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El ‘fracking’ atrae réplicas de terremotos lejanos

Científicos comprueban que la alteración del subsuelo por la actividad humana aumenta el riesgo de seísmos

Elena G. Sevillano
Terremoto en Oklahoma (EE UU) en 2011.
Terremoto en Oklahoma (EE UU) en 2011. Sue Ogrocki (AP)

Los enemigos del fracking, la controvertida técnica de extracción no convencional de gas, tienen nuevos argumentos para cuestionarla o, al menos, exigir un estricto control medioambiental a este tipo de explotaciones de hidrocarburos. Un estudio publicado ayer en la revista Science relaciona los terremotos con la inyección de aguas residuales, una de las técnicas que usa el fracking. Los investigadores, de la Universidad de Columbia, aseguran que seísmos ocurridos en lugares lejanos han desencadenado terremotos en zonas de Estados Unidos donde se elimina el líquido sobrante de las explotaciones (no solo de gas; también de petróleo) inyectándolo en el subsuelo a gran profundidad. El estudio habla, por ejemplo, de un terremoto en Chile que provocó actividad sísmica en Oklahoma y de otro en Japón (el del tsunami de 2011) que generó seísmos en Tejas.

La sismicidad inducida por terremotos ocurridos a miles de kilómetros es algo conocido, explica por correo electrónico el investigador principal, el geólogo Nicholas van der Elst. “Para que suceda, las fallas tienen que estar al borde del colapso, y eso sucede de forma natural cuando la presión de los fluidos es muy alta. Es la primera vez que observamos este tipo de terremotos inusuales en una región donde la presión ha aumentado de forma artificial”. Es decir, fruto de la actividad humana. Van der Elst precisa: “No hemos observado grandes terremotos como consecuencia directa del fracking. Es la eliminación de los fluidos la que supone mayor peligro”.

La fractura hidráulica, o fracking, consiste en romper las rocas que albergan los hidrocarburos (gas o petróleo) mediante la inyección a presión de un compuesto de agua, arena y productos químicos a gran profundidad. La técnica usa ingentes cantidades de agua, de las que luego hay que deshacerse. Una pequeña parte de los fluidos residuales retorna de manera natural a la superficie, pero la mayoría se trata, bien en superficie (se construyen balsas y se deja evaporar), bien reinyectándolos en el subsuelo. Esta última opción es la más utilizada en las explotaciones de Estados Unidos.

“La eliminación de agua residual en pozos profundos diseñados para ello tiene el potencial de inducir terremotos lo suficientemente potentes como para preocupar a la sociedad”, asegura vía e-mail William Ellsworth, especialista en sismología del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). “Es muy común eliminar los líquidos residuales, no solo procedentes de fracking, sino de muchas otras fuentes, mediante este tipo de pozos en Estados Unidos, donde hay más de 30.000. Solo unos cuantos se han asociado con terremotos”, explica.

La técnica del fracking induce “miles de microterremotos” como parte del proceso industrial de fracturar la roca para extraer el gas, explica Ellsworth, que señala que el mayor de ellos alcanzó una magnitud de 3,6 en una zona remota de Canadá. “Este tipo de seísmos casi no suponen riesgo, no constituyen un problema de seguridad”. Hay que distinguir, por tanto, entre la fractura hidráulica y la inyección de aguas residuales. Es esta segunda la que en marzo provocó, según un estudio publicado en la revista científica Geology, un seísmo de magnitud 5,7 en Oklahoma, que dejó dos heridos, 14 casas destruidas y carreteras dañadas. El trabajo de Science también habla de este incidente. Asegura que el gran terremoto que sufrió Chile en 2010 desencadenó 16 horas después uno de magnitud 4,1 en Oklahoma, precedente del de 5,7 que posteriormente provocó los destrozos.

“Este estudio es un acicate para profundizar más en estos riesgos, que hay que tener muy presentes”, afirma Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos. “La actividad humana genera unos riesgos que incrementan el riesgo natural, pero me gustaría contextualizar que en España la actividad sísmica es moderada”, añade. “Nuestra postura es clara: hay que conciliar el desarrollo económico con la protección del medio ambiente, sobre todo en un país como el nuestro, con una enorme dependencia energética. Eso sí, hay que tener reglas claras comunes en todo el Estado sobre los controles ambientales”, señala.

Shale Gas España, la plataforma de las empresas interesadas en explotar el fracking, subraya la “importancia de contar con los mecanismos necesarios para gestionar los riesgos asociados”. “En España, como parte de la Evaluación de Impacto Ambiental (que será obligatoria para los proyectos de exploración de gas no convencional), es obligatorio realizar pruebas antes, durante y después de la perforación de un pozo”, señala su portavoz.

Dos terremotos ocurridos en una explotación de fracking cerca de Blackpool (Inglaterra) en 2011 motivaron que el Reino Unido impusiera una moratoria de dos años. Los expertos aconsejaron extremar los controles. “Recomendamos establecer un monitoreo de microseísmos con un sistema de semáforo que paraliza la actividad si los terremotos alcanzan una determinada magnitud”, explica por e-mail Peter Styles, geólogo de la Universidad de Keele (Reino Unido) y coautor del informe encargado por el Gobierno, que hace dos meses volvió a dar luz verde al fracking.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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