“Como quien colecciona sellos, yo atesoro vivencias”
El publicista gestiona el blog más influyente de comida japonesa
Hay un hombre en España que se pasa la vida comiendo sushi. Se llama Roger Ortuño, tiene 38 años, está casado y no tiene hijos, pero sí un sobrino con el que se le cae la baba. El niño, un mico de tres años que ya distingue el atún en el mercado, un día miró a su tío de arriba abajo (mide 1,95 metros) y le preguntó: “Oye, ¿tú eres japonés?”.
Ortuño —salta a la vista— no es japonés, pero sí es un fanático de la gastronomía nipona. “Cocinar me gusta, pero lo que de verdad me gusta es comer. De ahí el nombre de mi blog, Comerjaponés”. Hace 10 años que este publicista de profesión decidió contar sus descubrimientos culinarios japoneses y abrió una bitácora que hoy tiene 60.000 seguidores (y 90.000 visitas al mes). El Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón lo considera el blog más influyente en España y Latinoamérica sobre la gastronomía de su país.
Durante una escapada a Madrid, Ortuño —que es de Barcelona y habla con marcado acento catalán— elige para el encuentro Daisuki, un multiespacio en el que, además de servir comida, dan clases de cocina japonesa bajo su batuta. Una de las nuevas vías de negocio que ha creado este hombre meticuloso que habla despacio, asegurándose de no dejar nada en el tintero. También ha estrenado recientemente un buscador de restaurantes japoneses en toda España que ayuda a comensales y también a los cocineros, que así se enteran de qué hace la competencia. Y en el último salón del manga de Barcelona organizó una sección dedicada a gastronomía y cómics.
Antes de enamorarse de la cocina japonesa, Ortuño sintió interés por el idioma. “Empecé a estudiar japonés con 17 años. Por pura curiosidad. Soy el socio número 43 de la biblioteca japonesa de Barcelona y me compré el primer diccionario japonés-catalán que, por cierto, es malillo”. Un día, un profesor con el que hacía intercambio le invitó a comer okonomiyaki a la parrilla (la también conocida como pizza japonesa). Se quedó fascinado por el plato y por el bonito seco rallado que llevaba por encima... Y así fue poco a poco cayendo rendido a los pies de la comida nipona.
Hoy lleva el blog junto a su mujer (que a su vez gestiona otra bitácora, merendolas.com) y ha conseguido que suponga cerca del 70% de sus ingresos gracias, en parte, a la publicidad que gestiona, “pero teniendo muy en cuenta la objetividad, sin perder lectores”, dice. “Poco a poco estoy consiguiendo convertir lo que me gusta en trabajo. Como el que colecciona sellos, yo colecciono vivencias”. Y cuenta entre las últimas el viaje que le invitó a hacer el Gobierno japonés donde pudo probar Chanko-nabe, el puchero ultraproteico que toman los luchadores de sumo, o shojin ryori, la comida vegetariana de los monjes budistas. Después, ambos manjares acabaron plasmados en su web.
Nos despedimos. Y a la media hora, llega vía WhatsApp su última confidencia: “¿Sabías que de pequeño no me gustaba el pescado y mi madre me lo metía en el yogur para que me lo comiera? ¡Y mírame ahora!”.
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