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LA TELEVISIÓN PÚBLICA

¿Qué hacemos con TVE?

La corporación pública atraviesa el momento más delicado en sus 55 años de historia Navega sin timón, tiene graves problemas presupuestarios y un presente plagado de incertidumbre

Los miembros del Consejo de Administración de Radio Televisión Española con el entonces presidente Alberto Oliart en enero de 2009. De izquierda a derecha, Andrés Martín Velasco (PP), Teresa Aranguren (IU), Santos Ruesga (UGT), Manuel Esteve (PP), Rosario López Miralles (PP), Héctor Maravall (CC OO), Alberto Oliart, Josep Miguel Silva (CiU), Mari Cruz Llamazares (PSOE), Francesc Bellmunt (ERC), Jesús Andreu (PP) y Miguel ángel Sacaluga (PSOE).
Los miembros del Consejo de Administración de Radio Televisión Española con el entonces presidente Alberto Oliart en enero de 2009. De izquierda a derecha, Andrés Martín Velasco (PP), Teresa Aranguren (IU), Santos Ruesga (UGT), Manuel Esteve (PP), Rosario López Miralles (PP), Héctor Maravall (CC OO), Alberto Oliart, Josep Miguel Silva (CiU), Mari Cruz Llamazares (PSOE), Francesc Bellmunt (ERC), Jesús Andreu (PP) y Miguel ángel Sacaluga (PSOE).RTVE

Los señores consejeros pusieron cada uno su nombre en un trozo de papel para proceder a la elección. La escena se resolvió sin ceremonia en pleno verano de 2011: ni siquiera se acuerdan si fue la secretaria quien ejerció de mano inocente. El nombramiento por sorteo del presidente de la Corporación RTVE, una compleja empresa de 6.400 trabajadores y 1.200 millones de euros de presupuesto anual, se hizo sin liturgia. La suerte sonrió a Manuel Esteve, consejero designado por el Partido Popular, que así se convirtió en el sucesor de Alberto Oliart al frente del Consejo de Administración. Oliart había sido un caso único por varios motivos: uno, porque accedió a la presidencia (finales de 2009), con 81 años, y otro, por su forma de marcharse. Anunció una mañana de julio de 2011 que dejaba el cargo y ya no volvió por la casa desde la tarde de aquel día. Fue el más viejo en llegar y el más rápido en irse. Desde entonces, la Corporación vive en la incertidumbre permanente, sin cabeza rectora y obligada a recortar gastos. La emisión de sus series emblemáticas (Águila roja, Cuéntame) está en peligro, los locutores ya no viajan al extranjero para comentar en directo los partidos de fútbol, los periodistas dejan las tertulias porque ya no les pagan los desplazamientos. Por todas las esquinas de la casa, la gente busca respuesta a una pregunta: ¿qué quiere hacer el PP con RTVE? Como Mariano Rajoy calla también en este asunto, la duda es razonable. No solo es una cuestión de modelo: bajo el mismo diseño se puede hacer una televisión barata, pero intrascendente.

Nos hemos tirado toda una mañana para decidir dónde recortamos y solo hemos conseguido un ahorro de 3 millones"

El mandato de Manuel Esteve, primer presidente después de Oliart, duró unas semanas. Aquella elección con trocitos de papel fijó que la presidencia sería rotatoria: cada mes, un presidente. Y a partir de Esteve, el turno se ejecutaría por orden alfabético. RTVE ha conocido toda suerte de organigramas pero nunca uno cuya máxima expresión de gobierno esté formado por una asamblea de consejeros. Este régimen dura ya ocho meses. Esta fórmula no es útil para la gestión diaria y menos para cumplir el mandato del Gobierno de recortar el gasto en 200 millones de euros. "No podemos destituir a nadie y tampoco podemos nombrar a nadie", recalca el propio Esteve. "No es buena una compañía en la que manden 12 y, además, cada uno de distinta procedencia. Nos hemos tirado toda una mañana para decidir dónde recortamos, que si le bajamos el sueldo a las estrellas, que si cortamos por allá, y todo lo que hemos conseguido es un ahorro de tres millones". La situación es tan curiosa que los consejeros han pedido dictámenes a la Abogacía del Estado para que les aclare qué decisiones pueden tomar y cuáles no. "Y los dictámenes que nos han llegado son contradictorios", señala el consejero Miguel Ángel Sacaluga, propuesto por el PSOE. Mientras debaten sobre si mandan mucho o mandan poco, el Gobierno les pide que recorten 200 millones, una cifra que a todos los consejeros les parece imposible de ejecutar para 2012, salvo que se proceda a una reducción de plantilla."Y en esto estamos todos de acuerdo", señala Esteve, "el empleo es una línea roja para nosotros. Y así se lo hemos dicho a los representantes de los trabajadores".

Antes, el presidente de RTVE podía decidir sobre gastos de hasta siete millones sin tener que preguntar a nadie

La situación actual es un callejón sin salida. Rajoy quiere el recorte este mismo año. Los consejeros (incluidos los del propio partido gobernante) estiman que es imposible y además dudan de si tienen competencia para hacerlo. Los directores necesitan que se tomen decisiones estratégicas sobre programas y compras porque una televisión funciona con mucha planificación. Y esas decisiones no se toman. Esta época de interinidad solo tiene una ventaja: su transparencia. Bajo este régimen, todo gasto que supere los 500.000 euros debe ser aprobado en consejo. Y se conoce. Antes, el presidente podía decidir sobre gastos de hasta siete millones sin preguntar a nadie y, luego, los consejeros se quedaban con la boca abierta cuando se enteraban. Todo está parado, a pesar de lo cual TVE sigue siendo líder de audiencia. Terminó el año 2011 con una media del 14,5%, por delante de Telecinco (14,2%) y Antena 3 (11,5%)¿Durará su liderazgo mucho tiempo? ¿Es compatible con un presupuesto a la baja?

La Corporación no tiene un presidente ejecutivo, pero sí directores. El director de TVE sigue siendo Santiago González. Lo nombró Oliart y ahora nadie le puede despedir. González afirma que, desde que salió Oliart, la empresa ha tenido que pasar una travesía compleja, que ha afectado a la toma de decisiones sobre la compra de contenidos y la planificación de las parrillas. De ello depende que la audiencia se mantenga o se hunda. "Hay dos líneas sagradas: el servicio público y el presupuesto. Quedaríamos desautorizados como gestores si se gasta más de lo que se tiene", dice González mientras recuerda que en los últimos años, ya sin emitir publicidad, se ha gastado menos de lo que estaba presupuestado. Incluso comprando contenidos deportivos a precios desorbitados. "¿Por qué no íbamos a pujar por la Champions si la ley no lo impide y teníamos dinero? ¿Tendríamos que renunciar también a la selección española? Nos han marcado una línea estratégica y la hemos seguido".

Pese al desgobierno, los espectadores no perciben lo que está pasando. La pantalla no trasluce la marejada. Los índices de audiencia se sostienen. "Lo normal es que todo fuera un caos, pero lo que ve el público es que la cadena funciona. Hay profesionales que tiran del carro. Desde los tiempos del franquismo hemos sido regidos por corruptos, pistoleros, ladrones y sinvergüenzas, pero hemos sobrevivido. Ahora hay profesionales, si no ¿cómo se explica que lleve ocho meses sin presidente, con un Consejo de Administración disparatado, formado conforme a cuotas políticas, tire y sea líder?", dice Juan Manuel Martín de Blas, ex director de La 2 y prejubilado por el ERE que firmó Carmen Caffarel, directora general del ente, en noviembre de 2006.

Muchos profesionales consideran que la ley de 2006 ha marcado un camino que no tiene vuelta atrás. Es la diferencia entre televisión del Gobierno o televisión pública. "Solo había existido una televisión gubernamental. Ahora es la primera vez, excepto los tiempos del ucedista Fernando Castedo (1980), en la que se ha logrado una neutralidad en los informativos. TVE siempre ha sido una televisión gubernamental. Nunca ha sido una televisión pública institucionalmente, por encima de los partidos. Ahora se ha acercado bastante", sostiene Martín de Blas.

No todo es color de rosa. Las relaciones entre el Consejo de Administración y la dirección de la empresa han atravesado por momentos muy tensos. Uno de ellos fue la intentona de los consejeros, en septiembre pasado, de conocer los contenidos de los telediarios, mediante el llamado iNwes, antes de su emisión. Muchos piensan que aquel episodio, además de un intento de controlar los textos de las noticias, fue un pulso entre el Consejo y el director de Informativos, Fran Llorente, que finalmente ganó este. Un desenlace como ese habría sido imposible en otras épocas, y no muy lejanas por cierto.

Porque la televisión pública ha viajado por diversos escenarios, rodeada siempre de polémica y consiguiendo salvar finalmente su liderazgo. Sucedió así cuando la llegada de las privadas, hace 22 años, puso punto final al monopolio. La competencia mermó sus ingresos pero no produjo un cambio de hábitos y así fue como iba acumulando una deuda de casi 8.000 millones de euros. Alguien la pagaría. Los socialistas diseñaron una televisión limpia de cargas: el Estado asumió la deuda y se hizo cargo de 4.000 trabajadores en un expediente de regulación de empleo insólito que sacó de la compañía a los mayores de 52 años y con el 90% del sueldo neto. Es la herencia que recibió Luis Fernández, el primer presidente consensuado entre el PSOE y el PP y nombrado por el Parlamento. Su gestión fue muy polémica: disfrutó de un enorme poder, subcontrató muchos servicios y devolvió a la tele al liderazgo de audiencia. La decisión de suprimir la publicidad en TVE provocó su abrupta salida. "Zapatero le enviaba cada día un ministro para intentar convencerle de que no se fuera. Sabía que su dimisión le hacía un agujero tremendo", dicen en el entorno de la Corporación. Pero Fernández sabía que sin publicidad sería muy difícil justificar un modelo de televisión que tenía la vista puesta en las audiencias. Sin anuncios, el modelo tenía que cambiar necesariamente: había que poner en marcha una verdadera televisión pública. Los millonarios contratos con las productoras privadas, la descomunal oferta económica para retener el campeonato de motociclismo en TVE u otros acontecimientos deportivos y los acuerdos con la majors estadounidenses estaban en peligro.

TVE sigue siendo líder. Terminó 2011 con una audiencia media del 14,5%, por delante de Telecinco (14,2%)

Martín de Blas señala que una de "las cosas buenas" del zapaterismo ha sido la creación de un estatuto marco para la elección del presidente de RTVE por dos tercios de las Cortes. "Ya no pueden poner a un cliente de su partido", dice. Pero el sistema trae sorpresas, como la designación de Alberto Oliart, un ex ministro de UCD. Tenía 81 años cuando fue elegido, justo en el momento en que la televisión pública echaba a la calle a los mayores de 52.

Oliart sucedió a Fernández. Estuvo año y medio al frente del grupo, un periodo en el que TVE puso fin a la publicidad (enero de 2010) e inauguró un nuevo sistema de financiación en el que los recursos llegaban de las tasas de las compañías de telecomunicaciones y las televisiones privadas. Obsesionado con el ahorro, Oliart echó por tierra la gran ambición de su antecesor: la construcción de una nueva sede. Dirigía el Consejo de forma tan autoritaria que algún consejero le reprobó que aquello no era el Ejército (fue ministro de Defensa con UCD). Quiso desprenderse de los derechos deportivos (las motos, la Champions) pero, paradójicamente, se empleó a fondo para mantener el contrato con Mediapro para la producción del programa España directo. Cansado del cargo (dormitaba en los consejos), la adjudicación de la cobertura técnica del programa La mañana de La 1 a Telefónica Broadcast Services (TBS), empresa dirigida por su hijo Pablo, aceleró su dimisión.

La gestión de Luis Fernández fue polémica y la de Oliart demasiado breve, así que ninguna de las dos experiencias de presidentes elegidos por más de dos terceras partes del Parlamento puede decirse que haya sido un éxito. TVE ha vivido durante décadas sometida a dos estigmas: despilfarra y es una herramienta al servicio del Gobierno de turno. Que los actuales servicios informativos sean galardonados por su pluralismo indica que algo se ha avanzado para corregir una de estas deficiencias.

¿Gasta demasiado? La última auditoría conocida, la relativa al año 2010 y confeccionada por la Intervención General de la Administración del Estado, señala todavía deficiencias, si bien no de la gravedad de las conocidas en otros tiempos. Siguen siendo discutibles ciertos gastos, como por ejemplo, el elevado coste de las series españolas en comparación con las de la competencia (casos de Águila Roja, Cuéntame, Pelotas), el pago de algunas estrellas (caso del humorista José Mota o la presentadora Anne Igartiburu) o decisiones tan discutibles como abonar un millón de euros al tenista Rafael Nadal simplemente para que atienda en exclusiva a los comentaristas de TVE después de los partidos. Todavía aparecen detalles tan ridículos como que se gaste dinero en alquilar durante años pantallas de televisión para determinados programas cuando, por otro lado, se venden aparatos parecidos a bajo precio porque sobran en otro sitio, o detalles menores como el gasto de 5.102 euros en el alquiler de una cámara de fotos durante 22 días, cámara que cuesta en el mercado menos de 1.500 euros. ¿Tiene justificación que una serie de éxito cueste más dinero en TVE que en Antena 3 o Telecinco? "El problema es que cuando Loles León se puso estrecha con su caché en Aquí no hay quien viva, tiramos a su personaje por la ventana y lo dejamos en coma durante un tiempo", sostiene un alto ejecutivo de Antena 3. "No entiendo por qué a Imanol Arias, que cobra una pasta por capítulo, no le puede pasar lo mismo. Tampoco necesitan una cara conocida en los telediarios, tienen la fuerza de su red de corresponsales, son la única televisión que pueden ofrecer realmente unos servicios informativos de 24 horas".

Las auditorias siguen desvelando despilfarro: gastar 5.102 euros en alquilar una cámara de fotos que vale 1.500

La discrepancia respecto a sus costes está también relacionada con la infrautilización de sus medios. Un ejemplo son los estudios ("un estudio es una pequeña fábrica de 80 personas", dice el ejecutivo de la privada) y otro el de las famosas terrenas, las unidades móviles con parabólica. Hubo un tiempo en el que TVE optó por subcontratarlas a la compañía Overon (filial de Mediapro, uno de los accionistas de La Sexta) y dejar las propias aparcadas. Se utilizó entonces la excusa de que en algunas zonas, como en el País Vasco, no había trabajadores dispuestos a moverse con estas unidades, incluso ofreciéndoles pluses. "Sabíamos con días de antelación desde qué ciudades haría el España Directo conexiones los viernes, simplemente con saber dónde se jugaba el sábado el partido de La Sexta", dicen fuentes de la Corporación. "Mediapro utilizaba la misma unidad para estos dos casos, pero cobraba por dos, claro". Ahora, las terrenas propias que han estado infrautilizadas tendrán un mayor rendimiento: serán usadas también en el magacín matinal de La 1. TVE admite también un escaso rendimiento de los Estudios Buñuel y dice que es necesario revisar su papel. Para los sindicatos, "la infrautilización de estos medios no deja de ser una malversación de caudales públicos". Algunos profesionales de la casa se quejan de cómo algunas productoras que han trabajado para TVE han esquilmado el fondo documental. Han hecho copias de las cintas con programas históricos sin control. "Tenían libre acceso a los archivos y se llevaban las cintas por centenares. En algunos casos hacían copias y las devolvían. En otros, se llevaron los originales y se han perdido para siempre", denuncia un periodista, que vio con sorpresa imágenes de sus reportajes en una cadena privada. Es decir, la imagen del despilfarro no ha desaparecido del todo.

Otro asunto es el cine, uno de los apartados en el que TVE gasta más dinero. Sobre todo, el cine de Hollywood. Es caro pero proporciona suculentas audiencias. En 2010, la factura ascendió a 94 millones de euros, una partida que incluye cintas de las majors estadounidenses. La película más cara emitida ese año fue El código Da Vinci, que rondó el millón de euros y proporcionó una audiencia del 26,7% de cuota de pantalla. Por ley, TVE tiene restringida la emisión de estrenos de cine americano (un límite de 55 pases), pero tanto a las televisiones privadas como a los productores españoles de cine les interesa que este tope sea más bajo. Piden, directamente, que se prohíba.

Los primeros buscan la audiencia de TVE, los segundos ansían los fondos que destina a esta partida. Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales Españoles (FAPAE) lo dice bien claro: "El cine americano tiene que ser cero". Cuando venzan los contratos con las multinacionales, la televisión pública debe retirarse, planea. Otros piensan que dejar a la televisión pública sin este tipo de grandes filmes es condenarla a no tener audiencia. Los de las privadas lo ven claro, quieren a TVE sin películas taquilleras: "No hay quien pueda competir contra una buena cinta que se emite sin publicidad", dice un directivo.

En el ejercicio de 2010, la Corporación ahorró 12,3 millones respecto a lo presupuestado (1.200 millones) y gastó 64,8 millones menos que en 2009. Son cifras que mejoran lo realizado en otras épocas. Pero quizás no sean suficientes para tiempos de crisis. "Determinados productos, como el fútbol, o estrenos de cine norteamericano, han encajado hasta ahora porque el presupuesto lo permitía. Entendemos que ante una nueva situación debemos adaptarnos a un nuevo diseño sin renunciar a nuestros valores como televisión pública", dice Santiago González, el director de TVE.

De todo ello se deduce que los recortes pueden condicionar la oferta y, de esa oferta, la posibilidad de ser líder de audiencia. Pero nadie sabe si una televisión sin cine americano, sin determinados deportes o con series más ajustadas en presupuesto es necesariamente una televisión de menor calidad ¿Pueden los recortes ser una excusa para condicionar el modelo?

Miguel Ángel Sacaluga dice que este es un momento crucial en la historia de la televisión. "En estos años se ha ido soltando el lastre heredado del franquismo: haber sido un órgano oficial del Gobierno. Después de 50 años se han salvado estos escollos. Nos encontramos en el momento más decisivo que va a condicionar el futuro. Lo que nos jugamos es que RTVE sea intrascendente, porque el recorte de 200 millones va a tener consecuencias fatales. Las audiencias se pierden a mucha velocidad pero se ganan muy lentamente".

Esteve no es tan dramático como Sacaluga, pero apuesta por la idea de que el PP quiere una televisión líder y de calidad. "Somos como un portaaviones. No podemos virar rápido", dice. Esteve sostiene que un recorte de esa naturaleza en este año es imposible, entre otras cosas porque es un año olímpico. "Los Juegos nos cuestan 70 millones, es un gasto que no tendremos el año que viene. Los hemos intentado compartir con otras cadenas, pero nadie los quiere". Otro consejero, Josep Manuel Silva, elegido por CiU, cree que quitar la publicidad de golpe fue un error y mantiene que en una época en la que se recorta en sanidad y educación no parece razonable que quede fuera la televisión. "Pero hay que hacerlo con tiempo", apunta. "Si no nos dan tiempo es posible que no se pueda mantener una televisión digna".

La tijera ha entrado ya en TVE. Los sueldos de las estrellas se rebajan un 25%, los presentadores de los telediarios perderán gratificaciones, algunos contertulios cobrarán la mitad. Uno de cada 10 directivos irá a la calle.

Pegarle un hachazo al presupuesto es la mejor manera de acabar con TVE. Entrará en liquidación por derribo"

¿Quiere el PP cargarse la televisión pública para beneficiar a las privadas? Silva (CiU) cree que no. Esteve, tampoco (PP). Sacaluga (PSOE) tiene sus dudas. Quien anuncia el apocalipsis es Santos Ruesga (consejero elegido por UGT): "Pegarle un hachazo al presupuesto es la mejor manera de acabar con la televisión pública. Entrará en liquidación por derribo. La anunciada fusión de RTVE con la agencia Efe acelerará el proceso de destrucción de ambas. Con las empresas fusionadas habrá un ERE. Suprimirán las series, el fútbol y el cine americano y caerá la audiencia..."

Mientras no haya un presidente ejecutivo será difícil saber qué modelo quiere Rajoy. En círculos políticos se apunta que le ofreció el puesto a José Ignacio Wert, pero un reajuste de última hora convirtió al sociólogo Wert en ministro de Educación y Cultura. Como quiera que el nombramiento tendrá que ser consensuado entre Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba y que ambos se vieron a mediados de semana, se han disparado las conjeturas.

Entretanto, las decisiones se toman por votación entre los consejeros rotatorios. Y eso tiene sus pegas. El sistema asambleario es transparente, pero puede no ser eficaz, sobre todo si se decide dar el visto bueno a la serie Julio Iglesias, pasión por vivir un 10 de noviembre de 2011 por siete votos a favor y dos en contra, y esa decisión se queda en un empate en febrero de 2012. Estaban en juego 1,3 millones de euros. Un consejero, según recoge el acta de la reunión, reprochó a sus colegas que actuaran por gustos personales y desconfiaran de las propuestas de los directivos. En esa misma sesión, otro consejero sacó a relucir un asunto que parecía muerto: recuperar la transmisión de corridas de toros, suspendidas hace seis años. En ese escenario se planifica el futuro imperfecto de la televisión pública.

Cuando el cine pasa por TVE

Tomar decisiones en TVE es como andar sobre arenas movedizas. Los directivos se quejan de que en estos momentos no hay una línea estratégica que seguir y que la casa funciona por inercia. Pero el negocio de la televisión es peculiar. Se desenvuelve en un mercado que por su naturaleza es muy agresivo y necesita planificar a medio y largo plazo. Especialmente sensible es el área relacionada con el cine. La televisión pública está obligada por ley a destinar el 6% de sus ingresos anuales a la financiación anticipada de producciones europeas.

En una temporada se reciben cerca de 300 proyectos. Los auditores de Hacienda cuestionan que, a la hora de otorgar las ayudas, no se aplican criterios objetivos y los productores son conscientes de que tal vez fuera mejor abordar menos películas y más ambiciosas. El presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales Españoles (FAPAE), Pedro Pérez, resalta "la gran calidad de TVE con respecto a otras televisiones públicas europeas" y su papel como motor de la industria audiovisual española. "Ha sido partícipe de una gran parte de las películas españolas, pero a veces existía el sentimiento entre los autores de que por ser una televisión pública tenía obligatoriamente que participar en todos los proyectos que le planteaban", dice Pérez. Este es consciente de que esta actitud ha llevado "a un número excesivo de producciones, muchas de las cuales no reúnen las condiciones que por ambición deberían tener para competir con las grandes producciones que vienen de fuera".

TVE defiende la "transparencia" en la selección de los proyectos. La responsable del área, Eva Cebrián, asegura que a la hora de adjudicar las ayudas la comisión que evalúa los proyectos tiene en cuenta "una docena de criterios de servicio público". Cada ejercicio se destinan alrededor de 40 millones de euros, un dinero sin el cual el cine español lo tendría muy difícil para subsistir. Y también, ganar premios. Este año, por ejemplo, las películas en las que ha participado TVE acumulan 65 nominaciones a los Goya, que se adjudican hoy.

En 2010 se invirtieron 39 millones (se firmaron 108 contratos nuevos, 44 largometrajes, 16 telefilmes y 48 documentales). La película más favorecida fue Las trece rosas (696.000 euros), que a su paso por TVE-1 registró una audiencia de 16,6%. Pero buena parte de las obras que recibieron dinero se difundieron en La 2, con audiencias que en algunos casos no superaron el 1,5%. Mientras las auditorías cuestionan los resultados en antena de algunos títulos, los directivos aseguran que no solo se busca una recuperación de audiencia, como haría una televisión comercial, sino de servicio público. "Apoyamos proyectos que, en general, tienen dificultades para financiarse, como los realizados por mujeres o por directores noveles. Y también aquellos con gran capacidad de comunicación o que puedan tener una visibilidad internacional en festivales como, por ejemplo, el de Sundance. Hay proyectos que si no los impulsa TVE, no lo haría nadie", remata Cebrián.

Ahora, los productores -en sintonía con los canales privados- quieren dar una nueva vuelta de tuerca y hacer desaparecer de las pantallas públicas el cine de EE UU. Los primeros quieren atraer los 90 millones que se destinan a las majors y los segundos aspiran a quedarse con la audiencia de los grandes filmes de Hollywood.

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