Beatriz Ballester, activista de la lana: “La artesanía es crear algo con utilidad. Cuando esa necesidad se acaba, se convierte en otra cosa”
La canaria trabaja con lana desde hace décadas. Hoy recupera este elemento, considerado residuo en El Hierro, para transformarlo en materia prima para su arte. Acaba de colaborar en la última colección de Duyos
“Tú no estás loca, ¿verdad?”, fue la primera pregunta que le hizo Juan Duyos a Beatriz Ballester cuando se conocieron. Estaban en el rincón de la isla de El Hierro en el que Ballester tiene su hogar: “Habíamos llegado allí con todo nuestro despliegue. Que si el diseñador, el de las fotos, el del vídeo y de repente nos vimos en este espacio maravilloso junto al mar y con Beatriz, que nos recibió con esta energía”, recuerda el creativo, “íbamos con ideas, pero conocerla nos las derribó”. Iban a explorar las islas Canarias para seleccionar a diversos artesanos locales con los que colaborar para su último desfile y de aquel viaje volvieron con alianzas para trabajar con piel de La Gomera, macramé y croché de Fuerteventura, calados de Gran Canaria, hilaturas de La Palma o la lana de El Hierro. Todo se materializó en su última colección, presentada en la pasarela de Madrid el pasado febrero. “Tenía ganas de escarbar en el ADN de cada sitio y surgió la posibilidad de hacerlo con gente que no fuera de la península”, reconoce Duyos, “son oficios que se estaban perdiendo, pero cada vez hay más gente recuperándolos”.
Ballester, que de loca no tiene ni un pelo de su blanca melena, puntualiza: “Para mí la artesanía es crear algo que tiene una utilidad y que resuelve situaciones. Cuando esa necesidad se acaba, la artesanía se convierte en otra cosa. Yo no estoy de acuerdo con mantenerla en la UVI, pero sí de recoger sus posibilidades y buscarles un sentido para el ser humano de hoy. Yo trabajo con la lana desde la mediación artística, desde la obra o la performance”.
La lana en Canarias es considerada un residuo. Las ovejas que se usan para producir queso en el archipiélago generan cada año unos 47.000 kilos de este material que es desechado o, como mucho, empleado en construcción (por ejemplo, como aislante). Desde que la península ibérica perdió la hegemonía de la oveja merina, otras regiones han ido mejorando la especie y hoy la que se produce en nuestro país, por lo general, no cumple con los estándares de la moda (la industria requiere fibras largas, finas, suaves y resistentes). “A Canarias llegó la oveja pelibuey, de la zona del Atlas, y luego la churra y la merina de la península”, relata Ballester, “aunque se perdió la calidad de la merina castellana, descubrí que el grosor y la resistencia de la lana de nuestras ovejas permiten trabajarla con una transparencia interesante”. Como la que consiguió para las túnicas de la colección de Duyos.
La mujer del vellón
Enérgica y apasionada, Ballester tiene la lucidez de los que ven más allá. Ligada a la lana desde que estudiaba Psicología, ahora explora cómo vivir con lo mínimo y cuáles serían sus imprescindibles, mientras da talleres o trabaja con el material. Como Duyos, los pastores de la isla la miraban con suspicacia cuando comenzó a acercarse a recoger lo que desechaban: “Los apestosos vellones de las esquilas” que selecciona y lava con agua y lanolina, la propia grasa de los animales. “Entonces viene lo que llamamos el chacoleo, que es sacudirla y que haga chaca-chaca-cha mientras el agua va soltando todo lo mineral que se le ha ido pegando”. A continuación, escoge fibras para formar hilos o tejidos. “Es una buena cantidad de horas, ahora que se dice que el tiempo es oro. Para mí no es tan importante la perfección, como que haya un diálogo con la materia. En la vida y en todo lo que vamos haciendo se dan cambios de significado, que es lo que hace el arte contemporáneo, dar un significado a piezas que eran otra cosa. Yo trabajo en este sentido”.
Una labor ardua que tiene parte de reivindicación: “Esto no es una arcadia pastoril. Uno de los problemas del campo es que lo rural se interpreta desde lo urbano. Gusta pero solo para la foto, sin moscas, por favor. En Canarias, pero pasa en toda España, se ningunea lo que aporta y se le ponen trabas. Deberíamos escuchar a las personas que han aprendido toda su vida a trabajar con el medio, en el medio; no son teóricos, pero lo conocen mejor que la Administración”.
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