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Cómo conseguir ir al gimnasio más de tres meses seguidos: buscar pequeños objetivos y no idealizarlo

La motivación de un entrenador cuando uno es incapaz de animarse por si solo puede ser la clave para no dejarlo. Centrarse en los objetivos sin pensar demasiado en si el camino es placentero o no, otra de las claves para ser persistente

Gimnasio
Jean-Claude Van Damme y Gladys Portugues en un gimnasio de París.Patrick Robert - Corbis (Patrick Robert)

“Tengo la espalda fatal”; “me he dejado llevar este verano”; “cada vez estoy más hecha polvo”; “el médico me ha dicho que tengo principio de osteopenia”... No son pocas las razones por las que se va (o se quiere ir) al gimnasio. Una vez allí, el discurso cambia sobremanera. Hay que enfrentarse a dos opciones: que un desconocido mande, al más puro estilo de Sísifo, levantar una cosa pesada, una y otra vez, hasta que los músculos supliquen clemencia; o ir en solitario, encomendándose a la (posiblemente insuficiente) sabiduría deportiva. Dicho de otro modo, el ejercicio en general es horrible, a pesar de que se haya jurado, una y otra vez, que es adictivo.

En España no gusta el deporte, al menos no a la mayoría. Según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2022, elaborada por el INE, solo un 37,7% de los españoles hace ejercicio de forma habitual. Y algo más revelador todavía: 2 de cada 10 personas que se inscriben en un gimnasio en España lo deja antes de los 3 meses. ¿Por qué no nos gusta el ‘gym’? Y sobre todo, ¿por qué nuestro nivel de fidelización hacia el deporte es tan frágil?

Para que quede muy claro: nadie está diciendo que el ejercicio no sea bueno. La literatura científica es tan abundante a la hora de ensalzar la importancia de la actividad física que nadie lo pone en duda. Pero igualmente la mayoría de la gente asegura sentir pereza y pocas ganas de acudir a un gimnasio a hacer deporte.

“En noviembre hará un año que empecé en el gimnasio. Lo hice por la insistencia de mi reumatóloga, no porque me apeteciera. El caso es que llevo meses esperando que llegue ese punto en que una se ‘engancha’. Porque las endorfinas supuestamente te generan una sensación de felicidad al hacer ejercicio físico, ¿no? Pues las mías se ve que no”. Así de contundente se muestra Alicia Gómez (nombre figurado). Un pequeño gimnasio del barrio de Arganzuela de Madrid ha sustituido lunes y miércoles los paseos por Madrid Río o el café con sus amigas después de un largo día de trabajo. Levantarse a las 6, ir a trabajar ocho horas y, al llegar exhausta, mallas, sujetador deportivo y a levantar pesas bajo la intensa supervisión de su encantador (y, al parecer, dictatorial) monitor. “Más peso” dice él cuando ella empieza a sentirse cómoda. La búsqueda eterna del dolor.

¿Cómo no le puede gustar ir al gimnasio? En propias palabras de Alicia: “Mira qué brazos tengo”. Está más sana ahora, hasta su reumatólogo lo confirma, pero… “el caso es que los dos días a la semana que voy al gimnasio tengo que sobreponerme a la depre que me produce tener que ir, no me apetece nada de nada, sinceramente. Tengo que sacar todo mi arsenal de razones: que si es por mi salud, que si una hora se pasa muy deprisa, que si luego voy a estar mejor... De todo”.

Vale, identificado el problema, ha llegado la hora de encomendarse a los profesionales. Para ello hablamos con el entrenador personal, actor y boxeador Alberto Raw (@alberto_raw__): “Siempre hablamos de levantar más peso o de ser más rápidos como indicativos de un entrenamiento exitoso”, explica. Cuando los 5 kg iniciales dejan de doler, será la hora de los 10. “Estancarse a nivel deportivo suele asociarse a una mala estrategia de entrenamiento y en este punto te tocará rediseñar tu plan, buscar ayuda en base a tu objetivo”, específica el experto.

Pero volvamos a lo básico: un entrenador personal, o monitor de gimnasio, un trabajador de un box de crossfit, un entrenador de fútbol se gana la vida con que sus clientes vayan, semana tras semana, a sufrir con ellos. La motivación parece una parte fundamental, y Alberto tiene un truco: “Siempre busco empatizar al máximo con los objetivos de mis alumnos, creando una red de apoyo no solamente a nivel deportivo, sino que también motivacional, porque muchas veces lo único que necesitas para quitarte la pereza de encima es alguien que te anime”.

Los entrenadores como Alberto, los buenos, no se encargan solo de hacer un plan. Más que un profesor se comporta como un motivador que sabe hasta dónde puede llegar su cliente. “No existe una fórmula universal para conseguir que tus entrenamientos sean siempre gratificantes, y como en nuestra vida cotidiana, tendremos días mejores y peores, aspecto que es completamente normal y que tendremos que aceptar y valorar. Es fundamental buscar un equilibrio entre diversión, esfuerzo, constancia y autoconocimiento para lograr adquirir ese gusto por entrenar en todas las etapas de tu vida”, explica el experto.

¿Qué pasa con quienes van al gimnasio de su barrio y no quieren o no pueden pagar un entrenador personal? David Vicente es dueño y entrenador de Mood Training Studio, una serie de pequeños gimnasios (2 en Madrid, en Pirámides y en La Latina, y otro en Valencia), dedicados a los ejercicios de fuerza. “No hay ejercicios más gratificantes, ni unos más que otros. Si vas a jugar al tenis y te da placer, pues adelante. Pero si el médico te ha dicho que vayas al gimnasio porque tienes problemas de espalda y tienes que hacer fuerza, pues no es gratificante. No hay más”, explica el experto. Y continúa: “Si ves la evolución y vas mejorando, sí puedes sentir una gratificación. Puede no gustarte el gimnasio, sufrir con los ejercicios, acabar machacado... pero si ves los resultados que esperas, ¿qué más se puede pedir?”.

Eso no significa que al entrar por las puertas, durante una hora, pasemos a formar parte de los remeros de una galera romana, a golpe de látigo. Pocos negocios tendrían futuro así. El punto de vista de David es claro: “Para nosotros no hay clientes, sino personas. Lo que hacemos es que se sientan cómodas. La empatía es fundamental. Hemos conseguido que lleguen a crear comunidad. Hay gente que pregunta cuándo viene este o el otro. Hacer amenas las clases es fundamental. Nosotros jugamos mucho con la música o con ejercicios de relajación que no se esperan”. Cliente contento, cliente que no se borra a los tres meses.

Con el paso del tiempo, los resultados llegan, y como si de una peli de Hollywood se tratase, las historias de superación y éxito pueblan el imaginario colectivo del gimnasio, motivando a todos: “Es esencial mimar a los clientes, para que aguanten y vean los beneficios. Una chica que viene con nosotros, nos contaba la semana pasada que fue a comprar muebles y que acabó cogiendo ella una sola una caja para la que antes habría necesitado ayuda. Se sintió muy orgullosa. Eso forma parte de los beneficios, de ver el resultado. Ayuda a querer más”, explica.

El deporte puede ser muy divertido, si vas a hacer trekking con tus amigos, con una botella de vino y un bocata de chorizo para celebrar la cima, pero no siempre se dan las circunstancias de poder mezclar deporte y diversión. Algunos están obligados al chándal y a la hora de sufrimiento reglamentaria, pero los beneficios están ahí: “He visto a mucha gente salir de agujeros tremendos en su vida gracias al deporte. He sido testigo de cómo el ejercicio los ha ayudado”. Pocas más razones hacen falta. Sufrir, en este caso, renta.

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