Ingredientes controvertidos o envases cuestionables: ¿está la cosmética avanzando en sostenibilidad?
En materia de sostenibilidad el sector evoluciona como lo hacen los consumidores, poco a poco y con intervalos de confusión. Pese a todo, el balance es positivo: quedan muchas tareas pendientes, pero también hay avances disruptivos e iniciativas que van elevando la pauta que todos deberán seguir
En los últimos años, más de la mitad de las empresas de perfumería y cosmética han creado alguna línea natural, eco, bio u orgánica, explican desde Stanpa (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética). Sobre los usuarios ofrecen pistas, por ejemplo, ¿por qué compran productos naturales? Principalmente por el medio ambiente (un 62% de los encuestados); por la simplicidad (46%), entendida como fórmulas con menos ingredientes, y por los valores éticos de las marcas. El sector experimenta una metamorfosis, “pero es necesario tiempo. Las empresas deben hacer inversiones ingentes y los clientes aprender a diferenciar lo auténtico del greenwashing. Debemos apostar por el menos es más: menos información técnica y más normas reconocibles a nivel mundial”, opina Virginia Ruocco, de Carthusia, la casa de perfumería de autor, artesanal y orgánica de Capri.
Trazabilidad
Es uno de los ámbitos sobre los que más se trabaja, en saber de dónde y cómo se obtienen los ingredientes. Con el sistema Trust, Clarins da a sus clientes acceso a todas las etapas de su fabricación o a la lista de ingredientes vegetales. Otros como Róen Beauty certifican sus materias primas: “Somos parte de Mica Responsable”, afirma su creadora, Tiffany Thurston Scott, “que garantiza que cualquier mineral procede de fabricantes 100% éticos, porque en muchos casos la mica se consigue mediante explotación infantil”. Los hay que se centran en que sus componentes sean reutilizados, por ejemplo, desechos de otras industrias como la alimentaria: es el upcycling, muy asentado en España, con numerosos proveedores ofreciendo esta alternativa. ¿Hitos recientes en ingredientes? En septiembre, la UE prohibió la purpurina en cosmética para reducir la contaminación por microplásticos.
4,2% es el pequeño porcentaje de productos vendidos en 2023 con frascos o envases rellenables o recargables, según Circana, empresa analista del comportamiento del consumidor.
Envoltorios
Uno de los dilemas del sector está en el envase: el consumidor quiere sostenibilidad, pero también lujo. “Y ese packaging está lejos de ser sostenible. Encontrar el equilibrio no es fácil”, afirma el doctor Marko Lens, fundador de Zelens. Tampoco en los costes. “Los materiales eco son más costosos y disparan el precio”, apunta. ¿Le damos demasiada importancia al envoltorio? “Sí. Como consumidores deberíamos exigir que todo venga con lo mínimo. En Alemania, muchos clientes rehúsan llevarse las cajas. Al comprar un perfume de 300 euros, dejan el embalaje en la tienda. En Corea del Sur, también, porque a cada persona se le cobra por los desperdicios que genera”, informa Paola Gugliotta, fundadora de Sepai.
¿En las antípodas? Las mascarillas desechables. “Una solución sería fabricarlas biodegradables”, asegura Salena Sainz, directora de Annue Body Elixir, una marca que descarta el plástico y fabrica en España para ahorrar energía. No se trata de volver a las cavernas, pero sí recuperar formatos menos contaminantes. De ahí el resurgir de los sólidos, como las pastillas de Uvas Frescas: “Fórmulas concentradas. Cada pastilla equivale a dos envases de producto líquido de 250 ml; el consumo de agua se reduce hasta en una novena parte”, afirma su creadora, Laura Muga.
Vuelve el vidrio ambarizado, que “al fusionarse con ámbar, evita que la luz penetre y oxide activos. Algunas firmas pintan o esmerilan los frascos, pero el ambarizado es una técnica tradicional que vuelve”, detalla Raquel González, distribuidora de Perricone MD en España. El objetivo de marcas como The Organic Pharmacy es que todos los envases sean sostenibles: “Trabajamos el packaging; desde el primario (tarro) hasta el secundario (caja) e incluso terciario (material de embalaje). Ni el plástico es el diablo ni el vidrio, un milagro. Importa su origen —cuanto más cerca, mejor—, cómo se produce, su peso —que afectará a la huella de transporte— y si para el cliente es fácil reciclarlo”, explica Claire Bories-Azeau, su directora general.
Revolución recargable
Avanza, pero lenta. A cierre de 2023 los recargables y las recargas supusieron un 4,2% del total de unidades vendidas en belleza selectiva, según la consultora Circana: “Si desglosamos por categorías ese 4,2%, un 76% proviene de fragancias, un 17% de maquillaje y un 7% de tratamiento”. Este repunte no es señal de una mayor conciencia. Es posible que muchos compren por ser novedad: “Por el momento, son los recargables los que generan más ventas. Las recargas están muy por debajo (del 100% de fragancias vendidas, un 6,2% serían recargables y solo un 0,7%, recargas). Es muy probable que haya ventas de recargables que no estén siendo recargados”, cuentan desde Circana. El lujo ha sido el que más rápidamente ha adoptado estos formatos: “Lo último en Dior son las barras Rouge, recargables y con un porcentaje altísimo de materias primas de origen natural. También apostamos por las tintas vegetales, reducción de papeles, plásticos, cartones…”, cuenta Sylvie Durcudoy, responsable de comunicación en la casa.
El 62% de los usuarios de cosmética que compran productos con reclamos de naturalidad lo hacen por el medio ambiente, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética.
Lo vegano triunfa
“En Europa todos los cosméticos son cruelty free, ya que están prohibidos los experimentos con animales en cosmética. Pero existen marcas no veganas que contienen ingredientes derivados de animales, como el colágeno marino, que proviene de las escamas de los peces”, informa Ana Sacristán, directora de formación Vagheggi España. A cierre de 2023, la venta de belleza selectiva vegana crecía: en maquillaje, supuso el 16,3% de las ventas en unidades; es decir, 4,5 puntos más que en 2022, según Circana. “Si hablamos de crecimiento en unidades, registró un 54,1%, muy por encima del 11,9% del total de la categoría”, añaden desde la consultora.
Sellos, etiquetas o reclamos: un lío conceptual con garantías inciertas
Ecológico, cruelty free, sostenible, vegano, halal o clean no son etiquetas vacías de significado, pero resulta fácil perderse entre ellas. ‘Natural’, por ejemplo, significa para unos libre de siliconas, para otros, sin derivados de petróleo. “Al no existir una norma, la subjetividad es importante”, dice Alex López Capitelli, fundadora de Vera and The Birds. En 2016 se publicó la ISO 16128 para ingredientes y productos naturales, “pero es un conjunto de buenas prácticas y directrices”, añade López. ¿Y qué hay de los más de 30 sellos y certificaciones mundiales? Ninguno es oficial. “Cada uno tiene sus criterios, pero todos valoran lo mismo: la sostenibilidad de la producción, evitar ingredientes químicos, que se utilicen activos con química verde, que el packaging sea sostenible, fórmulas biodegradables… En Europa, el más importante sería Ecolabel”, afirma Paola Gugliotta, fundadora de Sepai. Hay que sumar las apuestas de las marcas: Sephora ha presentado, con la colaboración de científicos y expertos medioambientales, Clean at Sephora y Planet Aware at Sephora. El primero para evitar ciertos ingredientes; el segundo evalúa fórmulas, abastecimiento de ingredientes envases y transparencia.
No existe una definición europea que determine lo que es un cosmético sostenible. “Se trabaja en una legislación que tome en cuenta todo el ciclo de vida, desde la extracción de materias primas, la producción, el transporte, el uso por parte del consumidor y el desechado para determinar su sostenibilidad”, aclaran desde Stanpa. Sí hay reglas comunes en el etiquetado. “Herramientas como el Reglamento (CE) 1223/2009 de la UE establecen normas sobre la información que debe aparecer”, añaden. Algunos símbolos útiles: “El punto verde indica que se cumple la legislación sobre reciclaje. El anillo de Möbius es un símbolo voluntario que, si aparece sin indicativo adicional, significa que el producto está hecho con materiales que pueden reciclarse; el ‘tidyman’, también voluntario, anima a deshacerse de los residuos”.
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