Breve historia de los guantes largos, el accesorio que se resiste a morir
El complemento que siempre regresa sobre la pasarela es un incondicional de los eventos importantes y de las manos del cine. Te enseñamos cómo y cuándo lucirlos.
Son el enemigo acérrimo de un smartphone, pero ahí están, sobreviviendo temporada tras temporada. Desde el legendario ‘striptease’ de Rita Hayworth en Gilda al son de Put the blame on Mame, la pasarela no ha dejado de rescatar los guantes largos o de tarde. A pesar de sus pocas posibilidades de trasladarse a la calle, firmas como Marc Jacobs, Calvin Klein, Koché o Erdem siguen apostando por este anacronismo en sus colecciones. Las modelos de Olivier Theyskens desfilaron incluso con un guante en la mano, al más puro estilo Hayworth. Y las propuestas para el próximo otoño van por los mismos derroteros.
Los también llamados “guantes de ópera” son el accesorio que siempre vuelve. En 2015, el “efecto Amal” (así lo llamó WWD debido al look de Amal Clooney en los Globos de Oro de ese año) se tradujo en 2015 en un incremento destacable de la popularidad del término -medible en 104.770 dólares según Tribe Dynamics- y su aparición en los desfiles de otoño de Prada, Oscar de la Renta, Marc Jacobs, Lanvin o Dries Van Noten.
Su origen se remonta a la época de Napoleón, en buena parte por la locura del emperador por este complemento (tras 1802 añadió unos 240 pares a su armario). Por ende, su esposa Josefina, y la sociedad europea del s. XVIII, los acabaron adoptando. Se llevaban por encima del codo, en combinación con los vestidos más formales, una etiqueta que ha prevalecido hasta nuestros días. Su simbolismo como epítome de elegancia en los años 50 se lo debemos a dos hombres, Christian Dior y Cristóbal Balenciaga, que vieron en este complemento la guinda perfecta a sus vestidos sin manga y a las siluetas tipo saco (en el caso del couturier español).
Aliados infalibles de los eventos especiales, no hay acontecimiento en el que no hayan recurrido a ellos Lady Di o Isabel II. También las Primeras Damas, como en su día hicieron Jackie Kennedy o Lady Bird. Pero si este accesorio tiene una relación especial, es la que mantiene con el cine. No hay gala de premios que se les resista. Liz Taylor en Cannes, o Grace Kelly recogiendo su Oscar a Mejor actriz en 1955 por La angustia de vivir son un buen ejemplo. Demi Moore recurrió a ellos en los premios de la Academia en 1992, al igual que Madonna cuando recogió el Globo de Oro a Mejor Actriz en 1997 por su papel en la película Evita.
Popularizados sobre el escenario a finales del s. XIX por la gran actriz Sarah Bernhardt, han sido un infalible en las películas de Audrey Hepburn, Ava Gardner, Zsa Zsa Gabor, Marlene Dietrich o Hedy Lamarr. ¿Quién podría imaginarse a Marilyn Monroe cantando Diamonds are a girl best friend sin esos eternos guantes rosas a juego con el vestido? Incluso los llevó en algunos de los estilismos que inmortalizó Bern Stern en su última sesión de fotos, The Last Sitting, unas semanas antes de la muerte de la artista.
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