Matteo Tamburi, director creativo de Tod’s: “El cliente ya no busca estatus o novedad, sino significado”
El italiano da un nuevo rumbo a Tod’s a través de diseños que no solo se ven, también y sobre todo se tocan. El creador sabe combinar la precisión del oficio con una visión contemporánea de lo que debe ser el lujo


Lo primero que hace Matteo Tamburini cuando se enfrenta a una colección no es dibujar ni esculpir sobre un maniquí, sino tocar diferentes materiales hasta encontrar la inspiración. “Me gusta trabajar con contrastes táctiles (napa, ante, jacquards...) y reinterpretarlos con nuevos tratamientos y combinaciones inesperadas”, explica. Desde 2023, trabaja en el lugar idóneo para tocar y moldear: Tod’s, la histórica marca italiana con sede en Le Marche, una región en el centro de Italia famosa sus curtidurías y talleres marroquineros.
Tamburini llegó hace dos años a esta enseña que lo apuesta todo al clasicismo, la artesanía y varios productos atemporales (como los mocasines Gommino o el bolso D Bag), pero en realidad fue como si siempre hubiera estado ahí. Se crio en Pesaro, en la propia región, rodeado de talleres del cuero y en una familia que trabajaba realizando y alquilando vestuario para teatro. Pasó por varias marcas (entre ellas, el Schiaparelli de Marco Zanini, una enseña que también es propiedad del dueño de Tod’s, Diego Della Valle) y terminó diseñando los accesorios de Bottega Veneta, es decir, suyos son algunos de los bolsos y zapatos de cuero.

El primer desfile de Tamburini al frente de Tod’s sucedió en las cocheras del tranvía de Milán. El escenario era una declaración de intenciones: el buen diseño no debería estar reñido con las prisas cotidianas. “Para mí lo innovador no tiene que gritar”, dice, “a veces está en una proporción o en una costura situada de forma especial, o en cómo se pliega un bolso. El diseño avanza en los detalles”. De aquello han pasado dos años, y Tamburini se ha convertido, en tiempo récord, en uno de los diseñadores más respetados en los círculos de la moda. La receta de su éxito se basa en haber añadido las dosis justas de diseño a una marca centrada en el clasicismo. Él le resta mérito: “Tod’s tiene una identidad fuerte desde hace décadas. Eso es un regalo para un diseñador, pero también una responsabilidad”, opina. “Me impuse el reto de no alterar esa identidad, pero hacer que resonara en otro tiempo”, señala. Su visión añade a la firma arrugas, texturas nuevas, pequeñas asimetrías y en ocasiones diseños que trascienden los géneros. Él lo define como “diseñar una marca más humana, más abierta, más viva, e incluso más porosa”, dice.

En mayo de 2024, Tod’s logró retirarse de la Bolsa de Milán, donde llevaba cotizando casi dos décadas, y convertirse en una empresa privada, participada en un tercio por L Catterton, el fondo de inversiones del grupo LVMH. “Al convertirse en empresa privada, Tod’s puede planear inversiones, lanzamientos y estrategias con plazos más amplios”, afirmó su dueño, Diego Della Valle. No tener que rendir cuentas a los accionistas se traduce además en un reajuste de las expectativas. En tiempos de recesión en el mercado del lujo, la apuesta de Tod’s es la creatividad, aunque sea de una manera contenida. En este sentido, Tamburini considera que “el cliente de lujo hoy busca significado, no solo estatus o novedad”.

Ahora que todos los informes sobre el sector hablan de un aprecio renovado por la artesanía y los materiales de calidad, Tod’s, que facturó 122 millones de euros el pasado año, tiene medio camino andado, pero hace falta algo más: “Hay calidad y artesanía, pero también una parte emocional necesaria”, apunta el diseñador, que no quiere entrar dentro de la manida categoría de ‘lujo silencioso’. “Entiendo por qué la gente usa ese término, pero no me identifico del todo. Yo no quiero ser ni silencioso ni estridente, quiero ser honesto y ser auténtico”, dice. Su autenticidad se basa en dejar que los materiales hablen, que el tacto sea el que dé lugar a la forma y la forma al color. “Hay una sensación de sensualidad en ello, algo terrenal que siempre tiene que ver con la materia y con la forma en que las cosas que llevas puestas envejecen”, explica. Frente a la novedad constante, a Tamburini le interesa el paso del tiempo. De hecho, diseña pensando en cómo las texturas y los colores variarán en el futuro. “Trabajo pensando en un guardarropa, no en un desfile”, afirma, “intento utilizar tonos naturales que palidecen. Como si el cuero fuera un lienzo”. De ahí que entre sus referencias inmediatas estén nombres como los de Carla Accardi, Alberto Burri o Lucio Fontana, artistas plásticos que entendieron la belleza como algo que se construye sobre la propia materia.

Tamburini cree que el famoso made in Italy, más que un sello de calidad, es una actitud: “Lo veo como una especie de ideal. Una elegancia contenida, pero no anónima”, opina, “un armario de prendas elevadas, pero reales”. En un entorno de colecciones presentadas a modo de espectáculo, de tendencias vertiginosas y de batallas virales, el diseñador reivindica el tiempo lento: “Escuchar, primero al entorno y después a mi equipo. Solo así voy a ser capaz de hacer cosas con sentido”.
Tod’s no busca crecer a doble dígito saturando el mercado de productos. Tampoco convertirse en uno de esos éxitos pasajeros. Nunca lo ha pretendido. Su apuesta por Tamburini es la mayor prueba de ello: lejos del ruido, ha decidido confiar en la solidez del oficio y en una idea de lujo que reivindica el origen, la mano y la practicidad. No es el camino que muchos tomarían ahora mismo, pero quizá sí sea el mejor camino, porque se disfruta del paseo, no solo de la meta.


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