Donyale Luna, la primera supermodelo negra que la historia borró y que murió con solo 33 años
El documental ganador de la última edición del Moritz Feed Dog Festival rescata la vida de esta pionera que ha servido de inspiración a Law Roach a la hora de vestir a Zendaya
Es probable que nos hayamos topado con sus fotografías en alguna parte. Una mujer imposiblemente espigada, con una mirada que traspasa el objetivo. Se trata de Donyale Luna, la primera supermodelo de raza negra que trabajó con Warhol, Avedon y Fellini. ¿Cómo es posible que no suene su nombre? Esta es precisamente la pregunta que plantea el documental Donyale Luna: Supermodel, presentado dentro de la octava edición del Moritz Feed Dog Festival en Barcelona y ganador de la misma.
La productora del filme, Melissa Kramer, quedó intrigada con una imagen de la maniquí que vio en una exposición. “Busqué en Google su nombre y entré en bucle”, recuerda. “Soy consultora creativa en publicaciones de moda y no me podía creer que no la conociese. Pregunté a otros compañeros con mucha experiencia, y tampoco habían oído hablar de ella. Así que me puse a investigar hasta obsesionarme totalmente”. La información que encontró sobre ella era confusa, pero se enteró de que el marido de la modelo vivía en Nueva York y consiguió quedar con él para tomar un café. Tras pasar una tarde hablando, supo que para profundizar en su vida debía rodar un documental. “Me encontré con un enigma. Su trabajo como modelo es solo una parte de su increíble historia”, explica Kramer.
La directora del documental, Nailah Jefferson, se encontró con otros retos. “Los medios que hablaban sobre ella lo hacían de manera sensacionalista y poco rigurosa, y tuvimos que recurrir a sus diarios personales para desmontar falsedades. También fue complicado encontrar a personas que la conocieran personalmente. Muchas de ellas ya no están vivas, y otras no quieren dejarse ver porque su físico es diferente al que tenían cuando trabajaban en la moda. Eso hay que respetarlo”, razona. Tras años de trabajo, el equipo encontró a familiares, amigos, compañeros de piso y compañeras modelos como Beverly Johnson y Pat Cleveland, que conocían y admiraban a Luna.
Nacida en Detroit, en 1945, en una familia de clase trabajadora, Peggy Ann Freeman fue descubierta de adolescente en la calle por el fotógrafo británico David McCabe. Cuando la joven desembarcó dos años después en la Gran Manzana, en apenas unos meses había conseguido una portada ilustrada de Harper’s Bazaar, frecuentaba la Factory de Warhol y había firmado un contrato de exclusividad con Richard Avedon, el fotógrafo de moda más solicitado del momento. Peggy se había convertido en Donyale Luna. Pero a la vez que llegaban oportunidades aparecían obstáculos. En plena época de activismo afroamericano por los derechos civiles, los anunciantes de Harper’s Bazaar protestaron por las imágenes de Donyale Luna en la revista y amenazaron con retirar la publicidad. Escapando de esa discriminación, se trasladó a Europa, donde se reinventó en un personaje de procedencia ambigua con el nombre imaginario de Peggy Anna Donyale Zazia Luna Freeman. “Era un espejismo, una suerte de fantasía”, declara Pat Cleveland. “Cuando entraba en los restaurantes, la gente paraba de comer para levantarse y aplaudir”.
En el Londres de mediados de los años sesenta protagonizó una portada del Vogue británico fotografiada por David Bailey —la primera de esa cabecera protagonizada por una modelo negra— y colaboró con los Rolling Stones. En París actuó en la película ¿Quién eres tú, Polly Maggoo?, de William Klein, conoció a Dalí y trabajó con Paco Rabanne. Por aquella época iba a participar en la editorial de moda más cara hasta la fecha, The Great Fur Caravan, en Vogue, pero en el último momento Diana Vreeland, entonces directora de la publicación, impidió que Luna fuera contratada. Cuando Avedon protestó por la decisión, Vreeland comparó cruelmente a Donyale Luna con King Kong. “Veruschka, que fue finalmente elegida, era muy buena profesional, pero con Luna el resultado hubiera tenido más impacto”, reflexiona Kramer. “Avedon era un defensor de los derechos civiles y en su archivo se ve todo lo que luchó por ella y cuánto le dolió que la rechazaran”, añade.
“Donyale Luna sufrió otras situaciones similares que no pudimos mencionar en el metraje al no encontrar a quien las pudieran corroborar frente a la cámara”, revela Jefferson. “La editora del Vogue francés quiso darle la portada y desde arriba la vetaron. Al fin y al cabo, era un medio estadounidense cuya influencia llegaba hasta Europa. Se trataba de dinero y no tuvieron el coraje de disputar eso”, apunta la directora. Estas dificultades y una devastadora tragedia familiar hicieron que Luna se refugiara más y más en un mundo de fantasía. Se mudó a Italia, donde creó piezas artísticas, actuó en teatro vanguardista y trabajó con Fellini. También allí conoció a su marido, Luigi Cazzaniga, con quien tuvo una hija, Dream. Tristemente, 18 meses después de ser madre, en 1979, Luna falleció por sobredosis. Tenía 33 años.
Para Dream Cazzaniga, hoy una consultora de sostenibilidad que vive con sus dos hijas en Francia, cualquier reticencia a hablar de la pérdida de su madre se esfumó cuando conoció al equipo del documental: “Abordaron el proyecto con cuidado y respeto. De hecho, durante el proceso sentí muy cerca la vibración de mi madre, su tremenda determinación empujándome a que contáramos quién era realmente”, asegura emocionada. “Su vida también tuvo luz. Me enorgullece el hecho de que no dejó que los demás la definieran, que no aceptara los roles que le querían imponer”.
Menos excepciones como la del estilista Law Roach, que explícitamente ha hecho referencia a Donyale Luna en algunas de sus colaboraciones con Zendaya, la historia de la moda ha apartado a esta pionera. “Los logros de las mujeres negras pueden perderse de esta manera porque no se las considera importantes”, razona Kramer. “Fue una adelantada a su tiempo y una incomprendida profesional y personalmente. En aquella época no sabían qué hacer con alguien así”, remata la productora. Para Jefferson es importante que se conozca a Luna para que no se repitan situaciones similares a las que vivió. “La injusticia es que si más niñas hubieran sabido de ella, y se hubieran visto representadas, contaríamos con un mayor grupo de modelos negras”, razona la directora. “Lo que aprendí con este trabajo es que Luna eligió no encogerse ni camuflarse. Espero que todos podamos ser tan valientes como ella”.
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