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Lillian Fishman, autora de ‘Los favores’: «Uno de los grandes retos sociales es sentirnos sexualmente plenas»

Sexo crudo, vanidad y sumisión femenina: Lillian Fishman debuta con la novela más caliente y ambiciosa del otoño.

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Collage de Ana Regina García con fotos de Getty. Retrato: Angalis Field

Dice Lillian Fishman (Massachusetts, 29 años) que “una novelista debe enfrentarse al periodo de tiempo que le ha tocado vivir”. El suyo, cuenta en conversación por Zoom desde Nueva York con lo que se intuye como la cocina-salón de un piso desenfocado en segundo plano, es el de madurar bajo un perpetuo estado de crisis y apocalipsis inminente. Una era acomplejada por el presentimiento de que la fiesta, esa que todos disfrutaron antes, se ha acabado para todas nosotras. “Nos inquieta intuir que o bien ya no habrá ninguna más o que lo bueno, si es que está pasando, está seguramente en cualquier otro lugar”, reflexiona esta autora. Por eso Eve, la protagonista de su debut literario, está obsesionada con una frase de la mejor vividora que hemos leído, Eve Babitz, imantada en la nevera de su piso de alquiler compartido: “En cuanto me dé la gana, puedo abandonar la fiesta y saltar a la vida real”. El problema surgirá cuando averigüe que ansía estar en una que nunca imaginó desear, la que someterá su propia voluntad.

Licenciada en el Barnard College, y mientras combinaba ser lectora de ficción para el New Yorker con su trabajo en la librería Greenlight de Brooklyn, Fishman ha debutado con una novela en la que pensó que escribiría una historia queer, pero que, cosas de la trama amorosa, se convirtió en un libro sobre la heteronorma. En Los favores (con traducción de Montse Meneses Vilar en Reservoir Books), Eve es una veinteañera tardía, devota de su novia enfermera salvavidas, que sobrevive como camarera sin ambición aparente ni ahorros en su cuenta porque intuye que el dinero de su padre siempre le salvará el culo (“No era artista ni intelectual. Simplemente no quería alquilar mi cabeza”). Como la autora, Eve es lesbiana desde su adolescencia con un convencimiento que roza el paroxismo político (“lo queer surgió en mi vida como una fe, representaba un tipo concreto de conciencia ética […] Me había convencido a mí misma hasta convertir la atracción por las mujeres en un compromiso político con el lesbianismo”). En la ficción, su protagonista acabará completamente subyugada y arrastrada por el deseo que le despierta Nathan —un tipo que maneja carteras de inversiones asquerosamente guapo, rico y seguro de sí mismo—en un trío que formará con Olivia, una artista introspectiva que hará todo lo que Nathan pida, incluso trabajar para él mientras practican tríos con Eve en su tiempo libre.

La de Fishman es una novela ambiciosa y caliente, con un sexo literario crudo y puro; pero también es un texto que tensa nuestras convicciones feministas más férreas y nos pone contra las cuerdas. Eso, precisamente, es lo que hace este debut más interesante, porque esta autora pone sobre la mesa, sin pasar de puntillas, qué es lo que pasa cuando interseccionan las grandes cuestiones de nuestra era: qué hacemos las mujeres con ese imán tóxico de la vanidad, con el poder de gustar y ser un cuerpo deseante para el sistema; por qué nos ciega el poder del dinero y cómo parecemos programadas para machacarnos con esos hombres evasivos con un deseo que nos atraviesa el cuerpo y por el que nos arrastramos suspendidas, ciegas perdidas.

‘Los favores’, de Lillian Fishman.
‘Los favores’, de Lillian Fishman.Reservoir Books

Este libro trata muchos temas espinosos. Como el de ver a una protagonista queer atrapada, e incluso fascinada, por un deseo puramente heterosexual. ¿Por qué?
Aunque Eve vive ese lado heterosexual como una experiencia de humillación e incomodidad y sus fantasías de violación le perturban, sí que le alivia en cierta manera el dejarse arrastrar por los valores predeterminados socialmente con los que creció y contra los que ha luchado. Cuando Nathan aparece, le presta atención y expresa ese deseo específico hacia su cuerpo, Eve siente que en esa esfera heterosexual no tiene la presión que sí tiene en sus relaciones con las mujeres, algo que ella siempre ha sentido casi como radical y político. Es distinto.

¿Moral y política afectan a nuestra forma de vivir el sexo?
Totalmente. Y no es algo que pase ahora, tenemos estadísticas sobre cómo las relaciones y el sexo han cambiado según la época: no eran iguales en los años cincuenta que ahora. El territorio moral define cada era.

Y en esta, ¿cómo estamos?
No se trata de discutir si es mejor o peor que antes. El sexo es algo completamente privado, fuerte, profundo, complejo. Va mucho más allá de su función reproductiva, es algo imposible de comparar. No creo que sea más difícil tener sexo ahora que hace 20 años, cada década crea sus propios conflictos morales. Y en todas ha resultado difícil. Uno de los grandes retos sociales es sentirnos sexualmente plenas.

En Los favores se exponen muchísimos y diversos conflictos, incluso para la lectora más convencida en su feminismo.
Lo que pedimos al arte la mayor parte del tiempo es que sea capaz de generar algo que normalmente nos incomoda ver en la vida diaria. Este libro es un laboratorio moral y emocional sobre esta era. Aquí cada personaje aporta una visión. Eve se resiste en cierta a forma sentir el sexo, quiere intelectualizarlo y acabará agradeciendo a Nathan que le haya mostrado una forma puramente emocional de vivirlo.

Pero Nathan también se acuesta con sus subordinadas, eso también es problemático.
Ahora hay una gran reacción para desvincularnos de nuestro trabajo, pero es algo que culturalmente nos define. Naturalizamos que sea nuestra vida. Hace 50 años era normal que hubiese líos en el trabajo. Es un tema complejo. Soy incapaz de tener una opinión clara sobre cuál es la solución.

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