Nora Ephron y Carl Bernstein: unos cuernos dignos de un premio Pulitzer (y con una película propia)
Bernstein comenzó una relación con otra mujer mientras estaban casados. Ella transformó el dolor en ‘Se acabó el pastel’, una de sus obras más celebradas.
Nora Ephron se casó con Carl Bernstein convencida que el matrimonio no funcionaría. Como explicaría años después, se casó en un acto de amor romántico sin precedentes, creyendo que el amor siempre se acaba y que alguien saldría decepcionado tarde o temprano. Por lo que, pese a todo, ¿por qué no intentarlo?
Ephron, la eterna optimista, romántica y cínica incurable a partes iguales, era a principio de los años setenta uno de los nombres en alza del columnismo neoyorquino. Por su parte, Carl Bernstein se había convertido en la estrella periodística de Washington, ya que era el responsable junto a Bob Woodward de destapar el caso Watergate, que haría caer el Gobierno de Richard Nixon en 1974 al revelar que el gobierno utilizaba fondos para espiar al Partido Demócrata. Bernstein y Ephron se enamoraron locamente en una clásica fiesta de intelectuales y políticos de la costa este y al cabo de un mes estaban viviendo juntos. Un año después se casaron.
Tanto Bernstein como Ephron llegaban al matrimonio con un divorcio a sus espaldas, y la ambición de influir en el panorama mediático. Si la primera vez les había salido mal –a Ephron, con el escritor Dan Greenburg y a Bernstein con su compañera del Washington Post Carol Honsa–, a este matrimonio entrarían conscientes, maduros, dispuestos a todo por amor.
Los dos acarreaban mochilas emocionales importantes: Ephron era hija de una pareja de guionistas de Hollywood con problemas de alcoholismo y malos tratos, que ella convertía en divertidas anécdotas, mientras que él era conocido por ser un seductor empedernido, del que se mofaban sus amigos por ser incapaz de sentar cabeza tras un primer matrimonio fallido.
La traición, por supuesto, llegó. Y llegó pronto. Aunque Ephron y Bernstein se casaron felices y convencidos, y no tardaron en tener un hijo y colaborar en varios proyectos –Ephron adaptó el libro de Bernstein y Woodward Todos los hombres del presidente para su versión cinematográfica–, a finales de los años setenta, cuando apenas llevaban tres años casados, Nora descubrió cuando estaba embarazada de su segundo hijo que su marido le era infiel con Margaret Jay, esposa del embajador británico en Estados Unidos, y flamante periodista de prestigio. Y lo que es peor: estaban enamorados y lo sabía todo Washington.
Algo fundamental cambió para Nora Ephron a partir de la infidelidad de su esposo. Tras el trauma inicial de la separación en un matrimonio con hijos pequeños, decidió hacer caso a la máxima que le había enseñado su madre guionista: todo en la vida es material de escritura. Como sus hermanas, también escritoras –Delia y Amy–, hizo de la humillación pública el material para el que sería un éxito de ventas y roman à clef sobre su vida privada. Se acabó el pastel, su novela autobiográfica, vendió millones de copias y fue la comidilla de los círculos literarios durante años. En el libro, Ephron apenas maquillaba los detalles: su marido, transformado en el columnista Mark Feldman, se enamoraba de la altísima, distinguida y aburrida Thelma Rice, amiga común de la pareja, mujer de un político especializado en Oriente Medio. En la novela Ephron era una escritora de cocina que apenas se había dado cuenta de la infidelidad de su esposo, ocupada como estaba en espesar salsas y parir a los dos hijos de la pareja. Gracias al libro, Ephron se convirtió en una celebridad: su humor ácido y autocrítico resonaba con una generación de mujeres producto del baby boom, bregadas en el feminismo, y a su vez daba voz a la mujer que quedaba relegada tras una infidelidad, dotándole de una vida más interesante que ser únicamente tratada como una víctima arquetípica. En palabras de su propio personaje: “Si cuento yo la historia, la controlo. Si cuento yo la historia, duele menos”.
Se acabó el pastel fue un bombazo editorial que acarreó además la dilatación del proceso de divorcio entre Bernstein y Ephron durante cinco años. Al enterarse de que se iba a rodar la adaptación cinematográfica del libro con Jack Nicholson y Meryl Streep en el papel de la pareja, el periodista no cejó hasta asegurarse de que el guion reflejaba que él era un buen padre para sus hijos. Solo así firmó el divorcio.
A Ephron la adaptación de su novela le sirvió para entrar definitivamente en el mundo del cine, que ya no abandonaría más que ocasionalmente para escribir alguna que otra columna. Escribió el guion de Cuando Harry encontró a Sally y dirigió, entre otras Sleepless in Seattle, Tienes un e-mail y Julie & Julia. Dicen que jamás perdonó a Bernstein haberle roto el corazón, aunque fuera siempre correcta en su trato con él por sus hijos. Dustin Hofmann contaba que siempre era muy antipática con él cada vez que se encontraban en algún restaurante, hasta que Hofmann tuvo que decirle entre risas: “No soy tu exmarido, solo hice de él en una película”, refiriéndose a la adaptación de Todos los hombres del presidente.
Con el tiempo, el escándalo pasó y ambos rehicieron sus vidas. El romance entre Bernstein y Margaret Jay terminó y él se volvió a casar en 2003 con la modelo Christine Kuehbeck. Nora Ephron conoció a Nick Pileggi, autor de Uno de los nuestros, que más tarde adaptaría junto a Martin Scorsese para la gran pantalla y se casó con él. Pileggi adoraba a Nora, y ella encontró en el un amor duradero y sólido. En palabras de Ephron: “Descubrí el secreto del amor: casarse con un italiano”.
Años después, en una columna, Nora Ephron retomaría el tema que la hizo mundialmente famosa, la infidelidad de su exmarido, y recordaba: “La gente siempre dice que olvidas el dolor. No estoy de acuerdo. Recuerdo el dolor. Lo que realmente olvidas es el amor. El divorcio parece que va a durar para siempre, luego, un día, tus hijos crecen, se mudan y son independientes y, salvo por algo ocasional, ya no tienes contacto con tu ex marido. El divorcio ha durado mucho más que el matrimonio, pero finalmente se acabó.”
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