El Gobierno teme que la falta de noticias sobre Iván Márquez tumbe el proceso de paz con las disidencias de las FARC
Antes de romper el contacto con el Gobierno, el líder guerrillero pidió que se le levantara la orden de captura para poder tratarse mejor de su convalecencia
Unos dicen que se encuentra en Venezuela, otros que en Cuba. La realidad es que nadie sabe ahora mismo con certeza dónde se encuentra Iván Márquez, el histórico guerrillero que negocia, como jefe de una de las principales disidencias de las FARC, un acuerdo de paz con Gustavo Petro. El Gobierno teme que la falta de noticias sobre Márquez entierre, nada más empezar, unas conversaciones con las que se pretendía desmovilizar a los últimos guerrilleros activos en Colombia ―muchos piensan que ya han abandonado la lucha revolucionaria y su principal interés ahora es el narcotráfico y la extorsión―.
Márquez sufrió un brutal atentado a manos de unos mercenarios en 2022, en la frontera entre Colombia y Venezuela, que estuvo a punto de costarle la vida. Durante meses cundió el rumor de que había muerto. Sin embargo, reapareció en mayo de este año en un vídeo ―difundido en exclusiva por este periódico― en el que anunciaba su apoyo al proceso constituyente que impulsaba Petro. En la grabación se notaba que había perdido un ojo y la movilidad de una mano debido a los explosivos que le colocaron en uno de sus cigarros a modo de trampa.
El vídeo era noticioso en tanto que mostraba vivo a Márquez, comandante en jefe de la Segunda Marquetalia. Según fuentes consultadas, el guerrillero había pedido recientemente al Gobierno que le levantaran la orden de captura que pende sobre él para poder tratarse mejor de su convalecencia. Después de esa comunicación se hizo un silencio entre las partes que hace temer que Márquez, esta vez sí, haya muerto. “Rumores, dudas, pero nada cierto”, señalan desde el entorno del presidente. Por complicaciones como esta, Petro ha ido poniendo en segundo plano los diálogos con actores armados, que había englobado en algo que llamó la paz total, una suerte de negociación simultánea con todos los grupos alzados contra el Estado. Una empresa tan ambiciosa como difícil de concretar, principalmente por la falta de voluntad de estos grupos paramilitares y guerrilleros que han hecho de la lucha armada una forma de vida.
El primer proceso de paz de Petro se abrió con el ELN, la guerrilla más antigua de todas, nacida por el entusiasmo que generó entre un grupo de estudiantes la revolución cubana. Entre unos cuantos curas y universitarios se creó este grupo armado que nunca ha llegado a controlar grandes partes del territorio, como sí hicieron las FARC, pero que tiene apoyo social e implementación política en unas cuantas regiones del país. Los enviados del presidente y los jefes negociadores del ELN iniciaron, muy animados, las negociaciones en Caracas, bajo el auspicio del chavismo, pero dos años después el diálogo es un fracaso y las posturas de unos y otros están cada vez más alejadas. Petro ha llegado a decir, de forma directa, que los jefes del ELN se encuentran más cerca de Pablo Escobar que de Camilo Torres, un sacerdote guerrillero, muerto en combate, que encarnó en los años sesenta unos ideales que ahora parecen perdidos.
El Gobierno confiaba en que Márquez, al que veían muy convencido, ordenara a sus hombres dejar los fusiles ―se calcula que lidera un ejército compuesto por 1.000 efectivos―. Sin embargo, la falta de información sobre su paradero genera incertidumbre a Petro y su entorno. En junio de este año, el Gobierno y la Segunda Marquetalia abrieron un proceso de diálogo, también en Caracas, a pesar de que existían muchas dudas jurídicas. No queda claro si los desertores del anterior acuerdo de paz ―firmado en 2016 por Timonchenko, como jefe total de las FARC, y el presidente Juan Manuel Santos― podrían iniciar otro nuevo o ya debían ser perseguidos como criminales.
El origen de la Segunda Marquetalia ―bautizada así por el lugar en que nacieron las antiguas FARC― se remonta al momento en que Luciano Marín, el verdadero nombre de Iván Márquez, anunció en agosto de 2019 que retomaba las armas junto a otros comandantes que para entonces ya se habían apartado de sus compromisos con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el sistema de justicia transicional surgido del acuerdo de paz. Aunque nunca hubo una desbandada de firmantes como se temió en un primer momento, el fuego de las disidencias ha estado alimentado por nuevas dinámicas de reclutamiento forzado, a menudo de menores de edad. Petro quería cerrar el capítulo de las FARC para siempre, de una vez por todas, pero ahora se encuentra con el problema de que nadie sabe dónde está Márquez. Sin él, la paz corre peligro.
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