Rosina Gómez-Baeza: «Un traje de Lanvin me enseñó a invertir en cosas buenas»
Arrasaba en las tiendas cuando era joven. Y eso le ha servido para llenar un armario que apenas necesita renovación. Entre pequeños lujos vintage y faldas a medida, la exdirectora de Arcomadrid sabe disfrutar de su ropa.
Ha escrito parte de la historia del arte moderno en España. Rosina Gómez-Baeza, exdirectora de Arcomadrid y Medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes, dice entender la moda como una forma de hablar de uno mismo. Su armario guarda envidiables tesoros vintage, y su esqueleto privilegiado le permite seguir usando faldas que compró hace 40 años.
¿Cuándo fue de compras por última vez?
Hace tres años.
No lo creo.
Sí. Tengo mucha ropa, casi toda en perfecto estado. Uso cosas que tengo desde hace 30 o 40 años. Creo que a mi edad no hay que seguir la moda como imposición. Lo que llevo es una expresión de mi identidad.
Entiendo que su armario está lleno de piezas vintage. Hábleme de una.
Una falda con dibujos modernistas que me compré en Carnaby Street a principios de los años 70 y que ahora me pongo mucho. O un abrigo maravilloso de Versace, hecho de lana y de encaje, al que tengo especial aprecio.
De toda su ropa, ¿qué pieza diría que, por su aspecto, se parece más a una obra de arte?
Un abrigo de fieltro duro de Mandarina Duck que recuerda a alguna obra de Beuys.
Dice que guarda mucho. ¿Qué hace con lo que deja de ponerse?
Lo regalo. A veces me arrepiento. Recuerdo una falda plisada de crepé de gasa y una blusa a juego de Valentino. Lamento haberme desprendido de ese conjunto, era precioso.
¿Qué valora más en una prenda?
Creo que el material. Mi madre me enseñó a distinguir las telas y la calidad de cada una de ellas. Aprecio las diferencias.
¿Qué tipo de ropa le sienta mejor?
La de corte masculino me queda bien. Tengo un esmoquin de Yves Saint Laurent de hace más de 15 años con el que me encuentro favorecida.
¿Qué prenda repite más?
Las faldas midi y los pantalones.
¿Alguna que le guste especialmente?
Una falda que compré en Loewe en la década de los 80. Es de un azul medio, con varias capas. Y otra que me hizo un modista con una tela liberty que tenía dibujo de cachemir.
Cuando está en casa, ¿qué se pone?
Me gusta usar ropa fluida, cálida, que me envuelva. Ir cómoda, pero bonita. No entiendo eso de estar mal vestida en casa. Uno establece relaciones con las cosas que le rodean, y la ropa crea sintonía con el entorno.
¿Hace compras en tiendas low cost?
Ya no. Cuando era joven arrasaba en Miss Selfridges. Pero a mi edad ya no me sienta bien. Además, no necesito renovar el vestuario cada temporada.
Una pieza con anécdota…
En un viaje a Alemania –en los tiempos en los que dirigía ARCOmadrid– saqué de la maleta tres vestidos y los colgué de la barra del baño para quitarles las arrugas con el vapor de la bañera. La barra se rompió y los vestidos cayeron al agua. Dos quedaron hechos una pena, pero el otro, que era un traje de chaqueta gris de Lanvin, volvió a estar perfecto en cuanto se secó. Eso me enseñó que de vez en cuando merece la pena invertir en cosas buenas.
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