Un estudio sugiere que el uso de antidepresivos genera resistencias a los antibióticos
Un experimento en laboratorio encuentra un vínculo entre estos medicamentos y la pérdida de efectividad de los antibacterianos, pero su efecto en el mundo real está por comprobar
El descubrimiento a lo largo de la segunda mitad del siglo XX de gran parte de los antibióticos que utilizamos hoy eliminó el miedo a muchas enfermedades infecciosas antes letales. Sin embargo, las bacterias, derrotadas temporalmente, no se han quedado quietas y han seguido evolucionando, generando resistencias a los medicamentos. Un informe de 2016 calculaba que los microbios superresistentes matan a unas 700.000 personas cada año en el planeta y estimaba que la cifra podría llegar a los 10 millones en 2050. Esta semana, un artículo que se publica en la revista PNAS sugiere que, además del propio uso de antibióticos, el auge en el consumo de otros fármacos como los antidepresivos puede acelerar el crecimiento del problema.
El consumo de antidepresivos se ha disparado en los últimos años en casi todo el mundo. En España, entre 2020 y 2021, creció un 10%, y en México, el consumo de estos fármacos y de los ansiolíticos se duplicó durante la pandemia. En el trabajo que se publica este lunes, un equipo de investigadores liderado por Jianhua Guo, de la Universidad de Queensland (Australia), ha observado cómo responden las bacterias E. coli cuando se las expone a antidepresivos de uso común en muestras de laboratorio. Los microbios se sienten agredidos y responden a ese estrés acelerando su ritmo habitual de mutaciones con la esperanza de que entre tantos nuevos cambios aparezca una solución para esa amenaza existencial. Además, los investigadores también vieron cómo en esta batalla se incrementó la transferencia horizontal de genes, otro factor que aumenta la aparición de resistencias.
En el estudio, la exposición a los antidepresivos durante 60 días redujo la susceptibilidad de las bacterias a los antibióticos, pero en algunos casos, como con la sertralina, los efectos se empezaron a ver tras solo un día de interacción. Los resultados sugieren que los fármacos para tratar afecciones de salud mental pueden agravar la pérdida de efectividad de los antibióticos, uno de los principales problemas mundiales de salud.
Fármacos sin receta
El microbiólogo Bruno González Zorn, director de la Unidad de Resistencia Antimicrobiana de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), reconoce que no se estaba prestando mucha atención a este tipo de interacciones, pero los resultados no le sorprenden. “Nosotros ya habíamos relacionado este mecanismo de reacción al estrés aumentando las mutaciones que las bacterias incluyen en su genoma y la resistencia a los antibióticos”, apunta, y añade que hay muchos tipos de sustancias que se le pueden echar a las bacterias en el laboratorio que estresen a los microorganismos y generen una respuesta similar. “Otra cosa son las repercusiones que estos mecanismos puedan tener en la generación de resistencias a nivel global. Ahora hay que investigar si la población que consume antidepresivos regularmente posee realmente una microbiota significativamente más resistente a los antibióticos que el resto de la población”, plantea González Zorn.
El catedrático de la UCM señala que, después de leer el artículo, fue a comprobar si existía alguna correlación entre los distintos niveles de consumo de antidepresivos en los países de la Unión Europea y los niveles de resistencias a los antibióticos y no encontró ninguna. Esa correlación, sin embargo, sí se encuentra cuando se compara con otros factores como la cantidad de fármacos que se consumen sin receta.
María del Mar Tomás, microbióloga del Hospital de A Coruña, explica que los investigadores que estudian la resistencia a los antibacterianos sabían desde hace tiempo que, “además de los mecanismos de resistencia que se generan frente a un antibiótico, hay otros mecanismos globales, que pueden generarse por la exposición a otras sustancias o incluso por el estilo de vida que lleve una persona”. “Ahora, habría que ver si estos mismos resultados que se han visto [en cultivos celulares] se pueden reproducir in vivo, en modelos animales, y ver otros efectos, como lo que sucede con el microbioma”, añade. Desde el punto de vista de Tomás, el conocimiento sobre estos mecanismos generales de reacción de las bacterias al estrés se pueden utilizar para producir nuevos antibióticos, que bloqueen esa forma de responder a las amenazas y superen los actuales mecanismos de resistencia.
El autor principal de la investigación, Jianhua Guo, reconoce la necesidad de realizar más experimentos para confirmar la relevancia de los resultados estudiando una mayor variedad de bacterias y realizando pruebas en animales. Sobre la forma de evitar la creación de resistencias de los antidepresivos en caso de que se confirme que su papel es importante, Guo cree que “dado que la principal razón de la resistencia a antibióticos causada por los antidepresivos está asociada a la capacidad oxidativa de estos fármacos, es posible que añadir antioxidantes evitase esos efectos”.
El equipo de Guo ya había realizado estudios similares en los que encontró otros fármacos que producían reacciones estresantes parecidas en las bacterias, como los antiinflamatorios o un antibacteriano como el triclosán, presente en la pasta de dientes o algunos jabones. El investigador también se plantea la posibilidad de que medicamentos como los antidepresivos acaben en el medio ambiente y allí interaccionen con bacterias, facilitando la aparición de resistencias. Según explicaba el equipo de Queensland en un trabajo anterior, hasta el 11% de la fluoxetina consumida acaba en la naturaleza a través de los desagües.
Aunque aún es pronto para afirmar que los antidepresivos favorezcan la resistencia a los antibióticos en el mundo real, la exploración de este tipo de fenómenos es un camino para identificar más vías por la que puede agravarse uno de los principales problemas de salud global en las próximas décadas y regular en consecuencia. Ahora, ya hay biocidas como el óxido de zinc, empleado para controlar la diarrea posterior al destete en los cerdos, que se han prohibido después de comprobar su papel en la generación de resistencias a los antibióticos.
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