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Ouka Leele: «El patronaje es un arte, es como hacer escultura en tela»

Uno de sus sueños sería crear su propia colección de ropa. Está cerca de conseguirlo: su hija María está acabando los estudios de Diseño. Así evitaría ir de tiendas, algo que detesta.

Ouka Leele

El armario encierra muchos secretos, algunos de ellos dignos de ser inmortalizados en la obra de esta artista madrileña que fue capaz de entelar la fuente de Cibeles o parar el tráfico en el paseo de la Castellana de Madrid. Retrató la movida, el final del siglo XX y el año 2012 se le presenta intenso: acaba de inaugurar una exposición en Viena y en marzo estrena película.

¿Qué se pone para trabajar?

Cualquier cosa cómoda que tenga muchos bolsillos para poder guardar los materiales, ropa vieja llena de manchas de pintura. Lo malo es que ahora se hacen making of de mis sesiones y, como solo pienso en lo práctico, en las fotos salgo horrible. Siempre me prometo: «La próxima vez, me pongo de punta en blanco».

Y cuando la fotografiada es usted, ¿qué le gusta ponerse?

Telas. Colocarme telas alrededor del cuerpo, con sus pliegues, sus caídas, su movimiento. Como las estatuas griegas. Las telas son un lenguaje.

En los años 80 rodeó con tela la fuente de Cibeles. ¿Ha conservado algún pedazo de ella?

Pues claro. Tengo metros y metros de esa tela, y la uso para secar la pintura cuando pinto fotos. El otro día, en un curso, unos alumnos se llevaron trocitos. Les parecían reliquias. Y me ha servido de vestuario para algún autorretrato, como el de Santa Bárbara.

En su armario habrá tesoros. Hábleme de alguno…

Un abrigo de Loewe de ante gris que perteneció a mi madre. Ella le puso una piel en el cuello. Solo lo uso en ocasiones especiales: es tan fabuloso que me da vergüenza.

¿Por qué? No parece que le preocupe llamar la atención…

Pues en el día a día me gustaría ser invisible, otra cosa es cuando estoy trabajando. Ahí, doy el do de pecho.

Póngame un ejemplo.

Cuando inauguré en el Museo de Arte Contemporáneo, preparé una performance para recibir a la gente: me coloqué como la bella durmiente, entre unas manzanas, llevando un vestido vaporoso de Kima Guitart que me hacía parecer el personaje de un cuento. Era azul turquesa, con escote palabra de honor y pintado a mano…

Por favor, siga hablando de vestidos especiales…

¡Uf! He tenido muchos… guardo uno de terciopelo negro, de Ágatha Ruiz de la Prada, que tenía un teclado de piano. Y un Sybilla largo, sin mangas, de color verde y cubierto de madroños rojos, que mis gatos se cargaron un día que entraron en el armario. Los deshilacharon por completo… fue deprimente.

Espero que sus gatos respeten el resto de su ropa…

Bueno, hay otras anécdotas. Cuando era pequeñita, mi hija María descubrió mis camisones de Meye Mayer, mi prima, que creó una colección de ropa de dormir a partir de patrones antiguos de nuestra abuela. María empezó a ponérselos para disfrazarse, y se descosieron las puntillas, las jaretas…

¿Va usted de compras?

No me entusiasma porque me cuesta encontrar lo que quiero. Eso sí, cuando descubro una tienda que me gusta, me compro ropa para cinco años. Soy más de comercios pequeños.

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