Mia Khalifa: «Ahora mismo me empodera mi OnlyFans porque ahí hago las cosas a mi manera»
Mia Khalifa ha conseguido salir de una pesadilla: perder el control de su propia identidad después de firmar un contrato abusivo sin leer la letra pequeña. Tras su paso por el porno, que la convirtió en una estrella, aún no ha recuperado todos sus derechos de imagen, pero sí es dueña de su propia narrativa y de la ilusión por un futuro distinto.
Cuando Mia Khalifa fue el pasado mes de mayo a dar una conferencia en Oxford, invitada por el sindicato de estudiantes de la célebre universidad, tuvo que luchar con el síndrome de la impostora que la invadió. Que una mujer que debe su celebridad global a unos minutos de cine porno sea una voz respetada en el paraninfo de una de las instituciones educativas más prestigiosas del mundo es, sin duda, inusual. Y sin embargo, es difícil pensar en una persona que pueda hablar con más autoridad del tema que se abordaba, el peso de ser influencer y generadora de contenido en nuestro tiempo y los límites de la privacidad en el ejercicio de la profesión.
Cuando Sarah Joe Chamoun (Beirut, 30 años) aceptó hace una década la propuesta de un compañero con el que trabajaba en un restaurante de comida rápida en Miami de firmar un contrato con una productora de películas para adultos no sabía que en poco más de dos años (y 37 películas) se convertiría en una auténtica leyenda (la actriz más buscada de la plataforma de porno más popular del mundo) gracias, entre otras cosas, a que en algunas escenas filmadas llevaba puesto un hiyab; tampoco sabía que de esa forma estaba ligando para siempre su cuerpo a esa productora audiovisual y que jamás volvería a ser dueña de su propia imagen, que trató de recuperar cuando ya era demasiado tarde. “Lo intenté en un momento dado, pero hace como tres años que dejé de pelear por esa causa cuando un bufete de abogados con el que trabajé pro bono me advirtió de que no íbamos a llegar a ninguna parte: que la lucha me llevaría décadas de mi vida, millones de dólares y que aun así no había ninguna garantía de que pudiese ganarles”, explica, risueña y articulada al otro lado de la pantalla, donde aparece en su dormitorio vestida con un sencillo chándal. A pesar de lo difícil que le ha resultado, Mia Khalifa ha acabado encontrando un nuevo camino: tiene su propio espacio en OnlyFans (donde hace performances, no se desnuda) y una marca de joyería para el cuerpo llamada Sheytan en la que tiene depositadas todas sus ilusiones y para la que ha contado con algunos consultores de la industria de la moda: “He encontrado un apoyo fundamental en mis amigas. Una de ellas, Sarah, me han ayudado a racionalizar mis sentimientos, a sacar partido a mis sueños y fantasías, a ver un futuro”.
Alguna vez ha contado que recurrió al porno muy joven en busca de dinero pero también de autoestima. ¿Le sirvió para lo segundo? Al fin y al cabo se convirtió en una de las mujeres más deseadas del mundo… En absoluto. Porque cuando me atacan trolls con comentarios asquerosos en Twitter y usan mis fotos para ilustrarlos no me reconozco en esa persona. Y siento pena por ella, por dónde estaba mentalmente y lo poco que me quería y me respetaba a mí misma y por cómo intentaba ganar la aprobación de los demás. Entiendo lo que preguntas: si era “empoderador” de alguna forma. Y la respuesta es no. Quizá ahora mismo sí me empodera mi OnlyFans porque ahí hago las cosas a mi manera, no hay desnudos, no hago lo que la gente espera cuando se mete ahí. Pongo fotos divertidas y bellas que me hacen sentir poderosa. Y también me hace sentir poderosa bloquear agente que me dice cosas groseras. Es una sensación maravillosa poder decir no o mandar a la mierda al que me dice: “Esto lo podría conseguir gratis en internet”. Genial. Pues vete a internet a buscarlo.
¿Por qué ha acabado optando por ese camino más recatado en OnlyFans? No me gusta llamarlo recatado. Creo que es una cuestión de preferencia. Seguramente hay muchas más presiones y barreras para las mujeres de ciertos entornos religiosos o sociales que para otras. Y no me gustan esas mujeres que apoyan la narrativa de “Defiéndete con tu cerebro, no con tus tetas”. ¡Callaos, por favor! Tampoco digo lo de que no hago desnudos en OnlyFans de forma pretenciosa ni para ser más que otras. A veces no me gusta decirlo, de hecho, porque siento que alguna gente puede interpretar que estoy diciendo que soy mejor que quienes lo hacen, y no es eso en absoluto. Yo ahora estoy cómoda así.
¿Ya nunca se va a volver a desnudar? Me da muchísimo miedo que mis desnudos empiecen a circular por ahí otra vez, pero últimamente trabajando en Europa me he sentido muy bien creando cosas artísticamente bellas y eso me ha ido dando confianza para ir mostrando más. Incluso cuando he hecho fotos sin la parte de arriba me he sentido más cómoda porque no las he sentido abiertamente sexuales. De todas maneras, si alguien sexualiza esas fotos es su problema, no el mío.
¿Por qué cree que hay mujeres, como Jane Birkin, que nunca tuvieron miedo alguno a mostrarse desnudas? ¿Qué hace que una mujer sea desinhibida y otra no? Bueno, creo que la relación de Birkin con las transparencias es de hecho su legado para Europa, donde un pecho desnudo no se sexualiza y demoniza al extremo que se hace en Estados Unidos. Para vosotros es algo más natural y se contempla de una forma completamente diferente. Y luego, como te digo, tiene mucho que ver con las preferencias personales. En su caso creo que era una cuestión de estilo, se sentía cómoda con ese aspecto cool sin esfuerzo, sexy.
¿Cómo influyó su educación en su relación con su propio cuerpo? Pues yo era muchísimo más pudorosa que ahora, sin duda. Creo que de hecho un factor decisivo en las malísimas decisiones que tomé hace 10 años tuvieron que ver con lo constreñida que estuve en mi adolescencia. No me dejaban ser libre, ni expresarme. Y eso me hizo muy vulnerable ante ciertas relaciones y compañías que no debería haber tenido y a las que quise complacer. Fui muy complaciente.
¿Ya no lo es? No, desgraciadamente.
Mia Khalifa es una mujer culta que se expresa con extraordinaria claridad. Cuando vivía en Beirut sus padres, de tradición católica, la mandaron a un liceo francés. Su familia llegó a Estados Unidos huyendo del conflicto que tenía lugar al sur del país y se instaló en Maryland. Después ella fue a un internado militar. “Era una escuela muy prestigiosa en la que estudiaban los aspirantes a West Point. Fue una formación increíble. El centro estaba a solo dos horas de mi casa, así que suena mucho más dramático de lo que era. Teníamos cierta parafernalia militar, sí, como hacer desfiles y marchas con armas, pero no servíamos al Gobierno de los Estados Unidos”. Después, en la universidad, estudió Historia. “No fue el movimiento más inteligente porque no se consiguen trabajos con eso y están mal pagados. Pero cuando era joven me encantaba la clase de historia porque leer esos libros de texto era como ver una película: me parecía una locura que todas esas cosas hubieran ocurrido en la vida real y estuvieran documentadas. Me apasionaba. Incluso hoy en día los libros que me suelen gustar son biografías históricas y ensayos de no ficción”.
¿Y comprobar hasta qué punto la historia es cíclica no le ha ayudado en algunos momentos de su vida? Pues ahora mismo estoy leyendo Prometeo americano, la biografía de [Robert] Oppenheimer en la que está basada la película de Nolan y me alucina hasta qué punto esa historia sigue siendo relevante hoy en día. Este tipo hizo un gran descubrimiento en los años treinta y se pasó su vida advirtiéndonos de que íbamos a entrar en un círculo vicioso, el del terror nuclear, del que nunca ya íbamos a poder salir. Es aterrador pero también sirve para ver lo importante que es conocer la historia, tener conversaciones sobre ella. Es muy duro vivir en un estado como Florida, donde quieren borrar la historia y han prohibido la teoría crítica de la raza. En las escuelas públicas no les dejan enseñar a los niños los orígenes de la esclavitud y cómo esencialmente a los esclavos se les impedía la movilidad social incluso después de que la esclavitud fuese abolida. Lo mínimo que eso me parece es ilegal.
¿Cuando tuvo los problemas con el porno no pensó en irse de Estados Unidos? La verdad es que cuando estalló la cosa hace 10 años, Estados Unidos era el único lugar del mundo donde me sentía segura porque uno de los grandes catalizadores del escándalo fue el atentado de la sede de Charlie Hebdo: había caricaturas mías en aquel momento en el semanario y todos los extremistas de internet y Twitter hablaban de mí por eso. Era aterrador. Diría que fue en 2021, cuando se produjo el asalto al Capitolio, en el momento en el que empecé a mirar este país de una forma distinta y me di cuenta de que quizá lo único que de verdad tenemos bueno es mucha cantidad de espacio para aparcar [risas].
¿Tiene pareja en estos momentos? Yo soy una monógama en serie y he estado en tres relaciones de larga duración en mi vida, pero en estos momentos estoy soltera y lo estoy disfrutando mucho porque no tengo que sacrificar nada a cambio de compromiso. Tengo un entorno de amigos que son mi red, con los que lo paso muy bien, que me protegen. Y bueno, a ratos me puedo sentir sola, sí, pero hay unos aparatos que funcionan a pilas que pueden resolver eso [risas].
Si tuviera que darle un consejo a una joven de 17 años que estuviese a punto de firmar un contrato con su propia imagen, ¿qué le diría? No firmes nada que le dé los derechos a alguien de algo tuyo para siempre. Nunca hagas eso. Jamás. No firmes algo que lleve dentro la expresión “a perpetuidad”. Porque eso significa que si se acaba el mundo, en el siguiente universo seguirás estando vendida. Sobre todo si no te puedes permitir un abogado.
*Maquillaje: Thomas Lorenz (MFT Agency). Peluquería: Sébastien Le Correlle (Airport Agency). Producción: Maia Hoetink. Retoque fotográfico: Sam Retouch. Asistentes de fotografía: Philip Skoczkowski, Jonas y Clovis Tanguy. Asistente de estilismo: Antonella Simes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.