Bella Baxter, loca ninfómana y antítesis de ‘Barbie’
Ella ha desbancado en el último momento al estereotipo deconstruido de la rubia tonta que proponía ‘Barbie’ gracias a la relectura de la adicción al sexo
Bella Baxter está llamada a ser un personaje tan amado como odiado, un nuevo casus belli para las guerras culturales por su lujurioso feminismo. Baxter, protagonista de Pobres criaturas, no tiene filtro y hace con su cuerpo lo que le da la gana. De alguna manera, el personaje encarnado por Emma Stone en la película de Yorgos Lanthimos, funciona como la cara B de Barbie.
Bella también es un juguete que un día descubre sus poderes de carne y hueso, una joven Frankenstein alegre, disfuncional y disfrutona que emprende el camino —como Pinocho o como Dorothy en El mago de Oz— para descubrir la magia de su cuerpo y de la vida. En la carrera por el personaje más feminista del año, Bella ha desbancado a la omnipresente rubia tonta —o estereotipada— gracias a su reinterpretación de otro estereotipo bastante más interesante, el de la loca-ninfómana.
Otro asunto es si la película de Lanthimos es tan transgresora como quiere venderse o solo un muy edulcorado cuento gótico. Su barroquismo y extravagancia le han valido el León de oro de Venecia y 11 candidaturas a los premios de la Academia de Hollywood, incluido el de mejor actriz para su musa. El padre de Bella, el doctor Godwin Baxter, interpretado por Willem Dafoe, ha creado a su monstruo con el cuerpo de una mujer que se ha suicidado y un cerebro en el que está la clave de su inocencia. Una mujer maltratada que tiene la posibilidad de empezar otra vez de cero, liberada de todos los corsés de la sociedad que la ha convertido en un despojo.
La película, que se basa de manera bastante fiel en la novela homónima de Alasdair Gray de 1992, es la segunda colaboración de Stone y Lanthimos después de La favorita. Como Margot Robbie con Barbie, Stone es la productora de una película hecha para su total lucimiento y aunque sus movimientos ortopédicos pueden acabar resultando tan cargantes como la sonrisa con cara de susto de Barbie, también poseen esa poesía disfuncional del último desfile de John Galliano para Margiela. Stone recoge el mito creado por Mary Shelley y, de la mano de un vestuario fabuloso para su pequeña Frankenstein ávida de vida y de sexo, se erige con su poderío expresivo en nuevo símbolo de la inconformidad femenina.
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