_
_
_
_
Belleza
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Madre libre, hija libre: sobre el problema del nuevo culto al cuidado de la piel

La cultura del ‘skincare’ tiene sus riesgos. La escritora Leticia Sala los ha identificado a través de los ojos de su hija. ¿Y si aceptamos que las arrugas no son un enemigo a batir?

Madres e hijas
GONZALO MUIÑO

El altar de la mujer que escruté de niña para enterarme de lo que significaba ser mujer tenía muy pocas cosas: rosarios, una virgen, fotos de carnet de sus cuatro hijos y un bote azul de crema Nivea que esparcía en su rostro mañana y noche con gestos mecánicos.

Para las que fuimos niñas en los noventa, las arrugas no estaban en las conversaciones que escuchábamos entre nuestras madres y sus amigas, escondidas debajo de la mesa. Tampoco se hablaba de estas en la tele, ni en las revistas. Sí estaba presente la cultura de la dieta, el concepto ‘estrés’ —la adaptación a un anglicismo que había llegado de muy lejos y que al parecer daba palabra justa a un sentimiento común entre aquellas adultas—, la Thermomix, y Lady Di. Pero no las arrugas. No se hablaba de arrugas. Cuando las niñas de los noventa dejamos de serlo, llegamos a la edad adulta con la carga de desaprender la dismorfia bajo la que nos habían criado. Con un éxito discutible, algunas de nosotras hemos conseguido ver bello aquello que nos dijeron que no lo era, otras seguimos remando.

Madres e hijas
GONZALO MUIÑO

El altar que mi hija escruta para enterarse de lo que significa ser mujer no tiene rosarios ni un bote de crema Nivea. Por el contrario, contiene entre 5 y 10 productos con la promesa de la ‘antiedad’, sérums, mascarillas de noche, hidratantes, muestras de retinol, alguna joya, piedras y demás objetos misceláneos. Cuando mi hija escucha las conversaciones con mis amigas, escondida debajo de la mesa, seguro que le habrán llegado a sus oídos la palabra retinol, bótox, ácido hialurónico o “tener la piel muy bien” como el mejor piropo. Fue a mis amigas a las que con 26 años escuché decir que debíamos empezar a cuidarnos la piel, y ante una pregunta aclaratoria mía, señalaron mis líneas de expresión en los ojos.

Las mujeres sabemos bien lo que es luchar contra un gigante. Vimos a nuestras madres hacerlo con la cultura de la dieta, perpetrada por nosotras, hasta que tomamos conciencia de que existía otro modo de relacionarse con el cuerpo. Así que la noticia que me dieron mis amigas llegó simplemente como un trabajo más que añadir al saco.

¿Es posible disfrutar de una crema sin verla como una lucha contra las arrugas? Desde arriba, Universal Cream de USU, Roibos Face Scrub de MASQMAI, crema de día Bella de BELLA AURORA y All in one de FARMA DORSCH.
¿Es posible disfrutar de una crema sin verla como una lucha contra las arrugas? Desde arriba, Universal Cream de USU, Roibos Face Scrub de MASQMAI, crema de día Bella de BELLA AURORA y All in one de FARMA DORSCH.PLATÓ S MODA

Mi madre, cuya definición concuerda con la de una niña risueña y pecosa, me explicó que de pequeña le advertían: “No te rías tanto que te saldrán arrugas”. Y ella me contó hace tiempo, con absoluta genuinidad, ajena por completo a que esa declaración sería un acto revolucionario en un futuro no tan lejano, que “eligió reírse”. Es posible que este sea el motivo de fondo de por qué todavía no me estoy pasando al bótox. Una hija protege con uñas y dientes lo que le influyó de su madre.

No sé lo que es limpiar un prepucio. Ni perseguir por el supermercado a un individuo con una motricidad asombrosa. No sé lo que significa ser seducida por una sonrisa encantadora o ser testigo de un interés incomprensible por los dinosaurios. Pero sí sé lo que es criar a una niña. Una que por ahora se identifica como tal, y que está tremendamente interesada en mi cuerpo, en preguntarme qué son aquellas cosas que identifica en el mío y no en el suyo.

Madres e hijas
GONZALO MUIÑO

Empezando desde la clavícula, siguiendo por mi vello, pechos, cadera… Cada centímetro de mi cuerpo contiene una potencial pregunta para una cabeza que las lanza más rápido de lo que las sabe formular. El otro día, en un escrutinio rutinario mientras estábamos en la bañera, le indiqué todo lo que le llegará cuando sea mayor. Antes de terminar, por primera vez, le señalé también mis arrugas y líneas de expresión.

Y sin embargo. Cada mañana y cada noche que dedico al skincare, la tengo a mi lado pidiéndome que le aplique mis cremas. Mi hija me ve librando una batalla diaria contra las arrugas. Conoce mi altar a la perfección, observa cómo mis productos cambian de casa conmigo, a veces me acompaña a la farmacia para comprarlos cuando se han acabado. A veces la veo observándome y me descubro irritada. Su atención lleva a la conciencia una frase que he dicho sin pensar, un gesto que he hecho sin darme cuenta. Déjenme decirles: no es fácil pasar de ser la niña a la adulta, la pasajera a la capitana, la observadora a la observada.

Las madres mileniales estamos obsesionadas con romper los traumas generacionales. Ser las conejillos de Indias de internet no nos pareció suficiente. Otras generaciones nos tachan de atormentadas, pero yo creo que estamos consiguiendo un pequeño seísmo que se comprenderá más tarde. Sin embargo, de la mano de todos nuestros nobles propósitos, hay una cosa que estamos obviando. Una moda muy cándida y bondadosa que, con sus dulces promesas de cuidado y amor propio y belleza y juventud eterna, viene con un mensaje subliminal que me parece igual o más peligroso que el de la delgadez: que tener arrugas es un fracaso.

El diseño de los frascos avanza, pero en muchas ocasiones lo hace mirando atrás para buscar inspiración. Desde arriba, y de izquierda a derecha, fragancia Cedrus Intense de la colección Atelier des Fleurs de CHLOÉ, labiales Rouge à Lèvres en acabados mate y satinado de GUCCI BEAUTY, crema de manos Alantoine de BENAMÔR (en Mumona.com), rizador de pestañas de GLOSSIER, jabón de manos Vixi de TRUDON, y polvos compactos The Powder y brocha The Compact, ambos de HERRERA BEAUTY.
El diseño de los frascos avanza, pero en muchas ocasiones lo hace mirando atrás para buscar inspiración. Desde arriba, y de izquierda a derecha, fragancia Cedrus Intense de la colección Atelier des Fleurs de CHLOÉ, labiales Rouge à Lèvres en acabados mate y satinado de GUCCI BEAUTY, crema de manos Alantoine de BENAMÔR (en Mumona.com), rizador de pestañas de GLOSSIER, jabón de manos Vixi de TRUDON, y polvos compactos The Powder y brocha The Compact, ambos de HERRERA BEAUTY.PLATÓ S MODA

Ay… ¿Pero y cuando cumpla 40 años y entre en la perimenopausia? ¿Qué haré cuando deje de reconocerme? ¿Dónde se irán todos mis buenos propósitos? Aquellos de alguien cuya ovulación ayuda a que por ahora todo se mantenga aceptablemente en su sitio.

Cuando escribo sobre la cultura del skincare es cuando reconozco tener menos respuestas, sólo ofrezco mi confusión. Me entrego a mi lucha pero también a mi fallo. Temo y deseo desdecirme a partes iguales. Soy víctima de unos estándares que no voté, de una industria que mueve cantidades indecentes de dinero, pero también puedo ser una verduga para una niña que está palpando el mundo. Nuestras hijas vienen dispuestas a ser libres, por ahora nadie les ha dicho otra cosa. Su casilla de salida será la libertad que hayan alcanzado sus madres. Queremos proteger a nuestras hijas, rodearlas de amor, deseamos que vean las cimas que nosotras no veremos. Quizá la solución sea simple: madre libre, hija libre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_