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“Yo lo que quiero es vivir”

Beatriz, cuya vida corre peligro por un embarazo, espera que el Gobierno de El Salvador la deje abortar

María R. Sahuquillo
Manifestación por la despenalización del aborto en El Salvador. / Efe
Manifestación por la despenalización del aborto en El Salvador. / Efe

Tiene una voz muy suave. Y bajita. Se la escucha cansada al otro lado del teléfono. Exhausta más bien. Beatriz, la mujer de 22 años cuya vida peligra por un embarazo de riesgo en El Salvador, donde la interrupción de la gestación está prohibida en todos los supuestos, solo quiere irse a casa. Lleva tres semanas ingresada sola en un hospital de la capital y ya no puede más. “Espero que me hagan eso pronto, porque no tiene sentido... porque no va a vivir el niño”, dice muy lentamente. El drama de esta mujer, de origen muy humilde, es doble: aunque siguiera adelante con la gestación, con los riesgos que eso supone para su vida, su hijo no viviría. Tiene anencefalia (ausencia de parte del cerebro) y sus expectativas son nulas.

Beatriz, cuyo caso ha levantado una polvareda en un país dividido en torno a la interrupción del embarazo, no pronuncia la palabra aborto. Pero los médicos le han explicado que precisa esa intervención para salvar su vida. Padece lupus e insuficiencia renal aguda, enfermedades que se agravan cada día que pasa. Y ya está en la semana 20 de gestación. “Me atienden bien, pero estoy muy cansada. Respiro mal...”, explica.

La joven tiene ya un hijo que aún no ha cumplido dos años. Ese primer embarazo también fue de alto riesgo, aunque menor. Beatriz lo recuerda con tristeza y mucho miedo. “Estuve muy malita”, cuenta. Prefiere no recordarlo. “Yo... lo que quiero es vivir. Quiero estar con mi niño, con mi familia...”, dice con voz queda. Relata que echa de menos al chiquillo que se ha quedado con su marido, jornalero, y sus bisabuelos paternos en Jiquilisco, la zona rural al sur del país donde viven los cinco.

Beatriz, la mayor de cuatro hermanos, solo estudió hasta los 13 años. Ahora, es ama de casa y se desvive por su chiquillo. Le menciona en casi todas las frases. “Me siento muy triste porque no estoy con él”, apunta.

La mujer, por medio de los abogados de la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto Terapéutico de El Salvador, ha interpuesto varios recursos judiciales para que el Gobierno de su país autorice una excepción a su ley, que ahora pena hasta con 50 años el aborto. Las autoridades, a pesar de los llamamientos de organizaciones como la ONU y del dictamen de la Corte Iberoamericana de Derechos Humanos, que les han instado a proporcionarle el tratamiento indicado por los médicos (la interrupción del embarazo), aún no se han pronunciado.

Mientras, la chica ha dejado prácticamente de comer. Dice que no tiene hambre y que no quiere que le crezca “la panza”, porque cada minuto que avanza se siente peor. Permanece todo el día recluida en una habitación del hospital, donde apenas puede recibir más visitas que las de las responsables de la agrupación. Está allí prácticamente escondida debido al acoso de algunas organizaciones contrarias al aborto, que se han manifestado frente al centro sanitario. “También recibe llamadas constantes en las que le han llegado a ofrecer internarla en un hospital privado. La han intentado convencer de que allí podrían salvarla, aunque tuviera al niño”, explica Morena Herrera, presidenta de la Agrupación. No llegaron a convencerla, pero cada segundo el ánimo de la mujer decae.

— ¿Qué le pedirías al Gobierno Beatriz?

— No sé... espero que hagan algo... que luchen por mí.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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