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Un diagnóstico certero para el coma

Una investigación define dos variables para medir los daños cerebrales tras un traumatismo La exploración con resonancia magnética permite detallar el estado del paciente

No siempre es sencillo medir el estado en el que ha quedado la función cerebral en un paciente que ha sufrido un traumatismo craneoencefálico. Discernir si la víctima está en coma, en estado vegetativo, en mínima consciencia o tiene un síndrome de enclaustramiento (aquel estado en el que se está plenamente despierto pero en el que la persona no puede comunicarse por estar totalmente paralizado), y, sobre todo, en qué grado, puede ser una tarea compleja.

De ahí la importancia de contar con técnicas que puedan medir con valores objetivables los efectos de estas lesiones, como la que este lunes han presentado investigadores del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital de Cruces (BioCruces) de Barakaldo. Se trata de un procedimiento que analiza dos biomarcadores cerebrales que se pueden examinar mediante una exploración con resonancia magnética que publica la revista Frontiers in Neuroinformatics.

"Partiendo de otras investigaciones que habían establecido que la función cerebral en pacientes comatosos podía estar alterada, nos hemos centrado en el análisis de las redes de conectividad funcional del cerebro", indica Jesús M. Cortes, líder del grupo de Neuroimagen Computacional de BioCruces.

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El primero de los biomarcadores examina la comunicación entre los dos hemisferios cerebrales. Para ello, se estudia el consumo de oxígeno que reflejan las imágenes dinámicas que muestra la resonancia magnética funcional. Un cerebro sano muestra registros simétricos a ambas partes del cerebro, mientras que en el caso de que el paciente esté en coma, los consumos no son sincrónicos ya que existen problemas de comunicación entre las dos mitades.

El segundo tiene que ver con el intercambio de información que tiene lugar entre 90 áreas anatómicas en las que los autores del trabajo han dividido el cerebro (amígdala, corteza visual, corteza motora, tálamo…). La actividad (la transferencia de bits) también se mide a partir de la observación del consumo de niveles de oxígeno. Registros bajos se relacionan con menor actividad cerebral.

Hasta el momento, el procedimiento convencional para determinar el déficit de conciencia consiste en practicar un estudio que mide variables como la respuesta a señales auditivas, verbales o motoras (un estímulo doloroso, por ejemplo). En función de las reacciones de la persona, se elabora el grado de déficit de capacidad cerebral, que oscila entre el 0 y el 23. Sin embargo, este análisis clínico puede no ser preciso.

Según sus autores, el procedimiento presentado este lunes permite un diagnóstico más preciso de los daños en la función cerebral, y puede mejorar el pronóstico de estos pacientes así como su rehabilitación neuropsicológica, al poder definirse con mayor detalle las partes del cerebro más afectadas, donde habría que incidir en la recuperación.

En el trabajo, que se basa en el estudio de ocho pacientes, ha participado el neurocientífico Dante Chialvo, del laboratorio de neurofisiología de la Universidad de California Los Angeles. Junto a los trabajadores del instituto de investigación de BioCruces colaboraron la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina.

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