La Fiscalía mexicana deja en libertad a Mamá Rosa
Las autoridades dejan libre, por su edad y deterioro, a la fundadora del albergue La Gran Familia La acusación se centra ahora en seis de sus colaboradores
La Procuraduría General de México, que el pasado miércoles situó a Rosa del Carmen Verduzco en la cúspide de los abusos y vejaciones practicados en su internado de Zamora (Michoacán), aflojó el cerco y la dejó en libertad la noche del sábado. Sometida una fuerte presión por intelectuales y personalidades, la fiscalía derivó las acusaciones a seis de sus colaboradores y decidió, por el momento, no presentar cargos en contra de Mamá Rosa alegando su deterioro mental y su senectud. La maniobra da un respiro a la procuraduría ante una ola de críticas que estaba adquiriendo un creciente peso político, pero deja en el aire la cuestión de cómo es posible que a lo largo de tantos años los menores sufrieran esas sevicias sin que ninguna institución interviniera. Otro interrogante es el destino de Verduzco y sus cientos de adopciones. La investigación judicial deberá resolver las reclamaciones de las decenas de padres que quieren recuperar a sus hijos. Mamá Rosa, hasta la fecha, se ha venido negando, bajo el argumento de que los progenitores tenían un compromiso firmado con ella para los que los menores acabasen sus estudios. Pero el centro, como indican fuentes de la fiscalía, difícilmente volverá a los tiempos pasados. Y tampoco Mamá Rosa. El vendaval desatado por los relatos de abusos y malos tratos ha hecho mella no sólo en la reputación, sino también en su salud.
Tras la intervención policial en el internado, la mujer, diabética y de 79 años, fue ingresada por una isquemia cardiaca en la habitación 206 de la planta alta del hospital de San José, en Zamora. La Procuraduría General, según fuentes sanitarias, la catalogó como “delincuente de alta peligrosidad” y la puso bajo custodia. Dos mujeres policía hicieron guardia dentro de la habitación; mientras fuera, junto a la puerta, una fiscal y tres agentes federales velaban para que nadie entrase. Este blindaje se completó con otros 10 miembros de las fuerzas de seguridad atrincherados a la entrada del centro sanitario. Las visitas estaban prohibidas, también las comunicaciones con el exterior. Ni siquiera al propio director del hospital, Alberto Sahagún, se le permitía ver a la paciente. Este bloqueo levantó las iras del estamento médico. “Jamás había visto algo semejante. Es una enferma, que llegó aquí aquejada por una cardiopatía”, se quejó con amargura el doctor Sahagún. Nacido en Zamora, este médico, hermano de la esposa del expresidente Vicente Fox, decidió romper una lanza por su paciente:
- “Mire, para llegar a una casa-hogar repleta de niños no se necesita tanquetas y rifles. Y si el internado está sucio, que en vez de armas, traigan productos de limpieza”.
- Pero lo que se investigan son también abusos, vejaciones y violaciones de menores.
- Puede que esta mujer no haya podido controlar como controlaba antes. Pero ser pobre y no tener para atender como es debido, no quiere decir que se sea un delincuente, sino que se necesita ayuda.
La opinión del doctor Sahagún constituye el núcleo de una argumentación, que tras la detención de Verduzco, han expresado numerosos intelectuales mexicanos y que ha culminado en un manifiesto firmado, entre otros, por Jean-Marie Le Clézio (Premio Nobel de Literatura), Enrique Krauze, Elena Poniatowska (Premio Cervantes), Jean Meyer, Javier Sicilia o Juan Villoro. El texto, sin negar los supuestos abusos y la necesidad de sancionarlos, critica el exceso policial al enviar al Ejército al internado y el “linchamiento” al que se ha sometido a su principal figura. “Esta mujer ha suplido las carencias asistenciales en una zona paupérrima donde no llegaban ni el Estado ni la Iglesia. Su institución vive de la caridad pública. Cuando yo la visité por primera vez, en 1983, ya era una leyenda. Desde los 13 años, sacaba a los niños de una miseria espantosa, y les daba una educación”, explica Krauze, abanderado de la protesta.
La presión a favor de Verduzco ha tenido efecto. Pero queda la incógnita de qué hará. Sus allegados creen que intentará volver al internado. “Si no le dejan volver, habrá perdido el objeto de su vida”, explica su primo, el sacerdote Alfonso Verduzco, que le ha seguido los pasos desde niña, cuando aquella chica de carácter fuerte y gestos hombrunos recogió por primera vez un niño de la calle, un pequeño al que los borrachos de Zamora daban vino y hacían bailar encima de las mesas de las tabernas. Han pasado 65 años desde aquello. Y ahora, más allá de pulsos políticos y recordatorios, se abre la duda de cómo casi quinientos menores pudieron vivir en esas condiciones, sometidos a abusos y vejaciones, en un internado conocido en todo México, sin que ninguna autoridad local, federal o estatal actuase antes.
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