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Un estudio cuestiona la eutanasia en Holanda a bebés con espina bífida

Rob de Jong, neurocirujano pediátrico del hospital Erasmo de Rotterdam, constata que los pequeños con este mal congénito apenas sufren dolor

Isabel Ferrer

Un estudio publicado en la revista científica Pediatrics critica la eutanasia practicada en Holanda a bebés aquejados de espina bífida. Firmado, entre otros, por el neurocirujano pediátrico Rob de Jong, del hospital Erasmo, en Rotterdam, señala que los recién nacidos con este mal congénito estudiados en su centro “apenas tenían dolores”. “De haberlos, podían aliviarse con paracetamol, o bien morfina, cualquiera que fuese la gravedad de su condición”. En su opinión, se está informando erróneamente a los padres sobre la situación de sus hijos a la hora de sopesar este procedimiento.

La ley holandesa de eutanasia, aprobada en 2002, está pensada solo para enfermos que puedan solicitarla por voluntad propia, por lo que no contempla a los recién nacidos. Para practicarla en estos casos y evitar problemas con la justicia los médicos aplican el denominado protocolo de Groningen, elaborado en 2003 por el Hospital Universitario de dicha ciudad. Entre 1997 y 2004 se ayudó a morir a 22 recién nacidos con esta malformación congénita del tubo neural, que no cierra la columna y deja al aire la médula espinal. Nadie fue procesado por considerarse que se había procedido bien en situaciones desesperadas.

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El equipo de Ron de Jong ha seguido durante cinco años la evolución de 28 pequeños en estas condiciones. En ocho de los casos, la lesión era severa. “Solo un 3,3% de las mediciones efectuadas constataron malestar por culpa del dolor, que pudo combatirse siempre bien. Nos parece que el término sufrimiento insoportable, incluido en el protocolo de Groningen”, no es adecuado. Hay que pensarlo mejor. Las razones para la eutanasia de bebés deben ser incontestables”, ha declarado el especialista al rotativo De Volkskrant.

El protocolo, añadido a la vigente ley de eutanasia sin modificarla, obliga a los médicos a asegurarse de la situación del recién nacido, sin cura ni posibilidades de mejora y con grandes padecimientos. Luego tienen que consultar con otro colega. Una vez informados, corresponde a los padres dar su consentimiento para la ayuda a morir. La aplicación de los medicamentos escogidos está también regulada. El procedimiento no es solo para la espina bífida, sino que incluye otras dolencias mortales que pueden afectar al neonato.

Eduard Verhagen, el pediatra de Groningen que lo impulsó, ha saludado el estudio de sus colegas de Rotterdam sobre el dolor. Pero también ha subrayado la intención del código deontológico. “El sufrimiento insoportable va más allá de dolor. Hablamos de las expectativas de futuro de estos pequeños”, ha dicho.

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