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Firma invitada

Virus, Mobile y el mal menor

Al final, los organizadores del Mobile hicieron los deberes en términos de sopesar riesgos, dejaron de ir a rebufo de los acontecimientos y se decantaron por el mal menor.

Lo que iba a ser la entrada del Mobile
Lo que iba a ser la entrada del MobileGetty Images

La primera empresa que decidió no acudir al Mobile World Congress (MWC) para esquivar cualquier peligro vinculado al coronavirus afrontó un difícil dilema. En el ámbito de la reputación corporativa, se arriesgaba a ser percibida como alarmista, cobarde, tremendista, insolidaria e incluso xenófoba. Desde una perspectiva más tangible, se arriesgaba a dejar escapar las incontables oportunidades de negocio que brinda este incomparable escaparate mundial de lo último de lo último del sector tecnológico.

La alternativa parecía mucho más llevadera. Mantener el rumbo fijado, no desmarcarse del resto de la comunidad empresarial y asumir el riesgo ─desde luego nada deseable, pero probablemente ínfimo─ de que el coronavirus llegara a Barcelona y pudiera propagarse entre los congresistas. Si todas las empresas participantes asumían dicho riesgo y los organizadores aportaban garantías convincentes de su capacidad para mantener la situación bajo control, ¿quién podría haberle reprochado que optara por asistir al Mobile?

Sin embargo, esa empresa tomó la decisión menos previsible y renunció a tener presencia en el macroevento. ¿Por qué? Las causas pueden ser diversas, pero de lo que no hay duda es de que, ante dos alternativas que no eran óptimas, optó por la que consideró un mal menor.

Ha llevado décadas, pero finalmente muchas organizaciones están empezando a entender que es mucho más conveniente y sostenible aprender a gestionar los riesgos que recurrir a la comunicación de crisis cada vez que el suelo desaparece bajo sus pies. Y cuando dos riesgos son sopesados, el que compromete la salud y/o la seguridad de las personas, por pequeño que sea, suele decantar la balanza a favor del que solo compromete intangibles o bienes materiales.

El principio del mal menor, pues, brinda a las empresas una coartada perfecta para desertar del MWC sin daños reputacionales de consideración. El argumentario es de manual: anteponemos el bienestar y la seguridad de nuestros públicos (empleados, distribuidores, clientes, consumidores y usuarios, proveedores, medios de comunicación…) a cualquier otra consideración. Con semejante proclama, que fácilmente puede ser percibida como un impecable ejercicio de responsabilidad social, las corporaciones que se ausenten del Mobile quedan razonablemente blindadas ante las críticas que, de otro modo, podría haber generado su decisión. De hecho, su reputación puede verse incluso reforzada.

Sin embargo, aun asumiendo que el flanco de los intangibles queda bien cubierto, ¿qué pasa con los daños tangibles derivados de la pérdida de oportunidades de negocio? En este aspecto, seguro que las empresas también han sopesado riesgos y han llegado a la conclusión de que dichas pérdidas constituyen un riesgo más asumible que el de asistir a un Mobile (que ya no se va a celebrar) descafeinado por la ausencia de grandes referentes del sector o ─lo que es peor incluso─ asistir un Mobile en el que la estrella indiscutible no iba a ser ningún smartphone de última generación dado que el protagonismo absoluto del evento ya se lo ha adjudicado ese nuevo modelo de coronavirus denominado Covid-19. 

Decíamos al inicio de este artículo que la primera empresa que decidió retirarse del MWC de este año afrontó un difícil dilema. Una vez roto el hielo, sin embargo, la decisión de no acudir al congreso barcelonés ha resultado mucho más fácil de tomar para las empresas que después se han subido a ese carro.

De entrada, ahora ya no tienen que justificarse ni dar muchas explicaciones. La idea de que no asistir al Mobile pasó a constituir una medida preventiva prudente, razonable y proporcionada que caló en el imaginario público, y se vio reforzada con cada nueva adhesión a la deserción.

Además, con cada baja que se produjo, el MWC fue perdiendo una parte de su atractivo. La noción de que todos los que cuentan (y también buena parte de los que no) van a estar ahí se desvaneció. De este modo, no solo fue resultando menos incómodo ausentarse, sino que además los alicientes para asistir se vieron progresivamente diezmados.

Al final, los organizadores del Mobile hicieron los deberes en términos de sopesar riesgos, dejaron de ir a rebufo de los acontecimientos y se decantaron por el mal menor. 

Ferran Lalueza es profesor de comunicación de crisis y riesgo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autor de The show must go on.

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