El Gobierno de México desmantela la casa de Mamá Rosa
El destino del albergue La Gran Familia, una propiedad privada de 2.500 metros en Zamora (oeste del país), es incierto
Decenas de niños, niñas y adolescentes comenzaron a bajar por las escaleras del primero de los tres patios del albergue de La Gran Familia en Zamora (Michoacán, oeste de México) ante las decenas de cámaras. Pasaron a uno de los patios interiores mientras Laura Vargas Castillo, presidenta del sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de México (DIF), y Salvador Jara, gobernador de Michoacán, visitaron el albergue. Unos minutos después, los niños comenzaron a salir en pequeños grupos. Son algunos de los 160 chicos que han salido del hospicio con destino a otros albergues del país. En el interior quedan 341. El Gobierno mexicano ha tomado las riendas de la casa de Mamá Rosa. La Gran Familia, o lo que era hasta ahora, ha dejado de existir.
Vargas Castillo explica que el Gobierno efectuará pruebas de ADN y realiza la identificación de los niños que aun están en el interior. Jara explicó que han comenzado por enviar a los que eran de otras regiones del país a sus lugares de origen. Zamora, de 140.000 habitantes, no cuenta con un albergue gestionado con el Gobierno. Solo existía este hospicio y otro exclusivo para niñas, gestionado por la Iglesia católica.
El uso de la casa de 2.500 metros cuadrados donde funcionaba La Gran Familia es incierto. “La propiedad es privada”, explicó el gobernador de Michoacán. Pertenece a Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, Mamá Rosa, la fundadora del albergue que permanece ingresada en un hospital de esta ciudad. La Procuraduría General de la República (PGR, Fiscalía) ha dicho que no hay una orden de arresto en su contra, pese a la operación policial y militar de la semana pasada. Existen cargos para al menos cuatro personas que ayudaban a dirigir el sitio, que han sido acusados de abusos sexuales y físicos.
Algunos de los niños lloraban. Una adolescente se desmayó metros después de salir, al despedirse de otro chico de su edad. En el tercero de los patios, donde vivían los chicos, está Ana Gabriela Alfaro, de 24 años. Su mirada es agridulce. “Estoy contenta de que todo haya acabado, pero triste porque ya no voy a ver a mis amigos”. Llevaba 12 años en La Gran Familia. Cuenta que intentó, en cuanto cumplió la mayoría de edad, ir con su familia, pero que Mamá Rosita no se lo permitía. “Ella era buena con unos y mala con otros”. Afirma que entró porque huyó de su casa y dos primas suyas vivían ahí. Es madre soltera de un niño de cuatro años que se llama Gabriel pero al que todos dicen Gabo.
La chica insiste que lo que quiere es regresar a casa “y recuperar el tiempo que perdí con mi familia”. Pide que se pregunte si entre los familiares que esperan afuera está Gabriel Alfaro, su padre, también vecino de Zamora. El Gobierno federal ha limpiado el albergue, hay baños portátiles en los patios, los retretes que rebosaban heces y orines han sido vaciados y la entrada ha sido cubierta con cal para evitar los malos olores. El almacén donde guardaban la comida, en el tercer patio, mantiene el hedor a comida podrida.
A solo unos metros, un empresario de hostelería se mostraba escéptico de la operación: “Si los sueltan a los papás de ellos, se acabaron. Esos niños no tienen futuro y eso [La Gran Familia] no es Zamora. La orilla de la ciudad está peor”. Conversa con otro más, que añade: “Ojalá ya dejen de hablar solo de las cosas malas de Zamora”. ¿Y cómo habían podido pasar tantos años sin que nadie se diera cuenta? Ana Gabriela Alfaro, la madre de Gabo, la que vive en el tercer patio, responde: “Nadie entraba hasta aquí”.
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