La Perra Blanco, música: “Me querían cambiar el nombre porque no suena internacional”
No tiene una gran discográfica detrás, pero le sobran talento y energía. Su popularidad se propaga como la pólvora, y ni siquiera hace música que esté de moda
Cuando está en el escenario, La Perra Blanco es un torrente de energía. Canta y sacudiendo su cuerpo tal y como exige la música que interpreta, rock & roll, mueve frenética la gigante guitarra eléctrica que aprendió a tocar a pesar de la oposición de su madre. Su vitalidad es contagiosa y su honestidad seduce. Alba Blanco, la mujer que fundó el grupo de rock del que cada vez habla más gente, se expresa con franqueza y con la misma fuerza que sus canciones. “Si Little Richard, que era negro y gay, podía tocar rock & roll, ¿por qué no iba a poder hacerlo yo?”. Sus referentes hablan mucho de su espíritu: “Bessie Smith venía de la miseria, la maltrataban por ser negra y por ser mujer. Y ella se apretaba una botella de ginebra y subía al escenario para poner a parir al mundo”.
Alba, que nació en La Línea de la Concepción (Cádiz), tiene 28 años y antes de meterse de lleno en la música trabajaba de cajera en una oficina de cambio de divisas. Se quedó con las ganas de ser bombera, pero lo que sí llegó a hacer fue participar en expediciones de espeleología. Le gusta cocinar y le encanta hacer deporte. Cuando montó el grupo, en 2017, jamás se imaginó que actuaría por toda España y en varios países de Europa. También pudo haber participado en el festival de rock & roll más importante del mundo, el Viva Las Vegas, que se celebra anualmente en dicha ciudad. De hecho, la oferta que recibió incluía la posibilidad de hacer una gira por Estados Unidos. Pero... “Me dijeron: ‘Eres una mujer y tienes que saber aprovechar tu cuerpo’. Lo que querían era que me pusiera un vestido, tacones y me pintara los labios. Me querían cambiar el nombre porque no suena internacional, y en eso tienen razón, nunca he escuchado a un inglés que lo pronuncie bien. Aquello me pareció tan degradante que me lo debieron ver en la cara porque la reunión se acabó cinco minutos después. Nunca más tuvimos noticias de aquella gente”.
En enero, La Perra Blanco sacó su segundo álbum, Get It Out, y actualmente anda presentándolo por España y Europa. El incremento de su agenda de conciertos es uno de los motivos que la llevaron a instalarse en Valencia. “Empezamos a tocar mucho y en La Línea ni hay aeropuerto ni llega el tren. Y yo no conduzco. Era una locura, cogiendo el Blablacar cargadas con los amplis y la guitarra. Los músicos de mi banda estaban en Valencia y como mi pareja es de Ibiza y queríamos vivir juntos, estar aquí parecía lo más práctico”. Su éxito ha sido como una bola de nieve que desciende silenciosa por una ladera sin dejar de crecer. Durante ese descenso, que en realidad es todo lo contrario, Alba ha roto con algunos tabúes relativos al género musical que practica. “En los ambientes más puristas del rockabilly, presentarte a tocar llevando unas rastas como las mías es casi como si estuvieras insultando al público. La primera vez que actuamos en Inglaterra iba aterrorizada por esto. Luego subimos al escenario y a la gente le encantó lo que hacemos”, dice. Su independencia es su motor. Nunca ha sonado en las radiofórmulas, no es la clase de personaje al que invitan a los platós de televisión. El prestigio se lo ha ganado a base de actuar una y otra vez, de meterse a la gente en el bolsillo.
A sus conciertos suelen asistir mujeres de mediana edad, adolescentes, niñas. “Me encanta motivar a las mujeres. Muchas se acercan para darme las gracias porque no conocen referentes femeninos en esta música. No es que yo me vea como tal, pero me encanta saber que ejerzo ese efecto”. Canta en inglés, pero su mensaje llega más allá del idioma que use. “No soy capaz de escribir en castellano porque solamente escucho música en inglés, no me salen ideas en mi idioma. Mi mánager me insiste para que componga algo en español, pero no me sale. Al final, lo que cuenta es la energía que transmites. No creo que nadie se fije en mis letras cuando las estoy cantando. Si cantase en castellano la gente podría cantar conmigo. Bueno, pues que no canten, que beban y bailen”.
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