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Las chicas del ‘britpop’

Grupos como Elastica, Kenickie, Echobelly o Saint Etienne desafiaron la ortodoxia de la llamada ‘lad culture’, que glorificaba una masculinidad de amigotes, fútbol y cerveza.

cover elastica

Durante la época de la eclosión del britpop, había dos maneras rápidas de alcanzar la atención de los medios siendo mujer: salir de un club londinense del brazo de un Gallagher –para eso era necesario ser rubia peliteñida– o, peor, aparecer en el “especial chicas” que las revistas musicales se veían obligadas a publicar de vez en cuando.

Al contrario que su predecesor y en cierta manera némesis, el grunge, cuyo líder e icono, Kurt Cobain es probablemente el feminista más famoso de la historia del rock, el britpop no pasará a la historia como el movimiento musical más woman-friendly. Aunque la era quedó oficialmente inaugurada con la portada de la revista Select que mostraba a un sexualmente ambiguo Brett Anderson – el frontman de Suede acuñó la frase que más repetirían los estudiantes de Letras de la década en los bares: “soy un bisexual que no ha tenido nunca una experiencia homosexual”–, pronto se impondría un modelo de masculinidad bastante menos inclusivo, el llamado lad.

Al lad le gustaba el fútbol, la cerveza y berrear Some Might Say a la salida del pub. El lad probablemente acababa de mudarse a Londres desde las provincias y no tardó en encontrar un trabajo, aupado por el boom económico del primer Blairismo y tenía dinero fresco para gastar en Adidas, discos, y pintas. El lad, todos los lads, trataron conseguir entradas para los dos macroconciertos que Oasis dio en Knebworth: dos millones de personas lo intentaron, 250.000 lo consiguieron. El lad, en definitiva, estaba más cómodo con la idea de una chica apretando canalillo en la portada de Loaded, (“la revista para el hombre que cree que lo podría hacer todo, si no fuera porque tiene resaca”, como se definió en su primer editorial) que blandiendo una guitarra encima de un escenario.

El disco de debut que se vendió más rápido en Gran Bretaña no fue ‘Modern Life is Rubbish’ ni ‘Definitely Maybe’. Fue ‘Elastica’, de Elastica.

Y, sin embargo, hubo grupos de chicas o con chicas cruciales para la época. El disco de debut que se vendió más rápido en Gran Bretaña no fue Modern Life is Rubbish ni Definitely Maybe sino Elastica, de, ehem, Elastica. “Eran listos y calculadores, hasta el punto que costaba que te cayesen bien (…) Lo suyo era la brevedad y la intensidad, no la dulzura y la ligereza”, dice de ellos Bob Stanley en su enciclopédico Yeah yeah yeah. The story of Modern pop.  Pero su líder y fundadora, Justine Frischmann tuvo que aguantar durante bastante tiempo que se la tratase como la mayor groupie y trepa del britpop. Frischmann había conocido a Anderson a principios de los 90 cuando ambos estudiaban en el University College de Londres y compartían una obsesión por David Bowie y los Smiths. Empezaron una relación y fundaron Suede, aunque ella era algo así como un satélite de la banda. Hasta que Anderson, según reza el folklore del britpop, la expulsó del grupo por traición musical y sentimental, cuando Frischmann se enrolló con Damon Albarn justo en el momento del despegue de Blur. Por todo eso, se la retrató como novia de, tanto en los tabloides –que encontraron un filón en todos aquellos jovencitos fotogénicos y promiscuos– como en cierta prensa musical. Tanto ella como la guitarrista Annie Holland y la bajista Donna Matthews ignoraban el estilo neo-mod de sus compañeros de generación y optaban por una imagen más oscura, todo chaquetas de piel y botazas. 

Elastica tenía su contrapartida en un grupo menor pero interesante como Kenickie. Formado por cuatro post-adolescentes del norte de Inglaterra (que tomaron el nombre del segundón malote de Grease), Kenickie adoptó la actitud y el discurso de las Riot Grrrls del otro lado del charco, aunque con una pátina más lúdica, más propia del festival del amor (propio) que se vivía en aquellos días en Reino Unido y que se traducía en todas las esferas, desde el arte, con la eclosión de los niñatos dorados del Brit Art,  hasta los medios de comunicación.

Kenickie adoptó la actitud y el discurso de las Riot Grrrls del otro lado del charco, aunque con una pátina más lúdica.

Una nueva generación de djs había tomado la BBC al asalto y era normal escuchar Supergrass donde antes sonaba Status Quo. Precisamente, la líder de Kenickie, Lauren Laverne, continúa esa tradición y dirige hoy uno de los mejores programas musicales del país (y de cualquier país) en la BBC 6, la cadena musical del ente público. Allí comparte micrófonos con otra veterana del Britpop, Cerys Matthews, la vocalista de Catatonia. En su día, las Kenickie, que vestían “glamour barato” a lo Courtney Love, denunciaron el doble rasero al que las sometían los medios. “Nos obligan a probarnos gafas de sol en el programa de Lorraine Kelly [una especie de Mariló Montero]. ¡Esto nunca se lo harían a Ash!*, se quejaban.

La nómina de grupos de chicas es corta pero hubo más bandas que respondían al esquema alineación masculina+vocalista femenina. Esto le valió a Echobelly comparaciones con Blondie (aunque el grupo también tenía una bajista, Debbie Smith). Nacida en India y criada en una familia muy tradicional, la cantante de Echobelly, Sonya Madan, tenía un perfil curioso como estrella del pop. No asistió a su primer concierto hasta que estuvo en la Universidad y no se le pasó por la cabeza formar un grupo hasta que conoció a Glenn Johansson, un sueco que editaba una revista erótica. Las insinuaciones sexuales, así como una fascinación por el lado sórdido de la vida, formaban parte de las letras de Echobelly. Uno de sus escasos pero sonados hits, I can’t imagine the world without me (No puedo imaginarme el mundo sin mí) dio nombre a su álbum de grandes éxitos pero también podría ser el resumen de una época marcada por un bullicioso narcisismo. Madan puede también presumir de haber patentado el corte de pelo obligatorio de la época para toda jovencita de aspiraciones indie, el pixie-con-flequillo-ladeado que después catapultarían al mainstream Natalie Imbruglia en el vídeo de Torn y Gwyneth Paltrow en Sliding doors.

Bandas que respondían al esquema alineación masculina+vocalista femenina: Echobelly, a la que le valieron comparaciones con Blondie.

La cantante de Echobelly solía turnarse el dudoso honor de encabezar la “lista de las mujeres más sexy”, que publicaban cada año el NME y Melody Maker, con otra embajadora del pixie, Louise Wener, la frontwoman de Sleeper. La banda, que cosechó fama como telonera de Blur, tuvo hits como Inbetweener y Sale of the Century y coló dos temas en la banda sonora más exitosa de la época, la de Trainspotting.

Algunas vocalistas del Britpop encontrarían mayor éxito fuera de los estrechos confines del movimiento, como Sarah Cracknell, de Saint Etienne, que fueron contemporáneos de aquello pero lo trascendieron y han seguido editando exquisitos discos de pop electrónico hasta hoy, o Sophie Ellis Bextor. Ésta encabezó la banda de corta vida Theaudience pero triunfaría mucho más como ejecutora de infecciosos hits disco pop como Murder on the Dancefloor. Y de otras, como Pearl Lowe, se puede decir que pasaban por allí y cantaban en un grupo porque era lo que tocaba entonces. Lowe encabezó Powder (el nombre de la banda era un muy poco sutil guiño a la cocaína que alfombraba Londres por entonces), está casada con Danny Goffey de Supergrass y es la madre de la modelo Daisy Lowe.

Algunas vocalistas del ‘britpop’ encontrarían mayor éxito fuera de los estrechos confines del movimiento, como Sarah Cracknell, de Saint Etienne.

En realidad, y volviendo a la frase inicial, en la eclosión del britpop había una tercera manera mucho más efectiva de conseguir atención y constía en llamarse Posh, Baby, Ginger, Sporty o Scary. El difuso Girl Power de las Spice Girls, a las que, por cierto, Lauren Laverne llamó “basura tory”, una versión infantil y desarmada del post-feminismo fue el verdadero reverso de la lad culture. De nuevo, Bob Stanley lo dice mejor: “El telón sobre el Britpop cayó con el álbum de Pulp This is Hardcore, de 1998. Detallaba la virtual y artística desintegración de la banda en la luz pública, lo que marcaba un contraste con el brillo y alegría de Spiceworld: the movie. ¿Quería el público británico escuchar a un cantante quejándose de cuántos vídeos porno ha visto, aburrido, en un hotel de Amsterdam? No, no quería”.

*Para despistados y menores de 30 años: Ash era una vitalista banda norirlandesa de power pop que, por cierto, también contaba con una guitarrista, Charlotte Hatherley.

Louise Wener (Sleeper) y Pearl Lowe (Powder)

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