El reto de superar Kioto
La reunión de París de 2015 debe concluir con un nuevo reparto de emisiones La relajación de los compromisos amenaza la posibilidad de acuerdo
“El mundo debe tomarse este informe muy en serio”. La frase, pronunciada ayer en Japón por el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, viene a resumir el propósito con el que la ONU ha reunido a centenares de científicos de todo el mundo para evaluar la ciencia del calentamiento. Tienen el encargo de revisar la evidencia, de estimar los impactos y de aconsejar a los líderes mundiales cómo actuar frente al cambio climático. “Esto afectará a cientos de millones de personas si no hacemos nada”, insistió ayer Pachauri durante la rueda de prensa, transmitida onlineen varios idiomas, de presentación del informe del Grupo II.
“Contiene muchas malas noticias y escenarios alarmantes”, aseguró Christopher Field, codirector del Grupo II. Habló, por ejemplo, de cómo un 25% de los estudios sobre las cosechas predicen que hasta final de siglo se reducirán hasta un 50%. Pachauri, a su vez, mencionó a los “refugiados climáticos” y el aumento de los flujos migratorios y de los conflictos entre poblaciones por culpa de la privación alimentaria. “Esto ya está ocurriendo y se intensificará con el cambio climático”, advirtió el presidente, así que “hacen falta medidas urgentes”. Está claro cuáles: reducir emisiones de efecto invernadero.
Los informes del IPCC —el primero es de 1990— son la base de las negociaciones internacionales sobre las medidas que hay que adoptar ante el problema del cambio climático. En estas cumbres ya no se discuten las pruebas científicas —para eso está el IPCC—, sino que se parte de la aceptación del diagnóstico de los expertos. La cumbre sobre cambio climático de París del año que viene tiene como objetivo acordar un nuevo reparto de emisiones, esta vez con la inclusión de las potencias emergentes como parte fundamental. El objetivo es llegar —con una etapa preparatoria en Lima a finales de este año— a un compromiso ambicioso hasta 2020 que sustituya el acuerdo de Kioto. Pero mientras el globo terráqueo se calienta, el entusiasmo de los países parece enfriarse.
“El mundo debe tomarse el informe en serio”, dice el presidente del IPCC
La pasada Cumbre de Varsovia de finales de 2013 fue el preocupante termómetro del choque de intereses. Con el peso de la economía mundial gravitando hacia China y el sureste asiático, el papel del mayor país del mundo va a ser fundamental. El Gobierno del gigante asiático ha tomado alguna medida, como empezar a considerar la compraventa de derechos de emisión. Con una economía expansiva, y la perspectiva de que se impongan por primera vez límites a sus emisiones, la decisión de China, junto a EE UU, será fundamental. Este papel choca con las posturas proteccionistas de otras potencias, como se manifestó en Varsovia, cuando Australia y Japón redujeron su compromiso. También la UE ha perdido fuelle. Bruselas ha planteado reducir un 40% sus emisiones con respecto a 1990. Parece mucho, pero gran parte ya está hecho y bastaría con seguir las políticas actuales —ayudada por la recesión que ha disminuido la producción industrial y las necesidades de transporte— para rondar ese objetivo. De hecho, el abandono de los incentivos a las renovables va en esta línea de no presionar a los países miembros.
De hecho, la UE vive en su seno una disputa similar a la que enfrenta a las grandes potencias con el grupo de los 77 —si es que se mantiene esa alianza forjada en Varsovia de países más o menos emergentes: la mayor parte de las emisiones actuales ha sido emitida por los países occidentales durante un siglo de desarrollo. Quemar energía es fundamental para todos los procesos, y los menos avanzados industrialmente (en la UE, el Este; en el mundo, el Sur) reclaman que los más ricos asuman su parte de responsabilidad, y sean más generosos en futuros acuerdos.
Dentro de este conflicto de intereses, hay un grupo de países especialmente vulnerables: son los Estados insulares que, ante una subida del nivel del mar, pueden, simplemente, desaparecer o requerir inversiones enormes para frenar al mar, convirtiéndose en multitud de archipiélagos protegidos por diques carísimos y que serían, a su vez, un freno para su desarrollo, basado en el turismo y la pesca. Están entre los más interesados en llegar a un acuerdo, pero no tienen tanta fuerza.
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