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Las siestas largas se asocian con mayor riesgo de sufrir un ictus

Un estudio muestra una relación entre problemas del sueño como las apneas o dormir muchas o pocas horas y los infartos cerebrales

Las siestas largas, de más de una hora, están asociadas con el riesgo de ictus, algo que no sucede con las siestas cortas
Las siestas largas, de más de una hora, están asociadas con el riesgo de ictus, algo que no sucede con las siestas cortasAaron Chown - PA Images (PA Images via Getty Images)

Las personas que duermen mal tienen más riesgo de sufrir un derrame cerebral. En un estudio que se publica este miércoles en la revista Neurology, de la Academia Estadounidense de Neurología, se incluyen como problemas de sueño peligrosos dormir poco o demasiado, roncar, resoplar al dormir o la apnea del sueño. Los autores observaron, por ejemplo, que quienes dormían menos de cinco horas al día de media tenían tres veces más probabilidades de sufrir un ictus que los que dormían siete. Otro factor que se asocia a este tipo de dolencias son las siestas largas, de más de una hora, y las no planificadas. Las personas que las tomaban tenían un 88% más de riesgo que las que no, una cifra similar al 91% de aumento de riesgo para quienes roncaban. En un escalón superior se encontraban los resoplidos y la apnea de sueño, que multiplicaban por tres el riesgo de derrame. Los autores, liderados por Christine McCarthy, de la Universidad de Galway (Irlanda), comprobaron que cuando se controlaban otros factores como fumar, beber alcohol, realizar actividad física o estar deprimido, el peso del sueño en esta relación permanecía similar.

Aunque el estudio, que incluyó a 4.496 personas, de las cuales la mitad habían sufrido un ictus, solo observó una relación y no puede atribuir que la falta de sueño sea la causa de estos problemas, McCarthy tiene algunas explicaciones para lo que han visto. “Dormir poco puede estar asociado a factores de riesgo de ictus, como tensión alta, por ejemplo, pero puede ser también una señal de que existe otra enfermedad desconocida”, apunta. “Dormir demasiado puede producirse porque hay alguna enfermedad subyacente, pero también puede estar causado porque [esa persona] no tiene retos fisiológicos”, continúa. En algunos casos, como sucede con las siestas muy largas o no planificadas, se pueden deber a que la persona está tomando sedantes por otros trastornos. La investigadora afirma que son necesarios nuevos estudios para comprobar si incrementar el número de horas dormidas o reducirlas, dependiendo de si el paciente sufre un defecto o un exceso de sueño, “puede mejorar el riesgo de sufrir ictus”.

Gerard Mayá, neurólogo de la unidad del sueño del Hospital Clínic de Barcelona, que no ha participado en el estudio, señala que los resultados no son sorprendentes, pero “apoyan conclusiones conocidas con el estudio de un gran número de pacientes”. Por un lado, puntualiza que, aunque se vea una asociación entre mal sueño y riesgo de infarto cerebral, “que alguien ronque o sufra apneas del sueño no significa que necesariamente va a tener un ictus”. Además, recuerda que los riesgos de cada tipo de problema de sueño son diferentes. “Las apneas obstructivas son las que más evidencia tienen como factor de riesgo”, señala. Sin embargo, los ronquidos, si no aparecen junto a otros problemas, no tienen por qué ser preocupantes. “Pero casi todas las personas que hacen apneas, roncan”, ejemplifica Mayá, y de ahí el riesgo.

Como McCarthy, Mayá considera que son necesarios más estudios para estudiar los motivos de las correlaciones que se observan en investigaciones como la que publica Neurology. “Hay controversia, por ejemplo, sobre si el insomnio aumenta el riesgo de ictus, porque puede tener muchas causas. Debe ser evaluado por un especialista para saber si puede aumentar ese riesgo, y después aplicar los tratamientos farmacológicos o no farmacológicos adecuados en cada caso”, asevera.

Los autores creen que estos resultados, que se añaden a otros publicados recientemente que inciden en la importancia del sueño en el riesgo cardiovascular, pueden animar “a los médicos a incluir los problemas de sueño entre los factores que cuidar en sus pacientes”. Por el momento, no obstante, McCarthy aclara que no se sabe si mejorar estos problemas puede reducir el riesgo de ictus, pero “su tratamiento puede tener un impacto positivo en la calidad de vida y, posiblemente, en otros problemas de salud”.

Mayá, que es miembro de la Sociedad Española del Sueño, también reconoce que aún faltan estudios para conocer muchos detalles sobre cómo afecta el sueño a factores de riesgo como el ictus y cómo se pueden controlar, pero incide en la importancia del sueño como elemento esencial en la salud. “Muchas veces se piensa que cuando dormimos, el cerebro está en reposo y ya está. Pero no es así. El cerebro desarrolla muchas funciones vitales en ese tiempo, y si no dormimos, morimos. El récord sin dormir son solo 11 días y hay un tipo de insomnio, llamado insomnio familiar, que tiene una esperanza media de vida de 18 meses. Dormir es vital, no solo por los ictus. También se incrementa el riesgo de hipertensión, accidentes, diabetes, obesidad, cáncer, demencia a largo plazo o depresión”, concluye.

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