“Tengo el pelo graso y si este no es tu caso, guárdate tu opinión”: Clara Ingold nos explica su himno viral
Llevo treinta y nueve años viviendo con el pelo graso. Treinta y nueve. ¿Sabéis la cantidad de veces que me han dicho que tengo el pelo graso por lavarlo demasiado?

Si a mí me preguntan qué me llevaría a una isla desierta, diría que un champú. Tengo el pelo graso, y lo tengo muy fino. Y siempre que hablo con alguien sobre mi pelo graso, siempre hay alguien, que no tiene el pelo graso, que me dice:
“Lo tienes graso porque te lo lavas muy a menudo”.
Llevo treinta y nueve años viviendo con el pelo graso. Treinta y nueve. ¿Sabéis la cantidad de veces que me han dicho eso? ¿Y que curiosamente nunca me lo ha dicho alguien que tenga el pelo graso? Disculpad pero este es un tema que llevo regular. No el del pelo, el de la opinión ajena sobre cosas que se desconocen.
Volviendo a la cuestión que en realidad nos interesa aquí, queridas amigas, yo empecé a lavarme el pelo casi a diario cuando tenía trece años. Hasta entonces mi madre había tratado de dilatar más los lavados pero con la llegada de la pubertad, si no recuerdo mal, llegó la grasa, y entonces tomé la decisión de lavarlo cuando me sentía incómoda con él.
Años probando cosas. Todas las cosas. Cada uno de los productos y sistemas. He aprendido algunos trucos, sí, trucos que os comentaré más abajo, pero por encima de todas las cosas, lo que siempre funciona y mejor resultado da, es hacerle un reset metiendo la cabeza bajo agua templada y dándote una buena enjabonada.
Pero la cosa no es tan sencilla, amigas, tener el pelo graso va mucho más allá de tener el pelo graso. La grasa en el pelo puede apoderarse por completo de tu estado de ánimo, es comparable al síndrome premenstrual. Secundando las palabras de Phoebe Waller Bridge en Fleabag: “El pelo lo es todo, es la diferencia entre tener un buen día y tener un mal día”.
Una persona con el pelo graso debe organizar su rutina según los cuidados que demanda su cabello. Todo gira alrededor de su pelo; Cuándo conviene lavárselo, qué momentos tendrá para hacerlo si no está en casa, cuántas horas pasarán desde el último lavado, si es mejor antes de dormir, o si es mejor después…
Si a mi me preguntan qué me llevaría a una isla desierta, diría que un champú. La grasa en el pelo te aplasta la energía, te la roba y se hace con tu estado de ánimo. Puedes llegar a convertirte en una mala persona si traspasas el límite de lo que puedes tolerar sin lavártelo y no estás en situación de meter la cabeza debajo del agua. Puedes ser desagradable contigo misma y con las personas a tu alrededor si estiras demasiado ese momento.
Y de pronto te metes en el ducha, te enjabonas, te secas el pelo, te peinas y la vida vuelve a tener luz. ¿Qué me pasaba? Ah, tenía el pelo sucio ¿cómo puede ser que cada vez se me olvide?
Como cuando estoy completamente premenstrual y la vida se ve gris, y durante unos días soy capaz de creer que todo está mal; mi novio no me atrae, mi vida es un fracaso, nada de lo que hago tiene sentido alguno y luego te baja la regla y ese nubarrón se disipa. Pues con el pelo pasa lo mismo.
He investigado, he cambiado de productos, de alimentación, he jugado con la temperatura del agua, la frecuencia de lavado y me he sometido a múltiples experimentos que he anotado minuciosamente en mi libreta. Durante el confinamiento fue la época perfecta para llevarlos a cabo, ya que sólo tenía que aguantar mi mal humor y la persona con la que estaba encerrada. Llegué a aguantar 6 días sin lavarme el pelo. Una tortura. Y esto lo hice varias veces, para así cambiarle al pelo su rutina. No sirvió de nada, sólo acrecentó la sensación de dejadez que teníamos algunos que decidimos no quitarnos el chándal durante el tiempo que duró el encierro, pero por lo menos pude constatar lo que ya pensaba.
Sobre todo porque iba compartiendo el proceso con mi señora madre, una mujer de 75 años de la que heredo mi pelo graso y la obsesión por las cajas. Mi madre me explicó que cuando ella era adolescente fue a un médico de los granos, un señor anticuado que le dijo que lo que tenía que hacer era lavarse el pelo una vez por semana, y ella, sumisa, le hizo caso durante meses.
Cada semana, dos días después de lavarlo, ella se ponía un pañuelito atado en la cabeza a modo de señora portuguesa, porque no podía aguantar ir con el pelo tan sucio. Meses con el cabello aplastado hasta que fue a otro médico que le dijo que aquello era un disparate que sólo le empeoraría el acné. Que lo que tenía que hacer era lavárselo en cuanto se notara el pelo sucio.
¿Qué quiero decir con esto? Aparte de que el primer médico era un sádico, si eres una lectora atenta lo habrás entendido: No existe relación alguna entre la frecuencia de lavado y tener el pelo graso. He hecho pruebas y experimentos de sobra que así lo avalan. Es algo hormonal. Es cómo que te suden las manos, que te quedes calvo, o te salga barba ¿acaso le dirías a alguien a quien le sudan las manos que se las lavase menos?
Espero que entendáis que lo que doy aquí es solo mi opinión basada en mi propia experiencia, no tengo ningún grado ni máster en pelos. Pero con todas las pruebas que he llevado a cabo creo haber dado con algunas conclusiones que me sirven para lanzar algo de frescor sobre el tema. He hecho un análisis de una serie de factores que pueden empeorar o mejorar la situación que vivimos las personas con pelo graso. Seguro que hay trucos que desconozco y estaré encantada de que me escribáis y me los comentéis.
–El estrés, la ciudad, ir de aquí para allá y tocarte el pelo, aceleran el engrasamiento, y el día que te quedas en casa y no haces absolutamente nada, el pelo dura más tiempo limpio, esto es así.
–Conclusión primera: Las personas de pelo graso hemos nacido para ser princesas, vivir en la corte o en algún palacio y que nos lo hagan todo, claramente el capitalismo nos empuja a vivir una vida que no estaba destinada a ser la nuestra. Respecto a esto, hay poco que podamos hacer.
–Conclusión segunda: Lo que queremos es estirar un poco el tiempo en el que nos sentimos cómodas con nuestro pelo y que una falta de organización de lavado no nos pille desprevenidas y con el pelo sucio dando lugar a una situación incómoda. Para eso hay un compañero fiel que yo tardé mucho en descubrir y seguro que ya conocéis: el champú seco; Una brisa de aire limpio, un reset instantáneo, un antidepresivo, el acompañante imprescindible para las que tenemos el pelo graso. Siempre viaja conmigo.
–Y la conclusión tercera, he de decir que desmonta un poco todo lo que he dicho hasta ahora y me va a hacer perder credibilidad pero he de compartirla de todas maneras. Sentir el pelo graso es bastante más subjetivo de lo que pensamos. Sí, señoras, a mí me ha pasado sentir que ya estoy al límite y que alguien venga y me diga: " Tienes el pelo genial hoy” ¿Qué hacemos con esto?
Pues con el tiempo me ha llevado a algo positivo: A intentar estirar el lavado, siempre que las circunstancias de la vida me lo permitan, a día sí día no. Esto que parece tan tonto, atención: reduce el número de lavados de nuestra vida a exactamente la mitad. La mitad de lavados, la mitad de secados, la mitad de desenredados, la mitad de trabajo. Eso es mucho amigas mías, y he de decir que mi melena está más contenta y yo me he vuelto algo más despreocupada con el tema.
Es decir, que creo que hay algo muy mental en el sentirnos sucias, algo profundamente cultural y adquirido en el hecho de no ir perfectas. Si pensamos en lo que es la historia de la humanidad, el champú y los productos estéticos llevan existiendo siete minutos y medio. No hace ni un siglo que podemos ir a una tienda a comprar un bote de champú.
El darle tanta importancia a la imagen propia forma parte de una modernidad que antes ni existía, para empezar porque la publicidad no era tan perversa o no se había inventado, y porque la gente no tenía ni espejos en sus casas. Obviamente no estoy diciendo que en el medievo la gente viviera mejor, seguro que debían de oler muy mal. Pero hay algo que me hace pensar que el hecho de no mirarse constantemente al espejo, a la fuerza, debe traer cosas buenas.
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