Las jugadoras de balonmano a las que España obligó a marcharse
El libro ‘7 metros’ reivindica la visibilidad de estas deportistas que, a pesar de haberse convertido en la mejor generación en la historia de nuestro país, se han visto obligadas a irse a equipos extranjeros para poder vivir del deporte.
“Tenía 20 años cuando decidí abandonar España para poder consolidar mi carrera deportiva. Tuve que dejar a mi familia, a mis amigos… todo. Nunca había vivido sola hasta ese momento ni, mucho menos, en el extranjero. El cambio fue muy duro y lo que más cuesta arriba se me hizo fue estar lejos de los míos. Es cierto que me lo tomé como una aventura, una nueva experiencia. Pero también lo es que me hubiera gustado quedarme en España”. Quien sostiene estas palabras a S Moda es Lara González, una jugadora de balonmano alicantina que se marchó de Santa Pola para convertirse en la gran promesa del deporte femenino que es ahora. Antes de fichar por Team Esbjerg danés –que milita en una de las mejores ligas del mundo, la danesa– jugó en Francia y en Hungría y es una de las Guerreras (pseudónimo con el que se conoce a la Selección femenina de balonmano de España) que han hecho historia tras volver con la medalla de bronce colgada del cuello en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. La fuga de cerebros confluye en su caso en una fuga de talento y potenciales ídolos para las más jóvenes.
Su historia es la de otras muchas jugadoras españolas que han tenido que traspasar nuestras fronteras para poder triunfar en el deporte profesional. 7 metros. El éxito del balonmano femenino en España (Libros.com) es un homenaje a Guerreras como Lara González que, a pesar de haberse convertido en la mejor generación de este deporte en la historia de nuestro país, no tienen, ni de lejos, el reconocimiento que se merecen y se han visto obligadas a salir fuera para poder vivir del deporte. El periodista Vicente Soler está detrás de esta historia que reivindica la atención mediática para estas mujeres al tiempo que realiza un exhaustivo recorrido por la historia del balonmano femenino español. El libro, que se publicará próximamente con la ayuda del mecenazgo digital, ha tenido muy buena acogida: a una semana del final de la campaña ya ha superado los 150 mecenas –requisito indispensable para que viera la luz– y lucha por llegar a los 200 (puedes apoyar el proyecto aquí).
Soler, director de la web deportiva Deporte Cien por Cien, decidió escribir el libro tras finalizar su tesis doctoral enfocada en el balonmano femenino coincidiendo con el momento más prolífico de la historia de este deporte en nuestro país: el punto de inflexión fue la medalla de plata en el Europeo de Macedonia 2008, luego llegó el bronce mundial en Brasil 2011 y el bronce en los Juegos Olímpicos de 2012. Su objetivo es dar visibilidad a estas mujeres para evitar casos como el de Lara o el de Mireya González, una leonesa que cambió Alcobendas por Francia para poder hacer de su pasión su medio de vida. “Me fui con 21 años. Ese año la liga española se había quedado sin patrocinadores y era la mejor opción si quería crecer profesionalmente”, cuenta a S Moda. Tras jugar en el país galo durante un par de años, acaba de firmar su segunda temporada en el Érd húngaro. “En mi caso, irme supuso una aventura y no lo cambiaría por nada. Pero pensé que volvería antes a España y a día de hoy creo que no”, explica.
Tanto en Dinamarca como en Hungría, países en los que juegan respectivamente Lara y Mireya González (no son hermanas), el balonmano goza de una importancia que se sitúa a años luz de la escasa atención que recibe en nuestra geografía y sus jugadoras cobran sueldos más altos, que les permiten vivir del deporte. “En Noruega, por ejemplo, el balonmano femenino es el deporte rey. Tienen una cultura deportiva más rica que la nuestra pero también muy diferente, las estructuras son muy solventes, el número de licencias muy superior al de sus competidores y sus cuotas de pantalla en finales internacionales superan el 80%, muy por encima de un Madrid-Barça. Quizá por eso han conseguido 24 medallas en los últimos 24 años”, detalla el autor de 7 metros.
Mientras tanto, los medios de comunicación patrios apenas dedican a estas atletas un puñado de titulares cuando se acerca una gran cita. “Nos prestan atención los primeros días, luego si la cosa va mal ni siquiera eso. Muchas veces ponen la foto de una de nosotras y la acreditan con el nombre de otra, porque no se le da ninguna importancia”, se queja Lara González. “Es imposible que el público consuma otra cosa que no sea fútbol si no aparece en los medios. Si en España se sigue la Fórmula 1 o MotoGP es porque se retransmiten en directo en televisión y son un producto cuidado. ¿Hay que informar de lo que interesa o informar para que interese? Los medios deberían plantearse más su condición de instrumento cultural pero es más barato y más sencillo juntar a ocho periodistas –cuatro con una bufanda y otros cuatro con otra– para que discutan durante dos o tres horas”, reflexiona Soler.
El balonmano femenino también reivindica mayor apoyo por parte de las entidades, aumentar el número de licencias desarrollando campañas de captación desde los colegios, profesionalizar la competición doméstica, encontrar una ventana mayor en televisión o implicar más a empresas privadas para lograr buenos patrocinios. Y, por supuesto, como en prácticamente cualquier deporte femenino, igualdad real respecto a sus homólogos masculinos. “Las dietas de las internacionales absolutas se han igualado con las que perciben los jugadores pero hay algunos detalles que diferencian el mejor trato hacia el deporte masculino. Con el anterior presidente [Juan de Dios Román], hubo una concentración en Andorra en la que alojaron a la selección masculina en un hotel con una estrella más que el que acogió a la femenina”, nos cuenta Soler. Las condiciones económicas tampoco han logrado equilibrarse. “Las mejores jugadoras del mundo pueden tener salarios que superen los 100.000 euros anuales en sus clubes, mientras que en el ámbito masculino se cuadruplica o se quintuplica esa cantidad”, añade el periodista.
El pronóstico no mejora cuando las deportistas se retiran porque (oh, sorpresa) tampoco estamos a la altura de otros países europeos respecto a las ayudas que se destinan al futuro de estas chicas. Muchas se plantean su porvenir alejadas por completo del deporte. Bien porque tienen otras intereses, bien porque no les queda más remedio. «En mi caso quiero dedicarme al mundo audiovisual, que es mi otra pasión», confiesa Mireya González. Eli Pinedo, una de nuestras jugadoras emblema, decidió reinventarse junto a Beatriz Fernández, otra ‘guerrera’, creando la marca de moda ecológica London 717 (en homenaje a la victoria en los Juegos Olímpicos de 2012). Mientras no se fortalezcan las bases del balonmano femenino en nuestro país, el futuro de esta disciplina, y de otros tantos deportes minoritarios y femeninos, se plantea complejo y será imposible competir con los mejores combinados a medio plazo. Y estrellas como Lara y Mireya González continuarán realizando lanzamientos desde los 7 metros. Pero lejos de aquí.
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