Tendencia lencera: cómo llevar las prendas satinadas y con encaje en versión 2025

Las faldas lenceras siguen presentes en todas partes. En TikTok van en bucle los vídeos emulando el look en su versión neoyorquina (concretamente el número 3 de la colección de verano de The Row, esa marca exclusiva hasta para la clase alta): pantalones holgados, vestido lencero por encima, jersey de cashmere y chanclas.

En la Semana de la Moda de Copenhague -que anticipa lo que desearemos vestir en el verano de 2026- las faldas y los tops de satén triunfaron entre asistentes de moda, invitadas, prescriptoras y modelos. De nuevo las mismas prendas, pero con una ingeniosa superposición, porque en la capital danesa no es tanto qué se lleva sino cómo se lleva: en este caso, sobre vaqueros holgados y pantalones de vestir anchos, bajo jerséis grandes de punto o prendas impermeables, demostrando un interesante potencial para la temporada de entretiempo que empezamos ahora. Lo siguiente ha llegado como un efecto mariposa: mire usted donde mire, las prendas de inspiración lencera están por todas partes. En Instagram, en las grandes cadenas de ropa accesible y en las marcas en las que compra el 1%.

La ropa considerada de interior como prenda exterior es un tema recurrente en las tendencias de moda desde siempre porque dialoga de frente con su momento cultural. Lo ha hecho desde aquel momento de liberación femenina de Poiret hace un siglo hasta la revolución sexual de Yves Saint Laurent entrando en los años 70 o el minimalismo neoliberal de Calvin Klein —tan añorado hoy por muchos— en los 90. Lo ha hecho de nuevo esta primavera/verano 2025, en un año en el que las tensiones entre intimidad, exhibición, control y libertad vuelven a soportar presiones, y lo va a seguir haciendo las colecciones de otoño, que a estas horas van saturando tiendas y feeds que insisten, reinventan e interpretan la tendencia lencera. El giro actual consiste en que las prendas lenceras, las transparencias y los encajes no están pensados desde la sensualidad, sino que otras prendas tapan la piel y estos detalles aparecen como un delicado contraste de texturas.

El referente más cercano nos lleva a la década de 2010, con esa una vertiente de sofisticación en las tendencias que representaban diseñadoras como Phoebe Philo (entonces diseñadora de Céline, hoy de su propia marca), Stella McCartney o Victoria Beckham, símbolos de una feminidad poderosa, adulta y económicamente independiente, que vestían pantalones anchos pero con tejidos ligeros y vaporosos. La prenda estrella fue probablemente la falda satinada con corte al bies drapeado y dobladillo bajo la rodilla.

Diez años después resurgen aquellos delicados vestidos, camisetas de tirantes y faldas con ribetes de encaje, en marcas más o menos contemporáneas y de todo el rango de precios, como Baum und Pferdgarten, Isabel Marant, Zara, Alberta Ferretti, COS, Gabriela Hearst, Undercover, Chanel, Massimo Dutti o Jil Sander. La inmensidad de opciones señala, una vez más, que para conectar con la estética del momento no es necesario gastar los más de 8.000 euros que cuesta el look de The Row, porque este ya ha llegado a todas partes.