Nos vemos en la galería para celebrar la semana de Arco: reunión en un almacén lleno de arte
De la mano de Loewe Perfumes, accedemos al espacio Máximo, un enorme edificio industrial en Usera que evoca los hangares neoyorquinos y que suele permanecer cerrado. Allí se almacena la obra de varios coleccionistas y allí están instalados los talleres de artistas como Cristina Lucas o Fernando Sánchez Castillo.
Desde hace unos años, varias galerías y talleres de artistas han ido brotando en barrios del sur de Madrid. Nuevas generaciones de creadores han colonizado naves industriales, antiguas fábricas, imprentas abandonadas o patios abiertos de Carabanchel o Usera: son los ya conocidos Sohos madrileños. En el espacio San Máximo en Usera, a dos pasos del Hospital 12 de Octubre y de la glorieta de Málaga, se concentran varias colecciones de arte y talleres de creadores. Muchos de los artistas y galeristas internacionales exponen obra en la 43ª Edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCO, abierta hasta este domingo. De la mano de Loewe Perfumes, accedemos al espacio Máximo, un enorme edificio industrial levantado por los arquitectos Jerónimo Arroyo García y Ambrosio Arroyo García que evoca los hangares neoyorquinos y que suele permanecer cerrado.
Sorprende que después de recorrer fríos pasillos e interminables escaleras, de cruzar garajes desalmados, accedamos a una galería diáfana con esculturas, pinturas e instalaciones. No solo nos atrapan los cuadros de artistas de la talla de Rasha Omar, del que están expuestos unos, los paisajes abstractos de Marina Rheingantz o las evocadoras composiciones de Daniel Lergon. La luz que se cuela por las amplias cristaleras redibuja y crea figuras geométricas en el suelo. Por las ventanas de este espacio, donde se expone parte de la colección de los argentinos Juan y Patricia Vergez, se perfilan el Hospital 12 de Octubre y otros edificios industriales.
“La relación de Juan y Patricia Vergez con el arte empieza cuando les regalaron obra por su boda. Fue así como empezaron a coleccionar piezas pequeñas y otras instalaciones más grandes”, nos cuenta Victoria Solano del Río, consultora especializada en proyectos de arte contemporáneo con una larga trayectoria nacional e internacional en Madrid, Londres, Berlín y Nueva York. Las obras expuestas en el espacio van rotando: cuadros de colores vivos donde la pintura se mezcla con el grapado, lata o cuero, como las del ghanés Alexandre Diop dialogan con las esculturas tensionadas de la argentina Mariela Scafati, cuya obra se ha mostrado en el Reina Sofía. El espacio realza la obra de Cristina Lucas, una artista que comparte taller con Fernando Sánchez Castillo en este mismo edificio. “Trabaja con materiales como el cobalto, que cambian la obra y cuyo color azul es fascinante”, opina Laura Cabezas, directora de la colección Vergez.
La coleccionista cubana Ella Fontanals-Cisneros se instaló hace poco en otra planta de este edificio de ladrillo. “Empezó a coleccionar arte figurativo, en especial, latinoamericano, luego se interesó por el geométrico y más tarde por el arte concreto cubano”, nos cuenta Solano del Río. Su colección privada suma más de 3.500 piezas, entre fotografías, grabados, instalaciones, videoarte, documentación performática…
Uno de sus proyectos es alcanzar un acuerdo con el Ministerio de Cultura para fundar un centro cultural que albergue parte de su colección. “Ojalá acabe en algún lugar de España”, confía Solano del Río, ante un cuadro de Jessica Rankin que ella misma vendió a Fontanals-Cisneros. Los bordados poéticos con acrílico del estadounidense Bel Barcellos, los manifiestos políticos contra la censura del brasileño Antonio Dias o las revisiones de fotografías de starlets del brasileño Vik Muniz bien merecen ser vistos por un público más amplio.
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