Elísabet Benavent: “No me hace falta el reconocimiento; eso es egocéntrico”
La escritora valenciana se ha convertido en la reina de la novela romántica en español, con 18 libros publicados y algunos de ellos con versiones en Netflix
Elísabet Benavent (Gandia, Valencia, 36 años) dice que es imprevisible, currante y sufridora. Por eso dice que es del Atlético de Madrid a muerte. Y en parte por eso mismo se ha convertido en la reina de la novela romántica en español, con 18 libros publicados, algunos de los cuales —su serie sobre Valeria— tienen ya versión en Netflix. Cuando su editorial, Penguin Random House, le dice que va a lanzar tiradas de cientos de miles de copias sigue pensando que no las venderá: “Me llaman sor Angustias de la Cruz por eso”. Pero sí que los vende.
Pregunta. Dos millones de ejemplares…
Respuesta. Dos millones y medio.
P. Perdón. Y el 94% de ese porcentaje, a mujeres lectoras. ¿Es difícil verles la cara?
R. Hay que escribir desde un punto más alejado y tratar de no imaginarte cómo son. Me meto en el libro como en una vivencia, no como en un producto.
P. Si sus editores cometen el error de llamar a sus novelas así, producto, ¿se cabrea?
R. Soy poco de cabrearme. Y tengo la suerte de que mi grupo editorial entiende la escritura como algo muy romántico.
P. Empezó en la selva de Amazon antes de ser captada por ellos. ¿Qué vieron?
R. No había vendido mucho, 400 ejemplares. Les debió interesar el producto…, bueno, el libro. Muchas veces resulta complicado ponerle nombre a lo que hacemos.
No entiendo eso de los placeres culpables; me parece prejuicioso y limita
P. ¿Obra?
R. Eso me parece un poco grandilocuente. Me sigo sintiendo chiquitita en este mundo.
P. ¿A pesar de que se dedica a escribir a tiempo completo?
R. Me empujaron un poco en la editorial. Cuando llevaba 200.000 ejemplares vendidos, hice números, que soy muy de eso, dejé mi trabajo y me lancé.
P. Yo también he hecho números, y con dos millones y medio de ejemplares me sale que en el banco debe de tener algo más.
R. ¡No!
P. Deben pagarle un 10%; si no, alguien la está engañando.
R. No tengo esa cantidad en el banco, ya se lo digo.
P. ¿Cuántos ejemplares sacrificaría por más reconocimiento en el mundo de la alta cultura?
R. Ninguno… El lector es soberano y nadie debe juzgar sus gustos. Me debo a ellos y les tengo todo el respeto. No entiendo eso de los placeres culpables; me parece prejuicioso y limita. No me hace falta el reconocimiento; eso es egocéntrico. Prefiero una sonrisa cuando firmo ejemplares, aunque parezca muy moñas lo que digo.
P. En las firmas debe de acabar con la muñeca para el fisio… ¿Cuál ha sido su récord?
R. Unas 550 en una Feria del Libro de Madrid. Y sí, terminas con una sensación de agotamiento absoluto.
P. ¿Con la covid vende más?
R. Hemos crecido bastante este año, no nos podemos quejar.
Hago muchas preguntas. Me da mucho miedo quedarme sin ideas
P. ¿Cuánto falta para que uno de sus personajes contraiga el coronavirus?
R. No quiero hacer hincapié en eso. Me gusta pensar que el mundo que vendrá será mejor.
P. ¿Quién le ha influido más, Galdós o Corín Tellado?
R. Corín Tellado, imagino. Aunque en casa hemos leído mucho a Galdós también; mi madre me compró sus obras completas. Y a Blasco Ibáñez. Tuve hasta un gato que se llamaba Sangonereta, como el personaje de Cañas y barro. Lo llevo metido a fuego.
P. ¿Qué es un millennial?
R. No me veo reflejada en ese término. Soy un poco anacrónica, escucho copla en casa. Lo canto todo: de Concha Piquer a Laura Pausini. Y no creas que todas mis lectoras son millennial. Tienen entre 15 y 65 años; a veces vienen la hija, la madre y la abuela. ¡Es maravilloso! Eso escapa a la mercadotecnia.
P. Y del sexo en sus novelas, ¿qué dicen madres y abuelas?
R. Pongo el foco en el placer femenino. Por mucho tiempo la mujer ha sido el objeto deseado, no el que desea. Prefiero romper tabúes. Lo trato con naturalidad.
P. ¿Y el trabajo de campo para llegar ahí?
R. Soy muy cotilla, tengo muchas amigas y pongo la oreja en las cafeterías. Necesitas empatía. Hago muchas preguntas. Me da mucho miedo quedarme sin ideas.
No me veo reflejada en ese término [‘millennial']. Soy un poco anacrónica, escucho copla en casa. Lo canto todo: de Concha Piquer a Laura Pausini
P. ¿Teme la mente en blanco o el folio en blanco?
R. La mente en blanco. Hasta ahora no me ha pasado.
P. ¿Qué es más difícil, encontrar el amor o el desamor?
R. Estamos preparados para el amor, pero nada para asumir el desamor. Al final, esa es la diferencia entre las expectativas y la realidad. Cuando nos enamoramos nos llenamos la cabeza de sueños.
P. Príncipes y princesas…
R. No creo en unos ni en otras; cada uno es rey de sí mismo. Soy romántica empedernida, pero no creo en la media naranja o el príncipe azul. El amor no es necesidad, es elección. Decides compartir.
P. ¿Por qué tiene el pelo azul? O verde. ¿De qué color es?
R. Pues nadie sabría decirlo. Si le preguntas a mi peluquera, dirá que verde. Me daba miedo la respuesta de mi madre. Pero me dijo: “Lo peor es que te queda bien”.
P. Ella estará orgullosa de su éxito...
R. En casa dicen que ya lo sabían, que de pequeña era Antoñita la Fantástica. Empecé a leer tarde: La casa de los espíritus, de Isabel Allende, fue el primer libro que me impactó, con 14 años. Me lo recomendó mi hermana, que me inició en la lectura. Mi madre lo escondía en el armario, arriba, pero como soy la más alta de la familia alcanzaba a cogerlo.
P. ¿Se va a pasar a la novela negra?
R. No, me viene grande. A mí déjame con el amor.
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