EE UU espió a sus científicos
La Agencia del Medicamento vigiló las comunicaciones de varios empleados que la acusaron de autorizar aparatos médicos dañinos para la salud
La Agencia del Medicamento norteamericana, dependiente del Gobierno, espió desde 2009 las comunicaciones profesionales y personales de un grupo de científicos que trabajaban para ella, llegando a elaborar una lista de 21 enemigos, en la que incluyó también a periodistas, investigadores independientes y miembros del Congreso, a los que acusaba de difundir información difamatoria sobre ella. Esos científicos comenzaron a ser investigados simplemente porque acusaron a los responsables de esa agencia, conocida como FDA por sus siglas inglesas, de haber pasado por alto una serie de errores en las pruebas técnicas de unos dispositivos para hacer mamografías y colonoscopias que podrían exponer a los pacientes a niveles de radiación peligrosos para su salud.
La FDA empleó desde 2009 software de espionaje en los ordenadores de sus científicos e interceptó las comunicaciones de estos con periodistas, políticos y otros investigadores independientes. En total, recabó 80.000 páginas, que clasificó como una lista de nombres de empleados y agentes externos considerados subversivos u hostiles.
Esos programas de espionaje pueden dejar un rastro en los ordenadores. Los científicos descubrieron ese rastro el año pasado e interpusieron una demanda en los juzgados norteamericanos en septiembre. El diario The Washington Post informó de sus quejas, en enero. Hasta ayer, sin embargo, no se supo el alcance de la gran operación de espionaje de la FDA en contra de los científicos a los que consideraba rebeldes. Tampoco se sabía de la torpeza con la que había gestionado unos archivos que en teoría eran secretos. Uno de los científicos espiados buscó recientemente su nombre en Google y encontró que una subcontrata de la FDA había publicado por error esas 80.000 páginas en un sitio web. Allí se hallaban todas las comunicaciones, profesionales y personales, de aquellos designados como enemigos.
Se obviaron fallos en dispositivos para mamografías y colonoscopias
El diario The New York Times ha revelado la existencia de esa base de datos de espionaje en Internet, que este fin de semana clausuró el Gobierno norteamericano ante las quejas de los afectados y varios legisladores. En esos documentos queda reflejada la desesperación de los científicos, que llegaron a quejarse del ninguneo al que les sometían sus supervisores, enviando cartas a destacados miembros del Congreso y al propio presidente de la nación, Barack Obama. Ese control a los empleados es común en agencias de inteligencia como la CIA, pero no en una rama del Gobierno cuya misión es regular sobre alimentos, cosméticos, medicamentos, dispositivos médicos, etcétera.
Las quejas de los científicos provocaron, finalmente, una investigación en toda regla por parte de la Oficina del Consejero Especial de Estados Unidos (OSC, por sus siglas en inglés), una agencia federal independiente que investiga excesos e infracciones entre los empleados públicos. La OSC asegura que su misión principal es luchar contra las “represalias tomadas contra empleados que informan sobre corrupción en el Gobierno”. En un informe de marzo, concluyó que la FDA “controló las comunicaciones de empleados sospechosos de filtrar información sobre la aprobación de dispositivos médicos que no son seguros”.
“Esas revelaciones indican que hubo repetidas intentonas, por parte de los empleados, de advertir al público de que los dispositivos no eran seguros y no deberían haber sido aprobados por la FDA”, añadió la OSC en su memorando. No hay un consenso total entre la comunidad científica sobre si pruebas como las mamografías están siempre exentas de riesgo. Algunos investigadores defienden que la radiación que aplican puede aumentar el riesgo de cáncer a largo plazo. La FDA defiende esas pruebas como “el mejor instrumento para detectar el cáncer de pecho a tiempo y salvar vidas”. Los científicos espiados acusan a los gerentes de la agencia de haber aprobado dispositivos con niveles de radiación elevados y dañinos.
La FDA replica que solo quería proteger tecnología de una empresa
En marzo de 2010, dos de los científicos empleados y espiados por la FDA, Julian Nicholas y Robert Smith, se quejaron en un artículo del Times de que sus superiores les habían acallado cuando habían expresado dudas sobre la aprobación de unos aparatos de colonoscopia, que también usan radiación, fabricados por General Electric. El doctor Nicholas dijo entonces que esos dispositivos “expondrán a una cantidad de norteamericanos a un riesgo de radiación innecesario y que puede llevar a instancias de cáncer en los órganos abdominales”. Smith añadió que “el incremento de la exposición a la radiación podría ser sustancial y generaría un problema de salud y política pública”. Ambos preparaban una queja formal, que la FDA interceptó y acabó provocando su despido. En total hubo cuatro despidos de científicos considerados rebeldes.
La campaña de la FDA se hizo con un programa de espionaje al alcance de cualquiera, de los que suelen emplear las empresas para controlar las comunicaciones de sus empleados, comercializado como SpectorSoft y que se vende por casi 100 dólares (82 euros). Permite controlar las pulsaciones de teclado; copiar documentos del disco duro o discos externos conectados a él e interceptar correos salientes y entrantes. De ese modo llegaron a la lista de enemigos políticos como el representante demócrata por Maryland Chris Van Hollen o varios empleados del senador republicano por Iowa Chuck Grassley, que intercambiaron mensajes con los científicos.
A nivel interno, la FDA ha alegado que el espionaje de sus empleados pretendía proteger los secretos tecnológicos de General Electric, empresa responsable de los dispositivos polémicos. Los abogados de esa empresa, de hecho, acusaron a empleados de la agencia de haber filtrado información sobre prototipos al Times, para su artículo de marzo de 2010. Sin embargo, todos esos diseños acabaron al alcance de cualquiera, debido a la reciente publicación de los documentos de espionaje en la Red por parte de una subcontrata de la FDA.
Presiones y correos electrónicos
No es esta la primera ocasión en que los científicos que emplea la propia Agencia del Medicamento de Estados Unidos (FAD) acusan a sus superiores de errores de supervisión que ponen en riesgo numerosas vidas. En 2004, el director asociado de Ciencia y Medicina en la Oficina de Seguridad en el Medicamento de la FDA, el doctor David Graham, testificó ante el Comité de Asuntos Financieros del Senado que sufrió una enorme presión por parte de diversos compañeros de trabajo cuando denunció a nivel interno que el medicamento Vioxx —un antiinflamatorio no esteroideo fabricado por Merck— administrado en altas dosis podía provocar “ataques al corazón y muerte súbita”. “Esas conclusiones desataron una respuesta explosiva por parte de la Oficina de Nuevos Medicamentos, que había aprobado Vioxx en un primer momento”, dijo entonces Graham. A este le pidieron que desestimara sus informes, y que se dejara de “rumores científicos”. “Un correo electrónico del director de la Oficina de Nuevos Medicamentos fue especialmente revelador”, explicó Graham. “Me sugirió que, ya que la FDA no tenía en mente advertir en contra de prescribir altas dosis de Vioxx, debería cambiar las conclusiones de mi informe”.
Finalmente, en septiembre de 2004, fue la propia farmacéutica Merck la que retiró el producto del mercado, admitiendo así sus riesgos, sin que la FDA tomara ninguna medida anteriormente. Según la revista especializada británica The Lancet, Vioxx pudo provocar entre 88.000 y 140.000 casos de dolencias de corazón serias, solo en EE UU, antes de que Merck la retirara del mercado.
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