“Las instituciones ignoran el jazz y el flamenco”
El músico ha recibido el premio al mejor músico de jazz de la Academia francesa
Con Jorge Pardo (Madrid, 1956) se cumple el refrán de que “en casa de herrero, cuchara de palo”. En enero, la Academia Francesa le concedió el premio al Mejor músico europeo de jazz, convirtiéndose en el primer español en recibirlo, mientras que en España los reconocimientos brillan por su ausencia. “Las instituciones españolas me ignoran bastante”, dice. “Pero no solo a mí. No sé por qué pero no están por la labor de valorar el jazz ni el flamenco”, añade. Nada de esto ha sido obstáculo para que la carrera de este saxofonista, flautista y compositor sea una de las más respetadas fuera de nuestras fronteras. También entre los entendidos de los dos palos que toca: el jazz y el flamenco. Aunque no siempre fue así. “A los talibanes de un lado y de otro les ha costado mucho admitir nuevas tendencias porque el jazz y el flamenco son dos parcelas bastante conservadoras”, asegura mientras sujeta su vaso de vino tinto.
Desde que se dio a conocer, allá por finales de los setenta, mezclando jazz y flamenco, no lo ha tenido fácil. Fusionar ambos estilos era lo más parecido a inmolarse en dos de los territorios artísticos con más puristas por metro cuadrado en España. “Los críticos musicales y los programadores de festivales me veían un poco hereje, pero lo combinaba con el cariño del público”, explica. Al principio fue el jazz, tocado en las salas madrileñas, junto a Pedro Iturralde o Ruy Blas. “Me enamoré del jazz de jovencito porque vi una libre expresión de la música. El intérprete la moldea a su gusto. Es un canto a la libertad”, recuerda. Y, después, el flamenco, de la mano de Paco de Lucía, al que considera como “un hermano mayor”. El guitarrista le llamó a filas para su célebre sexteto con vientos, llevándole a adentrarse en un mundo desconocido pero fascinante. “Para aprender el flamenco, tienes que amarlo”, explica. “Al igual que en la universidad te haces con apuntes y dedicas horas de estudio, en el flamenco te tienes que ir a un bar o a una venta andaluza durante horas”.
El músico considera al guitarrista Paco de Lucía “un hermano mayor”
Así hizo él y acabó participando en La leyenda del tiempo, el álbum de Camarón que, en 1979, no fue comprendido pero que terminó por romper todos los moldes del género, siendo uno de los más vendidos de todos los tiempos. “Este disco es un poco la historia de mi vida”, afirma. “Que la gente ponga un poco en cuarentena el invento. Me pasó con Paco de Lucía, Camarón y en solitario”, añade. De hecho, Camarón es el ejemplo perfecto del músico que defiende ante los jóvenes artistas que se dan cita en la Fundación Autor para una clase magistral. “Sin formación académica ni titulación, pero un gran aficionado, con una gran capacidad para aprender, escuchar y amar lo que hace”, asegura.
Pero el autor de El canto de los guerreros no quiere centrarse en el pasado. “Hay que sacudirse de la nostalgia”, dice. Ahora, tiene una apretada agenda de conciertos y festivales para presentar su proyecto Huellas XL, donde recrea su último disco adaptado a un formato de big band y con artistas invitados. “Trabajo de sol a sol y todos los días del año”, comenta. “Siempre he dicho que doy gracias de no ser un personaje muy popular porque de esta manera se trabaja mejor en la sombra”, explica. “Pero, tras recibir el premio, ahora voy a tener que trabajar a media luz”, añade con media sonrisa.
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