Hundido en su pozo machista
El país norteamericano es uno de los peores del G-20 para las mujeres El 20% de las casadas pide permiso al marido para salir sola
La previsión meteorológica que ofrecen las cadenas de televisión mexicanas trata siempre de subir la temperatura del telespectador (hombre). Mujeres con vestidos ajustados al milímetro y minifaldas imposibles riegan de soles y nubes los mapas del tiempo. Y no es cuestión de zapear; la mujer-meteoróloga-objeto se repite en todas las cadenas. Un ejemplo menor de uno de los peores países del G-20 para ser mujer, según un reciente estudio publicado por la Fundación Thomson Reuters.
La violencia física y sexual, el machismo y el complicado acceso al sistema de salud de las zonas rurales sitúan a México en el puesto 15 de los 19 países analizados, solo por delante de Sudáfrica, Indonesia, Arabia Saudí e India. El informe compara la situación de las zonas más marginadas de México con las comunidades más olvidadas de África o Asia.
En México la discriminación aumenta a medida que disminuye la capacidad adquisitiva y que se oscurece el color de la piel. Las cifras que dibujan la situación de la mujer se disparan cuando se estudia a la población indígena, que supone el 6,7% de la población total. El analfabetismo de las mujeres que hablan lenguas indígenas supera el 33%, mientras que en los hombres no llega a un 20%. Los datos contrastan con un país en el que una mujer fue candidata a la presidencia en las elecciones de julio de 2012 y otra dirige con mano de hierro desde hace años el sindicato de maestros, el más poderoso de la República.
Las excepciones o avances no han logrado hasta ahora extirpar el machismo, enquistado en una sociedad en la que dos de cada cinco mujeres casadas tienen que pedir permiso a sus maridos para salir solas de día y en la que dos tercios ha sufrido algún tipo de violencia doméstica, según una encuesta oficial de 2010.
Al hablar de México y de mujeres, se impone recordar Ciudad Juárez, donde la ola de feminicidios que comenzó en 1993 consternó al mundo. Dos décadas después, los asesinatos siguen impunes, la cuenta sigue aumentando —sin datos oficiales— y el problema se ha extendido al resto del país y Centroamérica. El Salvador, Guatemala y Honduras ya figuran entre los siete países con más feminicidios del mundo.
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