El Papa celebra sus 25 años en el Vaticano
Juan Pablo II transmite a los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro que Dios le anima a continuar con su papado
Hoy hace 25 años que Karol Wojtyla se asomó al balcón de la plaza de San Pedro de Roma para saludar a las miles de personas que esperaban conocer al nuevo Papa, que para sorpresa de todos los que aguardaban noticias era un "extranjero". Ahora, Juan Pablo II, cansado y con una salud delicada, celebra el cuarto de siglo al frente de la Iglesia católica. Y lo ha hecho en el mismo lugar donde comenzó su largo pontificado: en una abarrotada plaza de San Pedro.
Una devota multitud ha ido llegando durante toda el día al centro neurálgico del Vaticano. A primera hora de la tarde ya eran miles los peregrinos que esperaban impacientes a que la voz quebrada y débil de Juan Pablo II rompiera el silencio. Y así ha ocurrido a las 18.00 (hora española), momento en el que ha arrancado la misa conmemorativa de sus 25 años de papado. La misma hora en la que, hace cuarto de siglo, Karol Wojtyla fue elegido la máxima autoridad de la Iglesia Católica.
Esta tarde, desde el gran altar adornado con 25.000 tulipanes holandeses, Juan Pablo II, acompañado de 150 cardenales, ha despejado las escasas dudas sobre su continuidad al frente de la Iglesia Católica al decir que confía su suerte a Dios. "Él, pese a saber de mi fragilidad, me alienta a responder con fe y me invita a asumir las responsabilidades que me confió", ha dicho el anciano Papa de 83 años ante una multitud entregada, al igual que hace cuarto de siglo.
Pese a su precaria salud, Juan Pablo II ha oficiado la misa solemne y ha leído parte de la homilía. No obstante, como ya viene siendo habitual, sólo ha leído los primeros párrafos y luego ha proseguido el número tres del Vaticano, el arzobispo argentino Leonardo Sandri.
Al final de la misa, Juan Pablo II ha querido agradecer a la curia romana y a todo el mundo la ayuda que le han prestado y ha pedido de nuevo a todos los fieles que sigan rezando por él. "Sólo Dios sabe cuántos sacrificios, plegarias y sufrimientos han sido ofrecidos por mí. Os pido que no interrumpáis esa gran obra de amor. Os lo pido de nuevo, ayudad al Papa a servir al hombre y a toda la Humanidad", ha concluído.
El encuentro con la jerarquía
Los actos de conmemoración han empezado a primera hora de esta mañana. El Papa ha firmando la exhortación apostólica Pastores Gregis, con la que se cierra el Sínodo de Obispos celebrado en el Vaticano en 2001. Al acto han asistido unas 8.000 personas entre cardenales, obispos y sacerdotes de todo el mundo.
Tampoco en esta ocasión Juan Pablo II ha leído la exhortación entera. Sólo el primer y el último párrafo, los dedicados al agradecimiento. El resto del texto lo ha leído el arzobispo Sandri.
En el 25 aniversario de su pontificado, Juan Pablo II ha recibido las felicitaciones de otros jefes de Estado. En el texto enviado por José María Aznar, el presidente del Gobierno español concluye: "Hago votos para que Dios os dé fuerzas para continuar con vuestra misión al servicio de la Iglesia y de la humanidad".
Un tono diferente ha tenido el mensaje de felicitación enviado por el presidente ruso Vladimir Putin, en el que le recuerda al Papa que tienen previsto reunirse en noviembre para "discutir las perspectivas de contactos bilaterales y de cooperación entre Rusia y el Vaticano".
Primer discurso de Juan Pablo II (16 de octubre de 1978)
Loado sea Jesucristo.
Queridos hermanos y hermanas, estamos aún todos entristecidos después de la muerte de nuestro amadísimo Juan Pablo I. Y ahora, los eminentísimos cardenales han proclamado un nuevo obispo de Roma. Lo han encontrado en un país lejano...lejano, pero siempre tan cercano por la comunión en la fe y la tradición cristiana. He tenido miedo al recibir este encargo, pero lo he hecho con el espíritu de obediencia hacia Nuestro Señor Jesucristo y en la fe total hacia su Madre, la Vírgen Santísima.
No sé si puedo explicarme bien en vuestra...nuestra lengua italiana. Si me equivoco me corregiréis. Y así me presento a todos vosotros, para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza, nuestra fe en la Madre de Cristo y de la Iglesia, y también para comenzar de nuevo en este camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la de los hombres.
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