. Me despertaron un día con dolor y vi los tatuajes”. Ese mismo día, las autoridades locales detuvieron a nueve acusados. Después, a otros tres. La imagen del brazo de Jadiya con los tatuajes y quemaduras de cigarro a la altura de la muñeca conmocionaron al país. Durante los días siguientes, todo se complicó.
Mientras en las redes aparecían hashtags de apoyo a Jadiya, una mujer que posee un centro de tatuaje en Rabat, Linda Paradis, dijo que los tatuajes tienen más de dos meses de antigüedad. Los familiares de los encarcelados difundieron vídeos donde aseguraban que Jadiya actuó por su propia voluntad, que es una pervertida, que fuma y bebe y suele frecuentar la compañía de los hombres. Y que el padre sabía que no había sido secuestrada y por eso no denunció el caso cuando los captores entregaron a Jadiya en su casa el 17 de agosto.
“Yo soy diabético”, comenta el padre, “y estaba aún muy débil por una operación que me habían hecho en el estómago, mire la cicatriz. Yo denuncié la desaparición de mi hija a la gendarmería a los diez días de su secuestro. Mucha gente en el pueblo sabía que la tenían secuestrada. Yo salí a buscarla una vez, pero se fueron del lugar donde la tenían. En cuanto a los tatuajes, un hospital de Casablanca le está haciendo pruebas para demostrar que se los hicieron en estos dos meses”.
El entorno de los acusados la cree una “pervertida” que actuó porque quiso
Mohamed Akarrú trabaja a veces de peón de albañil o toca la zurna, un instrumento de viento, en las bodas. Ella dejó la escuela con 12 años, pero dice que le gustaría ser periodista. Dos vecinos de Jadiya comentan que la chica tiene “problemas de cabeza”, que a veces le entran crisis y suele abandonar su casa. “Pero nunca se había ido con hombres, ella era virgen”, comenta una vecina. Su padre niega que la hija abandonase nunca su casa. Aziz Barnusy, miembro del comité de apoyo a Jadiya en el pueblo, explica que ella es “un poco más moderna” que las chicas de Ouled Ayad. “Tampoco es que sea muy distinta. Pero en su forma de hablar, de vestir, es más moderna… Es muy inteligente. La gente dice que fumaba o bebía. No lo sé. Lo que sí sé es que nunca lo hizo en público. Y, por supuesto, esa no es ninguna razón para violar a una mujer”.
Nordín Saidi, un hombre de 36 años casado y con una hija de 5 años, encabeza el comité de apoyo a Jadiya. Reconoce que la mayor parte de la gente en el pueblo cree la versión de los detenidos. “Primero, porque son 12. Es decir, 12 familias con 12 entornos que difunden sus propias versiones. Y, después, porque en esta sociedad la mujer tiene un papel muy inferior al del hombre. No es casualidad que el nacimiento de los niños se celebra con siete yuyus (gritos festivos de las mujeres, muy comunes en el norte de África) y el de las niñas, solo con uno”.
Cuando se le pregunta a Nordín Saidi por qué ha creído desde el principio la versión de Jadiya, responde: “Porque vi su sufrimiento”.
Aziz Barnusy añade: “Creí a Jadiya, y la creo porque soy de aquí. Y conozco a la gente. Y sé que el entorno social en el que se mueven muchos es el del crimen. Siete de los 12 acusados tienen antecedentes penales. Aquí los jóvenes no tienen nada: ni empleo, ni lugares para hacer deporte… Solo drogas y alcohol”.
Barnusy concluye: “Los medios, que siguen en su mayor parte las directrices del Estado, intentan enfocar este tema como una división entre quienes apoyamos a Jadiya y quienes apoyan a sus violadores. Pero eso deja al margen la responsabilidad del Estado, que tiene mucho que ver en todo esto. No ha ofrecido ni educación a los agresores, ni protección a Jadiya. Esperemos que haya justicia y que este caso marque un antes y un después en Marruecos”.
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