Las autoridades evacúan por segunda vez La Restinga por la erupción volcánica
La localidad más al sur de El Hierro estuvo ya desalojada entre el 12 y el 21 de octubre.- 51 personas han tenido que abandonar sus casas por riesgo de desprendimientos en el norte, y se ha cortado el túnel de Los Roquillos además de media docena de carreteras de la isla
Los comentarios de admiración ante el espectáculo de las burbujas en el mar, visibles desde la costa, se tornaron en carreras. La llegada de la Unidad Militar de Emergencias (UME) al puerto de La Restinga hizo presagiar a los habitantes que iban a volver a tener que dejar sus casas. A eso de las 18.50 (hora local) llegó la orden de evacuación. Es la segunda tras la sucedida a mediados de octubre, cuando el inicio de las erupciones frente al pueblo pesquero -el más meridional de España- hizo que se desalojara a la población.
Simultáneamente las autoridades han ordenado la evacuación de 51 personas en dos barrios de Frontera, en el norte, por considerar que sus viviendas están expuestas a riesgo de desprendimientos, informa Efe.
Estas 51 personas, residentes en Los Polvillos y Los Guzmines, se suman a las once familias que el viernes por la noche fueron desalojadas del barrio de Las Puntas, también en Frontera, tras registrarse en la zona un terremoto de 4,4 grados en la escala de Richter, el de mayor magnitud de toda esta crisis sismovolcánica.
Tanto en Los Polvillos, como en Los Guzmines y Las Puntas, la evacuación de esas viviendas se debe a que están situadas al pie de pronunciadas laderas rocosas, expuestas a los desprendimientos que potencialmente pueden provocar los movimientos sísmicos.
El alcalde de El Pinar, Juan Manuel Padrón, la localidad de la que depende adminstrativamente el enclave, calculó que quedaban unas 250 personas en el pueblo pesquero. Normalmente habrían sido más de 400, pero una parte había preferido no volver tras la primera evacuación. Sobre todo teniendo en cuenta que las dos principales -y casi únicas - actividades del enclave estaban prohibidas por la contaminación de las aguas: la pesca, y el buceo. También las dos colonias de zifios (un tipo de cetáceo) que habitaban el mar frente al pueblo han emigrado.
No hubo casi carreras. Muchos de los habitantes estaban en el momento del anuncio en una asamblea convocada por la cofradía de pescadores para pedir ayudas ante la paralización de la actividad económica. Pero una parte ya no vivía en el pueblo. La Restinga es una población con una importante población flotante, que fluctúa con el turismo, así que una parte de sus habitantes ya había cambiado su residencia a otras en el interior de la isla. Para ellos la evacuación fue más fácil: solo tuvieron que coger sus automóviles y salir de la localidad.
Otro grupo, aunque poseía vehículo propio, no tenía dónde ir. Pero ya sabían dónde debían dirigirse: una residencia en Valverde, capital de la isla, en la que los evacuados en la ocasión anterior estuvieron hasta dos semanas.
Quienes no tenían un lugar al que ir se reunieron poco a poco en el estadio, desde donde unos autobuses los iban a trasladar a Valverde. Los agrupadores (habitantes del pueblo) se encargaron de organizar el dispositivo. No esperaban mucha aglomeración porque la gente ya sabe cómo proceder.
Peli fue de las primeras en llegar al estadio. La mujer, de unos 35 años, llegó arrastrando una maleta y con su hijo, de unos cinco años, de la mano. "Lo tenía todo preparado; no quería que me pasara como la otra vez", explicó. Se refiere a cuando en octubre tuvo que dejar el pueblo "con lo puesto". "Estuve dos semanas en la residencia; me tuvieron que dejar ropa para cambiarme", dice. No quiere hablar mucho. "No sé si reír o llorar; por un lado, estoy aliviada. Por lo menos el niño se lo toma como una aventura".
En la puerta del estadio, Padrón, el alcalde, explicaba que el aumento de la actividad sísmica del día justificaba la medida. "Es por si acaso", insistía. El alcalde decía que los expertos esperaban ahora temblores de hasta magnitud 6 (el mayor hasta ahora ha sido de 4,4), y que querían estar preparados por si había emisiones. "No vaya a ser que haya gases o cenizas", insistía.
Apenas un par de decenas de personas se acercaron al estadio. Eran los que no tenían vehículo ni dónde ir. "Casi mejor", decía Rosi. "No podía seguir con esta incertidumbre". "Tenía que ser; la mancha había crecido y se habían visto columnas de agua de un metro", afirmaba. "Olía a azufre".
La mayoría atribuía al aumento del burbujeo la decisión. A eso de las 18.30 (siempre hora local) quienes estaban en el puerto habían observado un aumento de la actividad en el agua. Una explosión levantó una masa que posteriormente un vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) estimó que podía haber alcanzado los 15 metros de altura.
"No es solo por eso; ha habido un aumento de los temblores durante todo el día", decía el alcalde. De hecho, la zona había registrado por la mañana uno de los mayores sismos desde que comenzó la crisis, de una magnitud casi de 4, que por la mañana la directora del IGN en Canarias, María José Blanco, había atribuido a una especie de réplica del seísmo de 4,4 del día anterior en el norte.
Este temblor anterior también se había cobrado su precio. Por la mañana, una reunión del comité científico del Pevolca (Plan Especial de Emergencias por Riesgo Volcanico en Caanarias) había acordado el cierre -de nuevo- del túnel de Los Roquillos, la principal vía de comunicación entre la capital de la isla, Valverde, y la segunda ciudad, La Frontera, además del cierre de media docena de carreteras del norte de la isla. Ello se debía al riegos de desprendimientos después de que la tarde anterior se hubiera registrado un terremoto de intensidad 4,4 con un epicentro a 21 kilómetros de profundidad cerca de la costa norte de la isla. Sin embaro, todavía entonces (a eso de las 15.00, hora local) no se esperaba un aumento del riesgo en la isla, según insistió el consejero de Seguridad del Gobierno canario, Juan Manuel Santana.
El concejal de Seguridad de El Pinar, Jesús Pérez, con un chaleco reflectante naranja, fuen uno de los encargados de ir controlando el flujo de vehículos que dejaban la localidad. "Hay algo más de gente porque hay unos pocos turistas que han venido a ver la mancha [de las emisiones en el mar, claramente visible desde los miradores de la carretera y desde el propio pueblo]", decía.
También hubo que desalojar al personal del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que estaba residiendo en el mismo pueblo. Solo se quedaron un par de miembros de guardia.
Menos de una hora después, en el estadio ya solo quedaban los últimos rezagados, las autoridades y los periodistas. "Es por precaución", era el mantra más repetido por el alcalde y el concejal. Los vecinos con sitio en sus vehículos paraban para llevarse a amigos y conocidos.
Menos de dos horas después, en El Pinar, a 14 kilómetros, los evacuados comentaban la situación. "El azufre del aire daba un color precioso a la puesta de sol".
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